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El país|Jueves, 10 de diciembre de 2009
Los peritajes y las autopsias confirman que fue un accidente

El auto, a gran velocidad

Las autopsias revelan que las muertes ocurrieron por los golpes. Los estudios del terreno y el auto indican que mordió la banquina y dio varios vuelcos. También se confirma que ninguno llevaba el cinturón de seguridad colocado.

Por Pedro Lipcovich
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En Pergamino, unas 300 personas homenajearon a los Pomar y protestaron por la demora en hallarlos.

Tanto las autopsias de la familia Pomar como los peritajes sobre el auto indican que se trató de un “accidente”, si se puede llamar tal a una salida de ruta en la que jugaron papel preponderante los crónicos problemas de seguridad vial de la Argentina y, en este caso, de las rutas bonaerenses. Según contó a este diario uno de los peritos que intervinieron, pueden detectarse –bajo el pasto que creció en los últimos 25 días– las huellas que marcan cómo el auto se salió de la ruta: por eso, “no parece posible que el auto haya sido traído desde otro lugar”. En cuanto al estado de los cuerpos, tanto el parietal quebrado de Fernando Pomar como el hígado desgarrado de su esposa, como los cuerpitos destrozados de sus hijas responden a los efectos de los vuelcos múltiples que sufrió el Duna y sugieren que los pasajeros no llevaban cinturones de seguridad. Respecto de las condiciones de la ruta provincial 31, sus principales deficiencias, según el mismo experto, eran –y siguen siendo– la falta de señalización, el mal estado del pavimento, las malas banquinas. Un reciente informe de un centro de seguridad vial señala que “el 80 por ciento de las rutas argentinas está en mal estado”. Claro que el próximo choque no será noticia, a menos que se tarde demasiado en encontrar los cadáveres.

Ayer, en la morgue judicial de Lomas de Zamora se efectuaron las autopsias a los cuerpos de Fernando Pomar, de 40 años; su esposa Gabriela Viagrán, de 37, y sus hijas Candelaria, de seis, y Pilar, de tres. Los peritos establecieron que Fernando Pomar murió como consecuencia de “traumatismo de cráneo”, incluyendo una fractura en el parietal izquierdo, como consecuencia de los sucesivos vuelcos del auto. La pequeña Pilar también murió por traumatismo craneano. Las causas precisas de la muerte de Candelaria no pudieron establecerse porque el cuerpito estaba muy deteriorado. Gabriela tenía fracturas múltiples y el hígado desgarrado por traumatismo. Uno de los profesionales que intervinieron en la autopsia aclaró a este diario que “las muertes fueron instantáneas o a lo sumo, en el caso de Gabriela Viagrán, tras una sobrevida de pocos minutos”, y agregó que “la magnitud de los traumatismos sugiere que el auto iba a gran velocidad”.

En cuanto al vehículo, la investigación oficial se efectuará en una sede judicial de Lomas de Zamora. Gustavo Brambatti, subgerente de seguridad vial del CESVI (Centro de Educación y Seguridad Vial), participó ayer –a solicitud de la compañía aseguradora– en los peritajes sobre el auto y la ruta: “Todos los indicios apuntan que se trató de un accidente en el lugar y desestiman la posibilidad de que el auto hubiera sido llevado allí desde otro sitio”. Un dato fuerte es que “pueden discernirse las huellas que dejó el auto al salirse de la ruta. Si bien, después de 24 días, el pasto volvió a crecer, puede advertirse que se trata de brotes nuevos”.

El Duna salió de la ruta “por el lado interno de la curva, a diferencia de lo que suele suceder cuando se entra a velocidad excesiva y el auto, al seguir de largo, sale por el lado externo de la curva –precisó Brambatti–. No será fácil determinar la razón por la cual ingresó abruptamente a la banquina; en general estos casos obedecen a distracciones del conductor”.

Pero sí es posible establecer una serie de razones vinculadas con el estado de la ruta: “No está pintada con las correspondientes líneas blancas; no hay carteles a la entrada de la curva –enumeró Brambatti–. Además, la ruta está muy ahuellada, es decir, que el tránsito de camiones formó como canaletas donde se acumula agua; bajo una lluvia como la de ese día, esto pudo contribuir a que el conductor perdiera el control”.

Y hay más: “Por mal mantenimiento, ese tramo de la ruta presenta baches donde se desprendió la primera capa de asfalto. Tampoco están bien mantenidas las banquinas, sin asfaltar y con pastizales altos”. Así las cosas, “en cuanto el auto pisó la banquina, ya estaba jugado: a los pocos metros hay una pendiente pronunciada y el vehículo se metió en la hondonada, de la cual volvió a salir con una serie de vuelcos sucesivos”, detalló el perito. Los pasajeros salieron despedidos, ya que –completó Brambatti– “todo indica que no usaban cinturones de seguridad”.

El informe “Rutas Argentinas”, emitido recientemente por el CESVI, advierte que “el 80 por ciento de las rutas argentinas se encuentra en mal estado”. Así, “cuando llueve es común que se acumule agua sobre la calzada, lo cual es causa de ‘aquaplaning’, fenómeno por el cual los neumáticos pierden contacto con el asfalto y se genera una pérdida de control que conduce a choques frontales o violentos despistes”.

Además, “en muchos siniestros analizados se pudo observar la falta de banquinas o banquinas ‘descalzadas’, por debajo del nivel de la ruta; cuando el vehículo ingresa, se desestabiliza y puede volcar. La Argentina cuenta con muy pocas banquinas asfaltadas y en muchos casos ni siquiera existen banquinas”.

El documento también observa que “prácticamente no existe señalización en curvas”, las cuales “no sólo deberían indicarse con cartelería vertical, sino también con franjas sonoras sobre la misma calzada”. Y critica “la falta de contención adecuada ante los objetos fijos a la vera de la ruta, como árboles o alcantarillas. Se necesitan rutas que protejan a los vehículos ante un despiste, lo cual se logra con barreras o amortiguadores de impactos que hoy prácticamente no existen”.

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