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El país|Viernes, 10 de septiembre de 2004
ESPECIALIZACION SI, PERO REPARTIDA PARA AMBOS LADOS

Las automotrices y Lavagna

Por Maximiliano Montenegro
La decisión del Gobierno de posponer la liberación del comercio automotor, pautada para enero de 2006, no responde a la presión de un lobby sectorial. Las terminales automotrices locales son propiedad de las mismas multinacionales radicadas en Brasil, y para ellas cuanto antes se libere el comercio intrarregional, mejor, porque más rápido completarán la especialización productiva que cada compañía viene desplegando a uno y otro lado de la frontera.
La decisión es una política de Estado. Lavagna aspira a que el desarrollo industrial del Mercosur no sea tan groseramente asimétrico en favor de Brasil, como resultaría ante la ausencia de políticas públicas que fueran más allá de la instauración de un mercado libre intrazona. La división del trabajo al interior de las mismas multinacionales es conocida en la literatura económica como “comercio intrafirma” y supone –vaya la paradoja– la eliminación del mercado: no existe oferta y demanda, sino que la misma transnacional que exporta de un lado importa del otro.
Y la localización de las inversiones que guía dicha especialización es mucho más compleja de lo que suponen los estudios interesados del Banco Mundial, que resumen los problemas al “clima inversor” (como si el clima en China o en el Sudeste asiático fuera soleado) o a las “rigideces” en el mercado laboral.
Según el informe del BM difundido esta semana, en Argentina la dificultad para despedir personal es 30, mientras que en Brasil es 70, más del doble; en tanto que el costo de las indemnizaciones en Argentina es 94 cuando en Brasil es 165. A su vez, en dólares, los salarios en Argentina y Brasil pocas veces estuvieron tan parejamente deprimidos.
Sin embargo, en los últimos años las inversiones del sector automotor fluyeron hacia Brasil (se instalaron 10 plantas contra 0 en Argentina, según un estudio del CEB) y algo similar ocurrió en otras ramas industriales. Las multinacionales suelen relocalizar sus negocios teniendo en cuenta diversos factores: economías de escala (Brasil es un mercado 5 o 6 veces mayor al argentino); redes de proveedores y subcontratistas locales; subsidios estatales (hay ejemplos de países muy pobres, o incluso estados provinciales, compitiendo por inversión extrajera directa a través de incentivos fiscales); disponibilidad de mano de obra calificada; etc., etc. A veces, la lógica responde a causas menos sencillas de descifrar, pero que seguramente espantarían a los burócratas del libre comercio conchabados en Washington.
¿Alguien sabe, por ejemplo, por qué el cuartel general de Procter & Gamble para Latinoamérica no migró nunca de la Caracas de Chávez? ¿Será porque el “clima” en Venezuela es tan chévere?
“Lavagna pretende un cambio en la filosofía del proceso de integración”, se entusiasma un integrante del equipo económico. Y agrega: “Antes, el Mercosur era un ejercicio de apertura intrabloque, cuanto más desgravaba aranceles en un sector más exitoso era el acuerdo. Ahora hay que medirlo con otra vara: no por la apertura, sino en cómo se mejora competitividad de los sectores industriales, cómo se construyen plataformas para exportar a terceros mercados y, sobre todo, cómo hacemos para frenar el éxodo de inversiones industriales a Brasil”.
Las recientes medidas que entorpecen las importaciones brasileñas de textiles y de línea blanca apuntarían al mismo objetivo. “Los que hagan como Whirlpool (la multinacional de electrodomésticos que abandonó el país para concentrar todas sus operaciones en Brasil) van a tener problemas para exportar a Argentina”, habría dicho entonces Lavagna.
Sin embargo, el funcionario de Economía admite que “esto no es una solución definitiva para el problema de los desequilibrios con Brasil sino una señal para sentarse a discutir”. ¿Qué se discutiría en el futuro con Brasilia? Acuerdos de administración del comercio y de inversiones para que las multinacionales no miren al Sur con los pies firmes en Brasil. Dicho de otro modo: el desafío es quebrar la lógica del comercio internacional, que indica que Argentina debería especializarse en la exportación de granos, petróleo y alimentos, y Brasil, en todo lo demás.

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