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El país|Martes, 18 de septiembre de 2007
OPINION

Apuntes para un politólogo

Por Mario Wainfeld
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El cerrado resultado en Chaco impone la fastidiosa utilización de los verbos en potencial. Así deberá ser hasta que el escrutinio definitivo arroje certezas, por un puñado de votos. A cuenta, digamos, que si se confirmara la victoria de Jorge Capitanich, serían distintas las secuelas nacionales para el Frente para la Victoria (FPV) y para el radicalismo. El FPV sumaría una provincia, frente a dos que perdió (Santa Fe y Tierra del Fuego), un logro parcial. El radicalismo “no K” se vería privado de la última provincia que gestiona y se devaluaría mucho Angel Rozas, un referente de ese sector partidario. La supervivencia de la UCR quedaría muy atada al desempeño de Roberto Lavagna. Debe tomarse en cuenta que en las parlamentarias de los distritos más grandes (Capital y Buenos Aires) los boinas blancas llevan boleta propia, escindidos del peronismo lavagnista. Gris oscuro será su porvenir si se quedan sin gobernador y menguan sus intendencias, si es grande la sangría de diputados.

De todos modos, habrá que esperar al conteo final en Chaco y a la votación general el 28 de octubre.

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Desde el mangrullo. Hasta ahora se eligieron catorce gobernadores (ver recuadros adjuntos). El 28 de octubre se designarán ocho más: Buenos Aires, Formosa, La Pampa, Jujuy, Mendoza, Misiones, Salta y Santa Cruz. Dos provincias, Corrientes y Santiago del Estero, gobernadas por radicales K, responden a otro calendario y no renuevan este año.

Tiene sus bemoles extraer conclusiones generales en un mapa variado, tributario de surtidas lógicas locales. Es estimulante hacerlo, a sabiendas de la precariedad del empeño, a título de apuntes.

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Varias suertes. Las elecciones han sido promisorias para los oficialismos locales, pero en menor medida que en 2003. Es un detalle llamativo, en plena crisis se reeligieron veinte gobiernos provinciales. En 2007, tras cuatro años de mayor bonanza y estabilidad, ya cayeron tres (ver recuadro adjunto) y hay dos que recuentan de a uno (Córdoba y Chaco). El clima respectivo sugiere que Juan Schiaretti y Jorge Capitanich prevalecerán, lo que dejaría desde ya cuatro provincias con alternancia.

El 28 de octubre, todo lo indica, será favorable para los locales, pero no es imposible que padezcan algún otro revés. En los papeles, las contiendas más reñidas serían las de Mendoza, Misiones y Salta. Habrá que ver qué sucede en Santa Cruz, aunque en la Casa Rosada se vaticina una diferencia cercana a los diez puntos de su adalid, Daniel Peralta, acompañando (con muchos menos sufragios) el paseo triunfal de Cristina Fernández de Kirchner.

El recambio ya plasmado es parcial, pero supera lo esperable y el precedente de 2003. Se cualifica porque tres partidos acceden por primera vez a la gobernación. Mauricio Macri, Hermes Binner y Fabiana Ríos pasaron a ser dirigentes de proyección nacional.

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Los que se llevan todo. La renovación en ciertos territorios tiene una contracara en otros donde los oficialismos arrasaron con marcas superiores al 60 por ciento, a distancia sideral del segundo: Chubut, San Juan, San Luis, Tucumán.

En San Luis se prorroga una hegemonía que lleva 24 años. En las otras tres provincias hubo otros partidos gobernando hasta hace pocos años: el bloquismo sanjuanino, el bussismo, el radicalismo en Chubut. En este trance no fueron challengers competitivos.

Con la cautela del caso, puede indicarse que Jujuy y Formosa pueden agregar goleadas a nivel provincial el último domingo de octubre.

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Locales imbatibles. En ocho provincias viene gobernando el mismo partido desde 1983. Seis son fieles justicialistas: Formosa, Jujuy, La Pampa, La Rioja, San Luis y Santa Cruz. Los herederos de Perón y de Evita se quedaron sin otro bastión, Santa Fe.

Río Negro es radical y en Neuquén, más vale, prima el Movimiento Popular Neuquino. La asimetría a favor del peronismo es una muestra más de su preeminencia en el favoritismo ciudadano, que debe añadirse a los datos coyunturales aplastantes reseñados en el párrafo anterior.

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Policromía. El esquema general es, con todo, policromo. Si se mira el recuadro respectivo, se advierte que (aun englobando en un rubro a los peronistas K y al FPV) hay seis distintos colectivos con gobiernos provinciales: dos “familias” de peronistas, radicales K, ARI, MPN, PRO y socialistas. Si Rozas sobrevive, añadirá otra bandería.

Todavía puede haber más. La elección presidencial alumbrará una novedad en Mendoza. Será la primera vez que se presente la Concertación K en una coalición que incluye radicales y peronistas. La respectiva fórmula, en espejo con la nacional, coloca a un correligionario a la cabeza y como vice a un compañero. Deberán enfrentar a los radicales lavagnistas y también al PJ local, que aglutina disconformes con la traducción local del acuerdo nacional, que suscriben. Hasta ahora, los concertadores del FPV y de la UCR fueron cada uno por su lado.

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Representativa y federal, seguro. “Representativa, republicana y federal” es la forma de gobierno estipulada por la Constitución Nacional. Mucho, quizá desproporcionadamente, se habla de la República y poco se repara en la representatividad y el federalismo, que viven y colean. A vuelo de pájaro se observan conductas y decisiones muy variadas de los argentinos. No es un electorado pasivo, carente de punch o monótono, ni siquiera en los comicios provinciales cuyos resultados, por regla, son menos innovativos que los nacionales.

La dispersión de los partidos políticos es un hecho tangible y lamentable. Pero es discutible que haya perjudicado el pluralismo o la alternancia. Emergen partidos y dirigentes no tradicionales, sucumben otros proverbiales o paleozoicos. No es poco en un contexto conservador. Los hechos sugieren más cambios que en otros momentos, acaso sólo comparables con la determinante votación de gobernadores de 1987, que signó el fin del poderío de Raúl Alfonsín.

Entre los lugares comunes epocales, casi todos ellos zonceras mayúsculas, sobresale el de apostrofar contra las reelecciones o la perduración de los mandatarios. Llevado al absurdo, que a menudo se roza, sólo serían democráticos la alternancia y el voto castigo. Una hipótesis que hubiera hecho llorar de risa a Charles de Gaulle, Konrad Adenauer, Franklin Roosevelt, François Mitterrand, Tony Blair, Felipe González, por nombrar primermundistas ilustres. Y haría levantar la guardia a Angela Merkel, a Nicolas Sarkozy, a José Luis Rodríguez Zapatero.

En verdad, lo deseable es que existan alternativas a mano de los ciudadanos. Y que las ratificaciones y las remociones sean leídas por todos en clave democrática, no como verdad o mentira sino como expresión de los intereses de “la gente”.

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