Imprimir|Regresar a la nota
El país|Jueves, 3 de julio de 2008
Dos miradas sobre la caracterización de la disputa agraria

El conflicto desde la izquierda

Con críticas al oficialismo, las fuerzas de orientación trotskista debaten entre una posición favorable a los productores rurales y la toma de distancia tanto del Gobierno como de las entidades agropecuarias.

Con los chacareros

Por Vilma Ripoll *

Ciento diez días de conflicto agrario ya permiten a millones de argentinos y argentinas ver si el gobierno de Cristina y Kirchner dice o no la verdad. No sólo sobre el campo, sino también sobre el modelo económico. Porque este gobierno habla y habla de “redistribuir la riqueza”. ¿Pero cuál es la realidad? ¿Las cifras del Indek, de un 0,6 por ciento de inflación en mayo? ¿Los salarios promedio, que no llegan al costo de la canasta familiar? ¿El 45 por ciento de la fuerza laboral aún en negro, a cinco años de gobierno K? ¿La “mesa de los argentinos” semivacía o vacía para millones de pobres e indigentes, mientras el Gobierno subsidia a las grandes empresas formadoras de precios y se niega a anular el IVA a los alimentos? ¿El petróleo y el gas en manos extranjeras, a contramano de Latinoamérica? ¿Acaso el tren bala?

De todas las cifras y hechos, destaco uno: la desigualdad social. Es el que mide precisamente cómo va la tan mentada redistribución. Porque con los Kirchner, la brecha de ingresos entre el decil más rico y el más pobre sigue siendo nada menos que de treinta veces. Es exactamente la misma distancia que había en los años ’90, bajo Carlos Menem. Entonces, resulta que en medio del “mayor crecimiento económico de los últimos 200 años”, lejos de redistribución lo que hoy seguimos teniendo es concentración. Todo aquel que se considere progresista no puede ignorar esta realidad.

Kirchner habla de una supuesta lucha contra la derecha para confundir y desviar la atención. Pero cualquier gobierno de derecha le envidiaría al actual sus gentilezas diarias a los Techint y demás pulpos, a las empresas privadas concesionarias del transporte, a las petroleras y mineras que gozan de exenciones y subsidios, y al capital financiero y bursátil cuyas operaciones no son gravadas. ¿O no es justamente de allí de donde salen los fondos de inversión de los grandes pools de siembra? ¿O no son las grandes agroexportadoras las que adelantaron sus ventas, volviendo ficción la recaudación extra y el anunciado plan social?

Ese es el verdadero modelo del Gobierno y solamente en este marco se puede entender el actual conflicto para definir cómo posicionarse. Por desgracia para el Gobierno y por suerte para el país, millones ya se están dando cuenta de las mentiras. Y por eso Cristina y su marido –pese a tanto acto, cadena nacional, power point, patota y maniobra– no logran frenar su desprestigio político.

Con sus particularidades, el mismo conflicto se expresa en el campo. Desde 2003 el kirchnerismo viene favoreciendo la concentración con subsidios millonarios a los grandes productores y arrojando a los pequeños a una situación tremenda, empujados a alquilar sus pocas hectáreas a los pools de siembra. Si además ahora les aplican el mismo nivel de retenciones que a los grandes, muchos van a terminar vendiendo lo que tienen. ¿Y quién se apropia de esas tierras? Los grandes productores o pools, es obvio. Por eso la resolución 125 no tiene absolutamente nada de progresivo, porque parte de perjudicar a los chacareros. Por otra parte, el Gobierno no utiliza ese dinero más que para pagar vencimientos de la deuda externa y para comprar voluntades políticas.

Lamentablemente, un sector de la izquierda ha comprado el discurso oficial. Y en vez de acompañar las demandas de los pequeños productores, llaman a apoyar al Gobierno de la concentración económica en el campo y en la ciudad. Repiten que una detención es “llevar a upa” y que un puntazo es “un raspón”. Así quedan junto a lo peor del régimen político que ya comenzó a derrumbarse y en la vereda opuesta a las mayorías. Lo mismo pasa con quienes dicen tener una tercera posición, ese “ni-ni” sectario de existencia virtual. Quien no es solidario con los pequeños productores, de hecho resulta funcional al Gobierno, aunque oculte su postura tras discursos radicales.

Desde el MST-Nueva Izquierda apoyamos a los pequeños productores. Como lo hacen millones de trabajadores y sectores medios en todo el país. Y convocamos una vez más a los dirigentes obreros, populares, estudiantiles y a todos los simpatizantes y votantes de la izquierda a redoblar el apoyo a esta lucha, sumando también sus propios reclamos.

Así como en el 2001 estuvimos junto a los ahorristas y sectores medios de la ciudad, es necesario que hoy la izquierda apoye el reclamo de los chacareros para que junto al pueblo trabajador sean parte de la lucha por un nuevo modelo económico, político y social. Y a la vez proponemos levantar juntos medidas duras que de verdad ataquen el poder de la oligarquía.

Retenciones diferenciadas: altas a los grandes y bajas a los pequeños. Impuestos progresivos a las ganancias de las grandes exportadoras y pools. Nacionalizar el comercio exterior, para decidir nosotros cuánta y qué comida exportar, y no seis empresas amigas del Gobierno. Una profunda reforma agraria, para terminar con la concentración y aumentar el territorio de producción y la cantidad de chacareros y campesinos. Anular el IVA a los productos de primera necesidad para combatir la inflación y otorgar un inmediato aumento de salarios y jubilaciones. Y terminar con el trabajo en negro, sea en el campo, la ciudad o el propio Estado.

Frente a las dilaciones y aprietes del kirchnerismo en el Congreso, ahora proponemos preparar una gran Marcha Federal para el día en que se trate la ley. Para que vengan miles de todo el país, se sumen los sectores obreros y populares de la ciudad con sus reclamos y logremos que no pase la 125. Si se logra, estaremos más cerca de terminar con un modelo económico y político que está hundiendo a nuestro país y a nuestro pueblo.

* Dirigente del MST-Nueva Izquierda.


Nostalgia

Por Jorge Altamira *

Argentina se ha visto obligada a pasar por un curso acelerado de economía agrícola y derecho tributario y a distinguir las rentas extraordinarias de las corrientes y los impuestos de los derechos de aduana. La Presidenta dio un paso más en esta improvisada escuela de cuadros cuando declaró que el movimiento de la patronal sojera no tenía el aura de una tragedia, sino el más modesto de una “comedia”. Ella y su gobierno, sin embargo, lo han encarado como una hecatombe.

En un columna publicada en PáginaI12, el profesor Mario Toer decidió inscribirse en esa veta de la historia comparada al proclamar que “trotskistas eran los de antes”, cuando no se usaba gomina. Ocurre que los emblemas del profesor, Jorge Abelardo Ramos y Nahuel Moreno, tuvieron un notorio paso por el peronismo; Toer no los reivindica como trotskistas, sino como protojusticialistas. Las trayectorias de Ramos y de Moreno fueron, sin embargo, diferentes. Aunque el 17 de octubre de 1945 los encontró a los dos en la vereda de enfrente del campo popular, Ramos se hizo rápidamente peronista y terminó sus días como menemista, no sin antes haber escrito algunos ensayos históricos que se desmentían recíprocamente. Moreno, que aún en 1951 abogaba por el frente único de los socialistas y comunistas de la Unión Democrática para enfrentar al peronismo, se dio vuelta como un guante en 1953 para convertirse en obediente seguidor del “general Perón”. Lo que molesta a Toer es que los trotskistas no nos hayamos sumado a esta pantomima de gobierno nacional y popular que pretenden encarnar los Kirchner.

El profesor cree que ejercita la ironía (el lujo de la inteligencia) cuando tacha de “ni sí ni no sino todo lo contrario” al planteo de un afiche del Partido Obrero que rechaza el golpismo de la oposición y el autogolpismo del Gobierno. Para Toer, la alternativa sería sí-sí o no-no, sin importarle retroceder 25 siglos, a la filosofía del griego Parménides o a la teología medieval. Lo hace incluso cuando su jefa política acaba de aludir a dos gigantes de la dialéctica, Marx y Hegel, aunque disfraza al primero con el epíteto de “un señor”. El sí, sin embargo, es sí y deja de ser sí al mismo tiempo, mientras que el no es negado por un segundo no, la negación de la negación –o sea “ni si ni no sino todo lo contrario”–. Toer sufre las consecuencias de este pasaje dialéctico, cuando su pretensión irónica se convierte en ridículo.

Entre el sí de la patronal sojera y el no del gobierno de Techint, Barrick Gold y Taselli, Toer no elige “todo lo contrario”, sino al oficialismo. Pero es el Gobierno el que ha desarrollado la estructura social sojera que comenzara Menem. El ex presidente señaló que el Gobierno gasta U$S 12 mil millones al año para sostener el tipo de cambio, o sea en subsidiar, entre otros, a los sojeros, aunque no añadió que, en 2007, los $ 16 mil millones recaudados por retenciones fueron a otros “sectores privados” (estudio Bein). La suba de las retenciones para capturar los beneficios extra generados por el alza de precios internacionales no modifica esto: se trata de una transferencia de un sector capitalista a otro. El controvertido desacople de precios de la canasta familiar que producirían, en parte, las retenciones, beneficia al capital industrial (y agrario) que paga salarios nominales muy inferiores a los internacionales. ¿Sí, no? De ninguna manera, ¡todo lo contrario! Durante el conflicto comenzaron a plantearse temas como los pool de siembra, los regímenes de arriendo o la junta de granos, una agenda estratégica que nunca figuró en los planes del Gobierno, pero que se acerca, como cuestionamiento parcial de la estructura social del campo, a los planteos de nacionalizar el comercio exterior y los puertos privados, así como las grandes propiedades agrarias o derogar la ley del peón rural de la dictadura. Toer, como tantos otros, ni ha reparado en que el gobierno “nacional y popular” gobierna con la legislación (Ley del Peón Rural, Código Aduanero) elaborada por las tres fuerzas armadas. Sin embargo, lo referido a los pools de siembra o a juntas de granos es puro diversionismo, porque la patronal sojera reivindica a los primeros como factores de desarrollo tecnológico y nunca aceptaría las segundas cuando los precios internacionales se encuentran en alza. Para convertir el excedente agrario en ahorro nacional efectivo; impedir la expulsión de campesinos; poner fin a la superexplotación del obrero rural; en una palabra para discutir la transformación social del campo es necesario un planteo de nacionalizaciones bajo control de los trabajadores. De nuevo, “todo lo contrario”.

Por último, el profesor Toer no cree en “autogolpismos”, sin percibir que es la réplica lógica al “golpismo” que el oficialismo adjudica a los opositores. ¿O los Kirchner imaginan resistir el golpe del “campo” con una movilización revolucionaria conducida por Moyano-Caló o Indek-Moreno? (en 2002 Kirchner mandaba apalear asambleas populares en Río Gallegos). El conflicto ha tomado la forma de una prueba de fuerza y poder. Esa pulseada se va a acentuar si se empantana el Congreso, y marcaría un golpe fundamental al mandato de la Presidenta si el oficialismo fuera derrotado. Ya hay un conflicto institucional con el vicepresidente. La nostalgia por los trotskistas que fueron no le deja ver a Toer que desde 2003 se encuentra una suerte de régimen “autogolpista”, que se manifiesta en la usurpación de poderes parlamentarios y los decretos de necesidad y urgencia. Toer parece no darse cuenta de que el nacionalismo burgués ha vuelto a fracasar y ha protagonizado una superfarsa. La deliberación política que se manifiesta hoy expresa la disolución de un régimen político de excepción y el tránsito hacia una nueva forma histórica de dominación política. Los trotskistas debemos militar para preparar las condiciones de un gobierno obrero y popular. En definitiva: ni sí ni no sino todo lo contrario.

* Dirigente del Partido Obrero.

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.