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El país|Domingo, 3 de febrero de 2008
SORPRESA EN LA JUSTICIA ARGENTINA POR LA INVESTIGACION EN EE.UU.

Una valija no reconocida

El Departamento de Justicia de Estados Unidos aseguró que Guido Antonini cargaba el famoso maletín “por requerimiento de otro de los pasajeros” e “ignoraba” su contenido. Pero en los tribunales argentinos nadie duda de que el venezolano sabía que traía 800 mil dólares. Y recuerdan que él mismo, al ingresar en el país, dijo que ésa era su valija. Sigue acusado de contrabando y lavado.

Por Irina Hauser
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El empresario venezolano Guido Antonini Wilson, testigo estrella de la fiscalía de Miami.

Al revés de lo que dice Estados Unidos, en los tribunales argentinos nadie pone en duda que Guido Antonini Wilson sabía perfectamente que traía 800 mil dólares en la valija que le incautaron en Aeroparque en la madrugada del 4 de agosto. La afirmación del Departamento de Justicia de que el empresario “cargaba la valija por requerimiento de otro de los pasajeros” e “ignoraba” su contenido dejó perplejos (y algo irritados) a los investigadores porteños. “Todavía ni siquiera nos contestaron los exhortos para que veamos qué hay en la causa abierta en Miami”, se quejan. En los despachos judiciales locales sólo se conocen elementos que muestran la teoría made in USA casi como un grotesco. Por empezar, el propio Antonini dijo que el maletín le pertenecía cuando preguntaron de quién era, luego mintió sobre el contenido y al final reconoció que llevaba plata. Si le dijo otra cosa al FBI para conseguir protección, es algo que aquí no tendrá validez a menos que venga y lo diga ante un juez. Mientras tanto, seguirá siendo un acusado de posible lavado de dinero y contrabando.

El gran bonete

En cada presentación que hace en los tribunales de Miami, el fiscal Thomas Mulvihill repite el principio de la historia como un cuentito: que el 4 de agosto de 2007 un avión Cessna Citation aterrizó en el Aeroparque Jorge Newbery, procedente de Caracas; que traía ocho pasajeros, entre ellos a Antonini, y que durante la revisación del equipaje fueron hallados y confiscados cerca de 800 mil dólares que estaban en un maletín que cargaba el empresario. Esos datos son las constantes del relato de Mulvihill, pero otros aparecen y desaparecen, como las referencias a que la plata era para la campaña de Cristina Kirchner.

En su último escrito el fiscal agregó: “El señor Antonini Wilson cargaba la valija por requerimiento de otro de los pasajeros e ignoraba que había 800 mil dólares dentro de ella”. La frase fue reproducida como propia y hasta con un dejo de orgullo en un comunicado del Departamento de Justicia estadounidense que anunciaba que uno de los acusados allí, Moisés Maionica, se había declarado culpable a cambio de una pena atenuada.

En teoría, Estados Unidos no investiga ahora la valija, sino si cinco personas conspiraron y actuaron como agentes ilegales de Venezuela, sin registrarse como es ley en ese territorio. (Esto fue aclarado el jueves por el embajador Earl Anthony Wayne después de su reunión con la Presidenta. También aseguró que el gobierno norteamericano nunca afirmó que los 800 mil dólares fueran para la campaña de CFK.) Si el fin era presionar a Antonini para que ocultara el origen y destino de la plata, es un asunto accesorio. Lo que el fiscal debe demostrar es que sus imputados respondían a órdenes del gobierno de Hugo Chávez. Entonces, ¿por qué semejante difusión sobre el no-dueño del maletín?

El anuncio tuvo un sentido político: justificar por qué lo protegen, cuando Argentina lo acusa y reclama su extradición, pero también excusarse de por qué no lo investigan. En rigor, la Justicia norteamericana había puesto la lupa sobre Antonini, que es ciudadano de ese país además de venezolano, en cuanto lo descubrieron en la Aduana argentina. Podía perseguirlo con el Acta Patriótica (para indagar si el dinero era para terrorismo), por posible lavado o por algún hecho de corrupción internacional. Pero no lo hizo porque apenas volvió a Miami –con la suerte de que en Argentina nadie lo había detenido– el valijero ofreció su colaboración para ahorrarse un gran disgusto. Se puso cámaras y micrófonos del FBI e hizo que sus socios y amigos venezolanos, Carlos Kauffman y Franklin Duran, mordieran el anzuelo. Ahora están detenidos junto con Maionica y el uruguayo Wanseele Paciello.

Libros, papeles y billetes

Mucho antes que se supiera qué se cocinaba en los tribunales de La Florida, los fiscales argentinos Mariano Borinsky y María Luz Rivas Diez reconstruyeron qué había pasado en la Aduana con el relato de los testigos de la apertura de la valija y el recuento de los dólares. El equipaje lo bajaron los pilotos, algo habitual en los vuelos privados. Según declaró María Luján Telpuk, la agente de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) que después se pasó a “Patinando por un sueño” y llegó a la tapa de Playboy, ella pidió que pasaran todo el equipaje por el scanner. Compartió el operativo de control con el funcionario aduanero Jorge Lamastra. Cuando estaban por terminar, vieron una mancha negra en el monitor, una imagen que suele aparecer cuando hay objetos sólidos como explosivos o cocaína o papeles envueltos en forma compacta.

–¿De quién es esta maleta? –preguntó Telpuk, según reprodujeron a este diario fuentes de la PSA.

–Es mía –contestó Antonini. El único que se quedó parado junto a él fue Daniel Uzcátegui Specht, de 20 años, hijo del entonces vicepresidente de la petrolera venezolana Pdvsa y titular de su filial argentina. El “gordo” dijo que era su sobrino.

–¿Qué trae? –inquirió la mujer.

–Libros y papeles –dijo el venezolano. Primeras dos mentiras.

Lamastra acotó que parecían libros, y Telpuk dijo que quería ver. Cuando abrió el maletín enseguida vio los dólares puestos en forma vertical, sujetos con bandas elásticas.

–¿Cuánta plata trae? –insistió la policía.

–60 mil dólares –respondió Antonini. Tercera mentira.

Fue entonces cuando Telpuk corrió en busca de su jefe, Daniel Ingrosso, que estaba en el puesto de guardia. Lamastra se quedó con el maletero en la Terminal Sur. Después, la chica, los funcionarios de la Aduana y de la PSA contaron los billetes. En el acta que se labró en el momento quedó escrito: “Se realiza el recuento de las divisas resultando la cantidad de 790.550 dólares disponiendo su ingreso a la caja de seguridad de la División Aeroparque para su mejor resguardo”. El documento de la Aduana dice que “los hechos constituirían prima facie infracción al régimen de equipaje” ya que el dinero no había sido declarado previo al control de las valijas.

La Aduana y la Policía Aeroportuaria mantienen una vieja disputa política que, en este caso, traducen en una discusión sobre quién tuvo más protagonismo en el hallazgo de los dólares o si cada quien hizo lo correcto. Telpuk y Lamastra fueron sometidos a un careo, pero terminaron en una versión bastante parecida de los hechos.

En la Aduana dicen que no hubo delito y que el eventual lavado debería investigarlo un juez federal. En la PSA se lamentan por no haber detenido a Antonini en ese momento “por la falta de experiencia”, pero hoy consideran que “claramente intentó un ardid para ocultar lo que traía y eso es contrabando”. Ahora tienen nuevas instrucciones para efectuar la detención ante un escenario similar. Es más, en este organismo hay quienes sostienen que se debió denunciar un intento de soborno ya que, al parecer, cuando los aduaneros se pusieron a contar la plata Antonini dijo, en tono de broma, “no me pregunten de dónde viene ni para qué es ese dinero. Somos ocho, hagamos cien mil dólares cada uno”.

Dueño se busca

Más allá de las discrepancias, hay coincidencia en algo elemental: así como hubo personal de la PSA que dijo haber escuchado en vivo que Antonini se decía portador de la valija e intentaba ocultar su contenido, voceros calificados de la Aduana señalaron que “las valijas no vienen solas, el pasajero que porta una valija es considerado su dueño”. Parece sentido común, pero los investigadores norteamericanos lo ven de otro modo.

Para los fiscales porteños y la jueza Marta Novatti, el testimonio de Telpuk (que declaró dos veces) resultó medular en la causa. Pidieron la extradición de Antonini porque creen que hay suficiente material para considerarlo sospechoso de contrabando y lavado. Si hay algo de lo que no dudan es de que el empresario venezolano sabía lo que cargaba. A través de la Cancillería han enviado exhortos a Estados Unidos pidiendo todas las actuaciones y la evidencia obtenida por el FBI pero hasta ahora no lograron ninguna respuesta. Si algún día llega algo, podría ser tenido en cuenta.

Si Antonini hizo alguna clase de declaración en Miami, a la Justicia argentina no le consta. Y, de todos modos, sus dichos o la reproducción de ellos por parte de un fiscal difícilmente tengan validez aquí si él no se presenta en persona o al menos a través de un abogado, según explican allegados al expediente. En La Florida, ante algunos medios locales, la abogada de Antonini, Theresa Van Vliet, dijo un puñado de veces y casi con las mismas palabra que usó Mulvihill que la valija no era de su representado.

Existe, pese a todo, un punto en común entre lo que miran la Justicia estadounidense y la argentina: ambas apuntan a Pdvsa. Mulvihill en sus documentos afirma que el dinero fue subido al avión por un asistente de la empresa estatal y que los amigos venezolanos de Antonini le dijeron que la petrolera estaba dispuesta a costear los gastos derivados del secuestro de la valija. Aquí en el Sur, a pedido de los fiscales, la jueza Novatti ya llamó a indagatoria a Uzcátegui padre e hijo, que están citados para el 11 de febrero. Ambos habrían gestionado que Antonini subiera al jet privado de Royal Class, contratado por Enarsa.

También hay constancias de que Antonini estuvo por lo menos seis veces entre 2006 y 2007 en Argentina. Fueron estadías breves (de a lo sumo uno o dos días), con entradas o salidas a través de Uruguay, Chile y Brasil. En varias de ellas también estuvo en compañía de Uzcátegui Specht. En el avión privado que llegó la madrugada del 4 de agosto viajaban incluso tres ejecutivos de Pdvsa. Los fiscales porteños apuntan a la relación de Antonini con la petrolera e intentarán demostrar que no era un personaje aislado. Los otros pasajeros eran el titular de Enarsa, Exequiel Espinosa, el ex titular del Occovi –entonces mano derecha del ministro Julio De Vido– Claudio Uberti y su secretaria, Victoria Bereziuk, la que dijo que vio a Antonini dos días después en la Casa Rosada. Sobre ellos se avanzaría en una segunda etapa, aunque están en la mira en otra causa sobre los gastos de Enarsa a cargo del juez Jorge Ballestero.

En Miami habrá juicio contra los amigos de Antonini el 17 de marzo, a lo sumo unos días después. Con un acusado ya asumido como culpable, el fiscal tiene respaldo para conseguir condenas por un delito de uso frecuente contra los cubanos. Si algún día hay juicio en Argentina, difícilmente sea en presencia de su protagonista que, como es evidente, se las ingenió para estar custodiado por expertos.

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