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El país|Domingo, 18 de agosto de 2002

Frágil tregua a la Bonaerense entre La Plata y la Casa Rosada

Los recelos entre el duhaldismo y Felipe Solá, magnificados por la crisis de inseguridad en la provincia, tensan la cuerda en el PJ bonaerense. Mensajes de Rodríguez Saá al gobernador. Las posiciones. Las escaramuzas.

Por Martín Piqué
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Felipe Solá, cuando era vicegobernador, y Adolfo Rodríguez Saá, cuando era Presidente de la Nación.
Bastó con un par de días de declaraciones cruzadas, críticas públicas y operaciones secretas para que todos se asustaran. Recién entonces, en medio de la peor ola de crímenes y secuestros con participación policial, los adversarios del peronismo bonaerense se llamaron a sosiego. “La prioridad de hoy no es la interna”, manifestaron desde el entorno del gobernador. “Nos hacemos daño si exteriorizamos la competencia”, coincidía el mismo viernes un diputado que representa al duhaldismo de paladar negro. La tregua se había gestado en la intimidad del encuentro entre Eduardo Duhalde y Felipe Solá, el jueves en la Rosada. El único que rompió ese acuerdo ínfimo fue Luis Barrionuevo, operador en las sombras del Gobierno: pronosticó que Chiche Duhalde será candidata a gobernadora y reactivó las suspicacias y los recelos mutuos. Sin embargo, en La Plata minimizaron el hecho, en tren pacificador, aunque recordaron que “el deseo de Felipe es gobernar y presentarse otra vez como candidato”.
La decisión fue “bajar el tono” para no poner en riesgo la “gobernabilidad” de la provincia. Lo resolvieron los dos jefes, Duhalde y Solá, en la reunión que dedicaron a analizar la intervención de fuerzas federales en el primer cordón del Conurbano. La ocasión permitió que dos rivales declarados, el propio Solá y el ministro de Seguridad y Justicia, Juan José Alvarez, firmaran transitoriamente las paces. “Tuvimos un acercamiento con Juanjo”, confirmó a Página/12 un colaborador del gobernador. Hasta el viernes, en La Plata indicaban a Alvarez como uno de los instigadores de la ofensiva mediática a favor de la intervención.
Aunque se resolvió aplacar el conflicto, la pelea volvió a salir a la superficie. En la reunión hubo discusiones, y luego abundaron las señales en el mismo sentido. La esposa del gobernador, Teresa González de Solá, habló por teléfono con un allegado de Adolfo Rodríguez Saá, a quien le agradeció por las expresiones del candidato. Ese día, el puntano había pedido a las huestes del PJ bonaerense que respetara la autoridad del gobernador. “Las declaraciones llegaron en un momento oportuno”, escuchó el colaborador del Adolfo. Cerca de Rodríguez Saá tomaron el gesto como un adelanto de lo que, dicen, sucederá tarde o temprano: Solá terminará apoyando al ex presidente como una reacción defensiva ante la avanzada de duhaldistas como Osvaldo Mércuri y Alfredo Atanasof.
Adversarios
En la Legislatura de la provincia, donde Solá tiene varios adversarios, tienen una mirada diferente. Allí creen que el gobernador no tomará partido por ninguno de los candidatos, porque no le conviene “atarse” a una candidatura y porque la elección de gobernador se concretará unos meses después de la nacional. Y confían en que las diferencias quedarán postergadas por unos meses, para no complicar la “gobernabilidad” del distrito. “La mejor opción de hoy sería que tanto Felipe como Duhalde acepten que tienen roles diferentes. Uno es el conductor institucional del gobierno y el otro el conductor político del PJ”, argumentó a Página/12 Juan Garibotto, jefe de la bancada peronista en la Cámara de Diputados bonaerense.
La fórmula que propone Garibotto es la misma que ansía Duhalde. Si Solá es reelecto, al Presidente le gustaría seguir al mando del partido, con fuerte poder de decisión y veto sobre el nuevo gobierno. Así ocurrió con Carlos Ruckauf, que fue un gobernador sin ningún poder territorial llegado a La Plata gracias al apoyo de Duhalde. Pero Solá no quiere repetir esa experiencia, y –según dijo a este diario un intendente que lo apoya– se está preparando para competir con el aparato del duhaldismo. En Morón, por ejemplo, inició algún contacto con el intendente Martín Sabbatella, que se fue del Frepaso y armó un partido vecinal.
Esos movimientos no pasaron desapercibidos en la estructura del PJ bonaerense. “Si yo voy a una sección determinada, como Lomas de Zamora, y no me reúno con los que están y digo ‘esto no me gusta’, no puedopretender que me apoyen”, razonaba ante Página/12 un diputado duhaldista que tiene un alto cargo en el consejo del partido.
De todas formas, Solá parece dispuesto a enfrentar las dificultades, por lo menos así lo proclaman sus colaboradores. Aunque en el duhaldismo dicen que “hay que ayudar a Felipe, si le va bien nos va bien a nosotros”, los caciques del peronismo bonaerense admiten que si Solá decide confrontar con ellos no le resultará fácil: “Si querés disputar la conducción de la provincia de Buenos Aires tenés que tener votos. Y debés armar por distrito y por sección. Para eso necesitás saber quién está con vos y quién en contra”.
La pelea por la gobernación está pendiente. Y quedará para más adelante, por orden de Duhalde y de Solá, que vieron con alarma cómo la escala de violencia coincidía con una ola de cuestionamientos y polémicas que pusieron al peronismo bonaerense bajo la lupa de la sociedad. Precisamente, el lugar donde menos le gusta estar.

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