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El país|Jueves, 17 de enero de 2002
PROMETIO APOYAR A LA ARGENTINA SOLO SI HAY MAS LIBERALIZACION

George Bush no ahorca, pero aprieta

Más libremercado, y no más proteccionismo,pidió Bush para que su país interceda por dinero ante el Fondo Monetario Internacional.

Por Martín Granovsky
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Bush, con la secuela de su
desmayo por el pretzel, al hablar ayer en una
recepción de la OEA.
El Departamento del Tesoro
y los técnicos del Fondo Monetario quieren
flotación sucia.
Si se trata de un apoyo, vendrá con muchas condiciones. El presidente norteamericano George Bush dijo anoche que “los Estados Unidos están dispuestos a ayudar a la Argentina para evitar la tormenta” pero fijó dos criterios. Uno, que “los atajos hacia las reformas”, una alusión a la liberalización mayor de la economía, solo llevan “a mayores problemas”. El otro, que “las medias tintas no aliviarán el dolor sino que lo prolongarán”.
Sin peligros a mano luego de su experiencia reciente, cuando un pretzel puso en riesgo la respiración del hombre más poderoso del mundo, Bush habló de la Argentina durante un discurso ante la Organización de los Estados Americanos en Washington.
La secuencia de afirmaciones de Bush ante los embajadores de todo el continente fue así:
u Bush dijo estar preocupado por las dificultades de la Argentina, a la que calificó, otra vez, de un “amigo y aliado” con quien Washington comparte “lazos de comercio, cultura y familia”.
u En cuanto a la condición, el presidente norteamericano dijo que “una vez que la Argentina se haya comprometido con un plan sano y sustentable, apoyaremos que se le brinde asistencia a través de las instituciones financieras internacionales”. El papel de esa ayuda sería acelerar el retorno del crecimiento y la prosperidad, siempre teniendo en cuenta que “quienes prometan proteccionismo sin dolor o seguridad a través del estatismo solo garantizan un futuro de debilidad y estagnación”.
En traducción a las políticas concretas, el discurso de Bush confirma el anticipo publicado por Página/12 diez días atrás sobre el tipo de apoyo que firmaría la Casa Blanca.
El Departamento del Tesoro y los técnicos del Fondo Monetario Internacional no quieren una paridad fija entre el peso y el dólar, no quieren el 1=1,40 fijado por el Gobierno, sino una flotación para que los valores de esa paridad puedan oscilar. Una flotación, eso sí, sucia, con un piso y un techo.
El segundo elemento, que obviamente no apareció en el discurso presidencial en la OEA pero mecha cada conversación con funcionarios argentinos, es que cualquier ayuda quedará sujeta a un mayor ajuste provincial, refrendado luego por el Congreso.
El Fondo, ayer, dio una señal de que, al menos, no obstruirá la política económica de Jorge Remes Lenicov (ver en esta misma página la moratoria parcial en los pagos). Pero el Gobierno y el Fondo saben que la única forma de inyectar dinero a corto plazo en una economía seca es desde el exterior. Los expertos hablan de nueve mil millones de dólares que quedaron acordados dentro del blindaje negociado por José Luis Machinea y otros ocho mil millones de dinero fresco aportado por los países ricos: 17 mil en total.
El discurso en los Estados Unidos parece inamovible. Ayer mismo, durante una rueda de prensa, el vocero presidencial Ari Fleischer insistió en que la ayuda depende de que la Argentina cuente con “un plan de crecimiento económico sustentable”, para lo cual el país “debe dar los pasos necesarios en términos de reforma económica y de acciones internas que crearán un entorno favorable a ese crecimiento”. Y repitió: “Primero, es importante que la Argentina dé esos pasos”.
El dato interesante, para Eduardo Duhalde, no está tanto en el discurso de Bush como en otra declaración de Fleischer. Un periodista le recordó que su administración no hizo nada frente a la crisis de la petrolera Enron, y la dejó caer, amparándose en que “así funciona el genio del capitalismo”.
–¿Eso es lo que está pasando también con la Argentina? –quiso saber el periodista. –No se puede comparar una acción política interna respecto de una compañía con las relaciones internacionales, que entrañan otros problemas y complicaciones mayores, incluyendo los problemas de contagio, por ejemplo –dijo Fleischer.
La palabra clave es “contagio”. Fleischer no dijo “contagio financiero” sino contagio a secas, lo que puede entenderse como una preocupación política: una Argentina inestable perjudicará a los vecinos, empezando por Chile y Brasil, y ni hablar de Paraguay. Un escenario que los Estados Unidos temen, concentrados como están en tres compromisos que Bush defendió ayer: la democracia, la seguridad y el desarrollo basado en la economía de libre mercado.
El tercer compromiso está claro. Más reformas de mercado. El primero, sobre la democracia, establece que las instituciones deben ser libres de “coimas y toda forma de corrupción”. Así, “la libertad tendrá más sentido para todos los ciudadanos”.
En la formulación del segundo compromiso quedan transparentes las prioridades. Primera, “seguridad contra los actos de terror”. Segunda, “seguridad contra la violencia ilegal de los carteles de la droga y sus cómplices”, sobre todo en Colombia. Para eso, según recordó Bush, su país prometió bajar la demanda de drogas en el mercado norteamericano, y Washington aprobó 625 millones de dólares en asistencia antinarcóticos. Al nuevo gobierno argentino le conviene averiguar, para ir preparando su respuesta, si la cuestión de Colombia será, en la intención norteamericana, cada vez más multilateral, y si la Casa Blanca pedirá o no la intervención de militares de toda la región.

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