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El país|Domingo, 8 de septiembre de 2002
EL OBISPO DE SANTA FE ESTA ACUSADO DE ABUSO SEXUAL Y ACOSO A SEMINARISTAS

Storni, un obispo al borde del desempleo

En pocos días se sabrá el destino del prelado santafesino, que en 1994 pudo sortear un escándalo homosexual, pero que, con la nueva doctrina papal que lo define como “un crimen” difícilmente seguirá ahora en su puesto. El tema ya es una causa judicial, con una víctima declarando qué pasó, con una segunda por falsedad ideológica y privación ilegítima de la libertad contra los seguidores del obispo, que “convencieron” a testigos.

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El obispo es un activo operador político en su diócesis y le gusta bloquear leyes que le disgustan.
Por Pablo Feldman
Desde Rosario

En pocos días más se conocerá la determinación del Vaticano de separar al obispo de Santa Fe, Edgardo Storni, denunciado por abusos sexuales contra seminaristas. El sacerdote está al frente de la diócesis desde 1984 y justo cuando se cumplió la primera década de su designación fue objeto de una investigación ordenada por la Santa Sede, que llevó adelante monseñor José María Arancibia y cuyas conclusiones están desde la Navidad de 1994 en el Archivo Secreto del Vaticano a cargo ahora de otro argentino; el cardenal Jorge Mejía. “El informe Arancibia describió de manera concluyente la patología de Storni,” publicó hace 8 años Rosario/12, la edición local de Página/12, que dio cuenta entonces del testimonio de medio centenar de seminaristas que fueron entrevistados por Arancibia en Paraná, en casa de Estanislao Karlic y durante el tórrido verano del ‘94. La hipocresía de la mayor parte de la sociedad santafesina, sumado a un oportuno viaje de Storni al Vaticano durante los primeros días de 1995, hicieron que el obispo denunciado fuera ratificado por el Papa Juan Pablo II y el secreto a voces que circulaba por toda la ciudad se fuera diluyendo entre la obsecuencia y el temor que el arzobispo despertaba especialmente en los círculos de poder.
Pasó el tiempo, aparecieron las denuncias contra sacerdotes abusadores en otras partes del mundo, la Iglesia desembolsó más de mil millones de dólares en Estados Unidos para resarcir a las víctimas de los abusos, y el Sumo Pontífice calificó de “crímenes” los actos de paidofilia protagonizados por sacerdotes. En ese contexto, el “caso Storni” volvió al tapete los primeros días del mes pasado, cuando Olga Wornat presentó en la Feria del Libro de Santa Fe su último trabajo, Nuestra Santa Madre, que en el capítulo titulado “El Príncipe y el Pastor” describe la conducta del Obispo Storni retomando las denuncias publicadas ocho años atrás por Rosario/12. Ahora hay dos causas judiciales abiertas: una por los abusos que se le imputan a Storni y la otra por “amenazas coactivas, falsedad ideológica y privación ilegítima de la libertad” que tiene como imputados a los cuatro vicarios del obispado, fieles discípulos de monseñor. La feligresía, en tanto, continúa movilizada y esperanzada en que la designación del nuevo obispo recaerá sobre un sacerdote que retome la senda que recorrió Vicente Zazpe hasta su muerte en 1984.
En la Santa Fe
El “caso Storni” dejó de ser una denuncia periodística para transformarse en una causa judicial. El efecto dominó que se produjo a partir del episodio en la Feria del Libro causó estragos en el Obispado santafesino y se llevará puesto no sólo al Arzobispo sino a su Consejo Episcopal en pleno.
La desesperación de los stornianos por defender a su mentor llevó a cuatro sacerdotes a transformarse prácticamente en un “grupo de tareas” y “levantar” al párroco José Guntern para llevarlo a la sede del Obispado y obligarlo a firmar una escritura pública y un acta canónica en las que se desdecía de una carta que había remitido a Storni en 1994 pidiéndole que se “alejara de la diócesis, por tu severo desliz”. Guntern, un cura de 82 años, salió despavorido del arzobispado y radicó una denuncia policial. Al día siguiente, el juez Julio Cesar Costa lo citó a declarar e inmediatamente imputó a los sacerdotes Hugo Capello (vicario general), Mario Grassi (vicario para la educación), Carlos Scatizza (canciller) y Marcelo Mateo (secretario del obispo) por “amenazas coactivas y falsedad ideológica”. Después de escuchar los relatos de tres de ellos –Mateo está en Roma con Storni– agregó otro delito: “privación ilegítima de la libertad”. Fuentes tribunalicias sostienen que sería inminente el procesamiento de al menos dos de los colaboradores de Storni. Paralelamente a la causa que involucra a la “patota clerical”, en otro juzgado se tramita la “causa madre” que la semana pasada recobró impulso ante la presentación espontánea de Martín Lascurain, que no es otro que el joven seminarista con el que Storni tuvo el “desliz” referido por Guntern en su carta. Lascurain le dijo al Juez Eduardo Giovanini que fue “inequívocamente acosado por Storni”. El testimonio del “hijo del juez” –como se lo conoció en la crónicas de Rosario/12 de la época y en el libro de Wornat– sería decisivo ya que sumado al “informe Arancibia”, que se espera sea remitido por el Vaticano luego del exhorto judicial, “son suficientes elementos para citar a indagatoria a Storni”, dijo un funcionario del juzgado.
En la Santa Sede
Edgardo Storni partió a Roma el 28 de agosto, justo el día en que cumplía 18 años como Obispo de Santa Fe. Lo hizo antes del resto de los obispos argentinos que participaron el viernes pasado de la “ad-límina” en el Vaticano. La intención de Storni era por un lado tomar distancia de Santa Fe, donde continúa creciendo el repudio hacia su persona, y por otra parte intentar algunos contactos que le permitieran una salida menos escandalosa de la diócesis que tuvo a su cargo.
“‘Promoveatur ut removeatur’ es el temperamento que se impondrá, algo así como ascenderlo para sacarlo del medio,” dijo a Página/12 la fuente de la CEA, que recordó que es “una vieja metodología con la que Roma arreglaba algunas situaciones incómodas”.
En el Vaticano, Storni recorrió los dicasterios –ministerios de la Iglesia– la Congregación para los Obispos y la secretaría de Estado, antes de compartir un encuentro con el Papa Juan Pablo II en Castelgandolfo, del que participaron también el obispo de San Isidro, Jorge Casaretto, y el de Resistencia, Carmelo Giaquinta. “Son encuentros en los que se hablan de cuestiones de cada diócesis, no hay que esperar nada especial”, dijo la fuente, alejando la posibilidad de que en el diálogo con el Sumo Pontífice se haya abordado el tema de las denuncias. “Eso ya debe estar resuelto, se ocupa el secretario de Estado, y por lo que transcendió el destino de Storni no va a estar lejos de Roma”, concluyó la fuente de la CEA agregando que “los cambios en Santa Fe no se agotarán con la salida del obispo únicamente”.

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