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El país|Jueves, 16 de diciembre de 2010
En el Club Albariño reclaman ser censados para irse

“No queremos quedarnos en el club”

Por Carlos Rodríguez
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La Policía Federal sigue custodiando la toma en el Club Albariño.

“Nosotros seguimos acá. Somos 120 familias y nadie se acuerda de nosotros. No pedimos un plan de viviendas. Pedimos que nos censen para acceder a préstamos que nos permitan comprar los materiales, porque los que estamos acá tenemos experiencia en construir casas. No queremos quedarnos en el club ni molestar a los vecinos, necesitamos que nos den los medios y nosotros vamos a pagar, vamos a devolver lo que nos den, porque no queremos regalos de nadie.” Ayer, en el campo de deportes del Club Albariño, en Santander al 2900, de Villa Lugano, dos mujeres explicaron a los periodistas la postura de los que siguen ocupando el lugar. Por la tarde, un grupo de cuarenta policías se instaló entre los vecinos del barrio y los ocupantes.

Aunque ayer no apareció el mismo grupo violento denunciado por este diario en su edición del martes, de todas maneras se produjeron altercados y discusiones entre algunos vecinos de la zona y los que se encuentran dentro del club. “Estos negros de mierda tienen secuestrado a mi amigo, que es el sereno del club, y no lo dejan salir desde hace tres días. Es una persona que tiene seis hijos que lo extrañan y lo están esperando.” Uno de los vecinos, que eludió dar su nombre, dijo su parlamento ante los medios de comunicación audiovisuales. La tensión se había producido cuando un hombre, que sería el sereno, comenzó a golpear con un objeto las rejas perimetrales del campo de deportes.

El vecino había asegurado que se trataba de “un pedido de auxilio” del hombre supuestamente retenido en contra de su voluntad. Cuando Página/12 dialogó con los ocupantes, éstos replicaron que “ese hombre que usted está viendo ahí, de camisa blanca, tomándose una cerveza, es el sereno que acá dicen que está secuestrado. El puede salir y entrar cuando quiera, pero como lo que le gusta es tomar cerveza, se queda acá todo el tiempo”. La comprobación visual confirmaba que el que golpeó las rejas y el que tomaba la cerveza eran la misma persona o tenían un parecido asombroso.

Los ocupantes aseguraron que los vecinos “inventan cosas sobre nosotros con el único propósito de perjudicarnos. Quieren que nos vayamos porque tienen miedo de que nos quedemos en el club, pero nosotros no queremos estas tierras, sólo queremos que nos escuchen, que nos den los medios y construir nosotros mismos nuestras viviendas”, insistieron, mientras en la calle cincuenta policías se repartían tareas. Quince formaban un cordón entre vecinos y ocupantes, para evitar la guerra, y los otros –sin ser advertidos por los que están dentro del club–, aguardaban con escudos y formados como esperando una orden para entrar en el predio.

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