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El país|Lunes, 12 de noviembre de 2007

MENSAJES DE TEXTO

Cumbre agitada El sábado a la tarde, José Luis Rodríguez Zapatero llegó a la embajada de España, de Figueroa Alcorta y Ramón Castillo, pleno Barrio Parque, con una demora de varias horas. Afuera había caído un aguacero, los miembros de la colectividad se habían salvado por un pelo: las puertas de la embajada se abrieron justo cuando comenzaba la lluvia torrencial. La demora incrementó el consumo de canapés –caviar, salmón, roquefort y jamón crudo–, también el acopio de champán y vino blanco. Cuando llegó Zapatero, el auditorio, bastante encendido, lo recibió con aplausos. También hubo efusivos saludos para el canciller Miguel Angel Moratinos, a quien felicitaban por “haberle parado el carro a Chávez”. En la sala destinada al brindis se podía ver un inmenso retrato del rey Juan Carlos (la pintura lo mostraba en sus años mozos). “Ustedes saben que la cumbre ha terminado un poco agitada”, sonrió Zapatero buscando complicidad.

Qué fenómeno La recepción de Zapatero mostró los efectos del paso del tiempo sobre la colectividad afincada en Buenos Aires. Se vieron unas cuantas canas, también algunas figuras frágiles. Todos querían ver al presidente. Se notaba cierto predominio del rubro gastronómico. En la sala estaban Jesús Seoane Martico, vicepresidente del Club Español (aclaraba que no tenía nada que ver con Francisco Ríos Seoane, el polémico ex dirigente del Deportivo Español); Pedro Bello Díaz, de El Palacio de la Papa Frita; Francisco Lores, de la Federación de Sociedades Gallegas e impulsor de una querella contra el Primer Cuerpo de Ejército por la desaparición de 21 gallegos. El saludo más efusivo se lo llevó el escritor Manuel Rivas, conocido por cuentos como “La lengua de las mariposas”. “¡Eres un fenómeno! ¡No sabes todo lo que disfruto leyéndote!”, lo abrazó Zapatero al reconocerlo.

Se suspende por lluvia Zapatero seguía en la quinta de Olivos. La reunión bilateral continuaba en la jefatura de Gabinete de la residencia, una virtual sala de conferencias. Por el temario habían pasado Botnia, Repsol, Aerolíneas... Mientras la charla seguía con la participación protagónica de la presidenta electa, Néstor Kirchner miró hacia la ventana. Nubes grises prometían tormenta. “Estoy recaliente, va a llover y no vamos a poder jugar al fútbol”, dijo. El Presidente dedica los sábados a jugar al fútbol. En su equipo militan los secretarios de Aníbal Fernández y Héctor Icazuriaga, también el secretario de CFK, Isidro Bounnine. Todos sub 35. Del otro lado suelen jugar los ministros Alberto –famoso arquero– y Aníbal Fernández, Daniel Filmus. Todos sub 55. Quienes lo conocen dicen que a Kirchner le gusta jugar. Pero sobre todo le gusta ganar. El último sábado no pudo hacer ninguna de las dos cosas.

Gabinete raro Aunque el conflicto por las papeleras tiñó la estadía en Chile, los funcionarios de primera línea que integraban la comitiva oficial –Kirchner había dispuesto que viajara una delegación reducida– se hicieron tiempo para hablar de otros temas, como los primeros movimientos de Mauricio Macri y Daniel Scioli. De Macri, bueno, no es difícil imaginar los comentarios. De Scioli: “Es un gabinete raro, ¿no?”, respondió un importante integrante de la Rosada comentando las designaciones que trascendieron. “Por lo menos hay algo bueno: ahora no pueden decir que nosotros manejamos a todos como queremos”, agregaba. Obvio, con los designados –fiscal Carlos Stornelli incluido– no había precisamente alegría.

Mil horas La primera actividad de Kirchner en Chile fue un acto en la residencia del embajador argentino en conmemoración del asilo político a chilenos en los ’70. Hubo funcionarios trasandinos. Pero la presencia de los Kirchner comenzó a retrasarse y algunos se retiraron obligados por el fresco y los problemas de agenda, como el titular de la OEA, José Miguel Insulza. Horas después, a Ricardo Lagos Weber, secretario general del Gobierno chileno e hijo de Ricardo Lagos, la bronca no se le había pasado. Luego de salir del despacho de Michelle Bachelet, de quien actúa como vocero, al pedírsele información sobre la reunión de la presidenta chilena con CFK respondía: “Lo único que sé es que estuve dos horas tomando frío esperando en la residencia argentina. Así que, se pueden imaginar, estoy muy contento”.

Viajar no
es un placer
En Santiago no podían faltar las especulaciones sobre el gabinete de CFK. La respuesta invariable era que todas las definiciones estaban en manos de la presidenta electa. Pero, ante los rumores que van y vienen sobre su futuro, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, era el primero en descartarse para la Cancillería. “¿De dónde salió ese rumor? Si hay algo que odio en la vida es viajar, es insoportable. Y a todas las cuestiones protocolares también. Si me llegan a nombrar canciller, me muero”, decía. ¿Se quedaría en la jefatura de Gabinete? Fernández no respondía, sólo sonreía.

Massa, Caín y Abel Lanzada la disputa con Tabaré Vázquez, todo el equipo argentino en Chile se pintó la cara. Contagiados por las poco amistosas consideraciones hacia el uruguayo que había desgranado Kirchner, cada miembro de la comitiva quiso aportar su granito a la batalla diplomática y acercar ideas para el discurso que había que pronunciar en la Cumbre. El más entusiasta resultó el titular de la Anses e intendente electo de Tigre, Sergio Massa. Le pidió la notebook al fotógrafo de presidencia y comenzó a buscar citas sobre Caín y Abel. Massa terminó entusiasmadísimo con lo que encontró y no quedaba claro si le pensaba transmitir ideas al Presidente o eran sólo sus ganas de armarse una historia personal sobre la traición. Finalmente, el Presidente no habló de Caín.

Alicia y los pingüinos chilenos La ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, resultó una presencia atípica entre los acompañantes frecuentes de su hermano en una cumbre internacional. Con unas impactantes botas blancas (alguien dijo que son el último grito en Europa), la ministra paseó bastante con su asistente por los alrededores y recorrió los negocios de la planta baja del Sheraton. “¡Mirá qué lindos pingüinos!”, le decía Alicia K a su secretaria mientras señalaba unos muñequitos de piedra en un negocio de artesanías. Se nota que a la ministra el origen le tira.

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