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El país|Martes, 13 de agosto de 2002
POLICIA BAJO FUEGO.
APARECIO MUERTO EL JOVEN SECUESTRADO. LA GENTE INCENDIO LA COMISARIA DE EL JAGÜEL

La pueblada del trágico final de Diego

Al mediodía fue encontrado el cadáver de Diego Peralta, el chico raptado hace más de un mes. Al atardecer, vecinos y amigos, que responsabilizan por el hecho a miembros de la Bonaerense, marcharon con furia hacia el destacamento del barrio. Y lo quemaron, sin encontrar resistencia. Luego, la policía reprimió con gases y balas de goma. La jornada terminó con saqueos.

Por Carlos Rodríguez
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La policía sólo apareció cuando el destacamento ya estaba en llamas y en medio del humo. Después vendrían los gases y las balas.
Sobre fines de junio, totalmente convencidos, los vecinos de El Jagüel señalaron ante Página/12 a quien consideraban responsable del secuestro de Diego Peralta, de 17 años, vecino del barrio ubicado cerca de Ezeiza: “Detrás de esto está la policía”. Anoche, horas después de confirmarse que era de Diego el cuerpo aparecido al mediodía en una tosquera de Ezpeleta, cerca de Quilmes, con un corte en el cuello y signos de haber estado allí por lo menos cinco días, los vecinos salieron a hacer justicia por mano propia. Reeditando un episodio que no se daba –con semejante virulencia– desde la pueblada en Tres Arroyos por el asesinato de Nair Mostafá, el último día de 1989, los vecinos prendieron fuego el destacamento de El Jagüel, destrozaron ventanas y puertas, quemaron un auto y apedrearon a los agentes, cinco de los cuales fueron heridos mientras reprimían disparando balas de goma. Después, la represión se extendió a todo el barrio y los enfrentamientos continuaban al cierre de esta edición. En coincidencia con el presentimiento popular de julio, una fuente de la Federal (ver aparte) confió que ellos se harán cargo ahora del caso porque “hay sospechas” de que los autores del secuestro y asesinato fueron hombres de la Bonaerense.
La aparición del cuerpo de Diego, por quien la familia había pagado 9 mil pesos y 2 mil dólares reunidos billete por billete, con la ayuda de los vecinos, fue el anunciado final de una historia trágica. “Lo único que pido es una última llamada para saber dónde me lo dejaron”, le había dicho a este diario Luis Peralta, el papá de Diego, durante una entrevista realizada el 29 de julio. El chico había sido secuestrado el 5 de ese mes, cuando iba camino a la escuela. El 19, después de una negociación que hasta ese momento parecía normal, se pagó el rescate en un puente de la localidad de Claypole, siguiendo al pie de la letra las instrucciones de los secuestradores. Aunque la familia jamás lo dijo públicamente, todos ya pensaban lo peor y ayer se confirmó en forma dramática.
Anoche, una conclusión preliminar de los peritos que realizaban la autopsia de Diego Peralta estimó que la muerte se produjo por la profunda herida que el joven tenía en la garganta. Se estima que la muerte data de 25 días o más. Esto coincidiría con la fecha en la que se pagó el rescate. Juan y Gastón, dos chicos que tienen casi la misma edad de Diego, fueron los que encontraron el cuerpo en una tosquera ubicada a la vera de la autopista Buenos Aires-La Plata, a la altura de la calle Salta, en Ezpeleta, una localidad situada a medio camino entre Quilmes y Berazategui. Todavía impactados por la visión, recordaron que el cuerpo de Diego estaba boca abajo, con las manos atadas, sobre el agua, cerca de la orilla de un lago artificial que se fue abriendo desde fines de la década del setenta, cuando distintas empresas realizaron excavaciones en la zona. Juan y Gastón, dos desocupados, suelen ir a pescar y eso intentaban hacer ayer al mediodía, cuando un tercer joven –que huyó espantado– les dijo que había un cadáver sobre el agua. “Lo más impresionante fue cuando el bombero le tocó la zona de la garganta y la mano (enguantada) se hundió”, recordó Gastón. Fuentes cercanas a la investigación confirmaron que Diego tenía una herida profunda en esa zona. Todavía no se pudo confirmar si ésa fue la causa de la muerte, ya que el estado del cuerpo dificultó la inspección ocular del mismo.
La víctima tenía puesta el pantalón gris y el buzo blanco, con rayas azules, que identifica a los alumnos del colegio privado de El Jagüel, el único que hay en la zona. Se alcanzaba a ver sobre la espalda los números “O2”, que identifican a los estudiantes que egresarán este año. Los pies sólo estaban cubiertos por las medias, de color blanco, ya que le faltaban los zapatos. La zona donde apareció el cuerpo es de muy difícil acceso, porque la única entrada es por callecitas de tierra que carecen de un vínculo directo con la autopista. Está cercado por un bosque de pinos, por montañas de tierra y pasto de más de un metro de altura. Muchos años atrás, allí había un conjunto de estancias y todavía, por la calle Salta,el paso de los vehículos es interrumpido por una tranquera. El lugar es conocido como barrio Atuel, pero no hay ninguna casa cercana.
La aparición de cadáveres, en la tosquera, es algo común. “En verano, muchos chicos se van a bañar en el lago (dicen que en algunos lugares tiene casi diez metros de profundidad) y se ahogan, pero también han aparecido personas asesinadas”, aseguraron Juan y Gastón, con el impresionante fondo de la morgue del cementerio de Ezpeleta, donde ayer fue llevado para su identificación el cuerpo de Diego. Centenares de vecinos de Quilmes se reunieron sobre la calle La Guarda y allí se escucharon las primeras expresiones en contra de la policía.
Por la noche, frente al domicilio de la familia Peralta, en Cabildo 317 de El Jagüel, los vecinos se reunieron para expresar su apoyo y pésame a los padres del chico asesinado, Luis Peralta y Emilse Silva. En un momento dado, desde el interior de la casa, una mujer gritó: “No queremos más policías corruptos”. De inmediato se armó un verdadero tumulto con un grupo de más de diez mujeres que repetían: “Que se vaya la policía, no queremos más corruptos”. En forma inmediata, como siguiendo un mandato interno, un grupo numeroso se dirigió hacia el destacamento policial, donde primero quemaron un Fiat Uno estacionado en la puerta, luego de darlo vuelta, y después le prendieron fuego a la comisaría, provocando la estampida de los policías. Una de las cosas que cayó bajo la furia de los vecinos fue el soporte de hierro con el nombre de la calle donde está la comisaría: como si se tratara de otra premonición, se llama doctor Rotta, como un homenaje al estado en el que quedó la seccional.
“Hija de puta la policía” o “la concha de tu madre”, fueron las expresiones más frecuentes dirigidas a los uniformados por los espontáneos manifestantes. Sobre las paredes de la comisaría se podía ver todavía una reciente pintada de protesta: “Bogado asesino”. El destinatario es Jorge Bogado, un comerciante y puntero político del intendente de Ezeiza, Alejandro Granados, autor del homicidio de un piquetero, Javier Barrionuevo, durante un corte de ruta en la zona. Bogado le disparó a quemarropa. Varios minutos tardaron los policías en reaccionar frente al ataque de los vecinos que pedía “justicia por Diego”.
Uno de los uniformados, visiblemente nervioso, comenzó a realizar disparos, utilizando un arma larga, mientras un pequeño grupo de policías se fue reuniendo a su alrededor. De tan nerviosos, algunos ni siquiera podían acertar a cargar sus armas y los cartuchos se le caían al suelo. Uno de los policías, fuera de sí, disparaba al bulto. La respuesta no se hizo esperar y él fue el primer herido. Una piedra casi le arranca un ojo. Cuando llegaron refuerzos la represión se fue generalizando y comenzaron los saqueos en algunos comercios de la zona (ver aparte). De este modo terminó una noche trágica para El Jagüel. “Ustedes se tienen que morir”, gritó una mujer mientras arrojaba piedras contra la seccional. Además de los cinco policías heridos, sufrió principio de asfixia uno de los presos que estaba en el destacamento, donde todos los detenidos son ex miembros de las fuerzas de seguridad.
“El padre no quería decir nada porque tenía miedo, pero como a todos los comerciantes de la zona, los de la comisaría lo tenían cansado de mangazos. El hombre al final los sacó de raje y dicen que ellos después lo jodían al pibe (por Diego) cuando lo ayudaba a hacer el reparto”. Los vecinos recordaron que el chico ayudaba a su padre desde que tenía 7 años. Como era menor andaba sin registro y era blanco permanente de las coimas.
“Así empezó todo”, juraron los vecinos.

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