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El país|Domingo, 5 de julio de 2009

El adiós de un lector

Por Mario Wainfeld

Leer la columna sabatina de Oscar Raúl Cardoso era una cita y un gusto. Su escritura rebosaba inteligencia, dando cuenta de una mirada aguda no exenta de ideología. Y socializaba abundante cantidad de lecturas de primer nivel. Rara avis, cuando el periodismo (como la política) parece sesgarse a un vocabulario de 200 palabras y la lectura pierde terreno.

Este cronista lo conoció pero no tuvo amistad personal ni trato frecuente con él. Sí compartió ámbitos políticos, rondando el amanecer de la renovación peronista, hace más de veinte años. Cardoso (también en eso exótico a la tendencia dominante) no escondía su pensamiento político, ni su pertenencia ni rehuía la intervención directa o la militancia. Luego, lo encontró de vez en cuando o requirió de su saber en algún programa de radio.

Escribía bien porque conocía sus temas y porque comprendía aquello de lo que hablaba. El cronista conserva una nota suya, de media página como mucho, escrita el 5 de junio de 1989, cuando Cardoso aún cubría política nacional. Se titula “Un poder sin timidez” y cuenta cómo fue el día en que Carlos Menem designó a los integrantes de su primer gabinete. Con un rosario de anécdotas y observaciones, de uno de los primeros días en que el presidente Menem tomaba decisiones, Cardoso anticipó el modo de ejercer el poder de Menem. Este cronista trajinó el artículo en talleres de periodismo para mostrar cómo se debe hacer una crónica, valiéndose de los hechos para trascenderlos. No le faltaban el chisme ni el color pero los inscribía en un sentido.

Sus columnas de Internacional en Clarín repetían el portento, semana a semana. Falleció el miércoles. Como ya se dijo, estas líneas no despiden a un amigo o a un contertulio habitual. Son, tan luego, el adiós de uno de los tantos lectores fieles (y colegas admiradores) que lo van a extrañar.

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