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El país|Jueves, 6 de mayo de 2010
Opinión

Tod@s las voces, tod@s

Por Mario Wainfeld
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El debate fue fragoroso y prolongado, aunque seguramente menos estridente que las triviales discusiones cotidianas sobre manejo del quórum o del reglamento. El avance de la corrección política impregnó a casi todos los que mocionaron el voto minoritario, aunque a algunos se les chispoteó alguna palabra o un modismo chocante o brutal. La propia alternativa ofrecida por la minoría, la unión civil, refleja una evolución inimaginable años atrás. El voto a conciencia atravesó casi todos los bloques, salvo los de centroizquierda, que acompañaron el proyecto en forma unánime. Hasta los diputados de la Mesa de Enlace dejaron de lado la unidad en la acción, por ejemplo el pampeano Ulises Forte se inclinó por aprobar, el formoseño Ricardo Buryaile se opuso.

El resultado plasmado más allá de las dos de la mañana de ayer, 126 a 110, con 4 abstenciones, fue celebrado desde las galerías. Militantes del movimiento gay vieron condensados en el tablero años de activismo, de labor pacífica y creativa. Persuadir, remover prejuicios, convencer a los dubitativos, apaciguar a los intratables, hacerse ver y oír, acudir a los tribunales. La puja de las minorías es, a menudo, un ejemplo de temple y construcción democrática, bueno fue que los representantes del pueblo les dieran una satisfacción.

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Palabras de amor: Quedó relegado el escandalete sobre el quórum de la semana anterior. Como ya se consignó en este diario, se hace demasiada alharaca por demoras de una semana, en aras del posicionamiento político. Es parte del juego, pero se podrían ahorrar diatribas al sistema que se integra y bajar los decibeles en consideración a los tímpanos del público. Las organizaciones del movimiento gay no se dejaron entrampar en la falsa polémica, pues conocen “de naranjos” a quienes los bancan. Vilma Ibarra informó por la mayoría y rayó alto en la defensa del proyecto, que también instó la socialista (mandato cumplido) Silvia Augsburger. El renombrado kirchnerista santafesino Alejandro Rossi detectó una llaga cuando comentó que, a diferencia de otros grupos discriminados (como los negros y los judíos), los gays a veces ni pueden compartir sus pesares, ni siquiera su condición, con las propias familias. Felipe Solá sorprendió pronunciándose por la afirmativa y recordando la prédica del pediatra Florencio Escardó: “Los chicos necesitan proteínas y amor”. El amor, la autenticidad de los afectos, la igualdad, el cese de las discriminaciones fueron los puntos clave del relato de la mayoría.

Los opositores se afincaron en “lo natural” y en el riesgo de contagio que puede causar una reforma. El matrimonio gay –arguyeron varios– puede abrir la puerta a la legalización de la poligamia, del incesto, del casamiento con infantes y otras plagas bíblicas. El cronista relata, no exagera un ápice.

Fue recurrente la invocación a que el matrimonio es la unión entre dos personas de distinto sexo, por manda divina o natural, que en esa jerga son sinónimos. Se ignora qué dirá Dios sobre la poligamia de los islámicos o los mormones, que se autodefinen como cristianos.

La negación de otras realidades y la imposición de las convicciones religiosas en la esfera laica son la pata chueca de los objetores. Imponer lo que se cree es la ley de Dios a una sociedad civil pluralista, he ahí el son del fundamentalismo que repicó en el recinto.

Prelados de distintos credos hicieron lobby desde los medios y en los pasillos, celular o enviados mediante. El pressing clerical más fuerte, por peso específico, fue el de la jerarquía católica, con el obispo auxiliar platense Antonio Marino como infatigable adalid. La mudanza al Senado es un hecho, seguramente ya en desarrollo.

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Datos: El centroizquierda, sumando a los socialistas, a Proyecto Sur de Pino Solanas, al Gen de Margarita Stolbizer y al Nuevo Encuentro de Martín Sabbatella, fue determinantes para convocar a la sesión y darle quórum. Sumó 27 cruciales votos.

El Frente para la Victoria tuvo un rol decisivo, garantizando 55 votos. La decisión orgánica fue promover la movida, admitiendo las divergencias personales. El kirchnerismo fue el fiel de la balanza, asumiendo una bandera que otros enarbolaron antes, pero añadiéndole el peso del número. Está de moda discutir si el oficialismo es o no progresista, no es un tema sencillo de saldar en una fuerza con ADN peronista que basa su gobernabilidad en acuerdos con “el territorio” y la dirigencia sindical justicialista. Para intentar un balance debe computarse a su favor la capacidad para incorporar a su agenda propuestas de otros y hacerlas realidad: la reestatización del sistema jubilatorio, la ley de medios, la asignación universal y el matrimonio gay, sin agotar la lista. Es una nómina impactante que le vale el apoyo de las organizaciones comprometidas desde siempre y hasta el tuétano con esas reivindicaciones. Sus adversarios ven “caja”, “cooptación” en esas alianzas, cuando es lógica consecuencia de la racionalidad instrumental de esas organizaciones. Las de derechos humanos fueron las primeras, otras se fueron acollarando después, en defensa de sus legítimos intereses. Desde la vereda de enfrente algunos reproches reeditan el despecho que produjo la consagración del voto femenino, en el primer peronismo.

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Ya que de voto femenino hablamos... las diputadas votaron a favor casi en proporción de dos a uno: 61 contra 33. Los hombres invirtieron la tendencia, hubo 77 en contra y 65 por la afirmativa. La mera referencia da cuenta de que el género tuvo una incidencia enorme, en una cuestión que atravesó identidades políticas y partidarias. Elisa Carrió se abstuvo, elogiando su decisión porque evitó los elogios que, según el voto, le habría prodigado “la comunidad” o la Iglesia. El comentario, autocentrado, podría ser la matriz de una justificación de indefiniciones futuras para legisladores menos imaginativos. Alfonso Prat Gay, contra lo que sugiere su apellido, se abstuvo, diferenciándose de la mayoría de la bancada de la Coalición Cívica, que tiene dirigentes muy comprometidos con los derechos ciudadanos.

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Cómo sigue: El Senado es (por regla) la Cámara más conservadora. En la actual composición, el centroizquierda tiene un peso relativo mucho menor que en Diputados, pues el régimen de mayoría y minoría favorece a los partidos tradicionales (peronismo en dos variantes actuales y radicalismo).

Tendrá importancia saber qué comisiones analizarán el proyecto, la de Legislación General es presidida por la sanluiseña Liliana Teresita Negre de Alonso, fervorosa adherente al Opus Dei, quien seguramente tendrá teléfono rojo con un par de purpurados.

La Cámara alta, concuerdan referentes de bloques mayoritarios, se tomará su tiempo para analizar el asunto. Mayo pasa rápido, en junio está el Mundial..., todo indica que se llegará al recinto en el segundo semestre. La pugna promete ser pareja, con final abierto.

El poroteo es prematuro, cuando faltan meses, lobby y muchos debates de otros temas por recorrer. Con esa salvedad, hagamos un vistazo provisorio. El diputado Néstor Kirchner asistió a la votación de ayer y le transmitió al titular del bloque oficialista Miguel Pichetto la voluntad (o la orden) de avanzar con la ley. Pero la libertad de conciencia, remixada con la ideología de varios compañeros y el peso de los obispos en sus provincias, sugieren que Pichetto deberá remar mucho, procurando de a uno los votos. Daniel Filmus, con pergaminos sobrados en estas lides, será una espada convencida y esencial.

El radicalismo se dividió casi por la mitad en Diputados. El presidente de su bloque, Oscar Aguad, fue un halcón de la derecha que hasta quiso prohibir el ingreso de “los gays” a las galerías. En el Senado, la ecuación puede cambiar: Gerardo Morales tiene otra visión sobre derechos ciudadanos y no asombraría que votara a favor, como lo hicieron ayer Ricardo Alfonsín, María Luisa Storani y Ricardo Gil Lavedra, entre otros.

Los cobistas de la Cámara baja acompañaron la iniciativa.

María Eugenia Estenssoro, de la Coalición Cívica, es computada como un apoyo factible por las organizaciones del movimiento gay. Samuel Cabanchik, que se escindió de ese bloque, espera a leer el proyecto, pero está mucho más cerca de la afirmativa. Los legisladores del ARI fueguino, por antecedentes, deberían formar parte de la contingente coalición progresista.

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Escenarios: Es prematuro, pues, hacer profecías. Sí puede adelantarse que, aun si el Senado desechara la ley, quedaría demarcado un mojón en la marcha por los derechos ciudadanos.

Por otro lado, ese escenario pondría en marcha a otro poder del Estado. La Corte Suprema debería entrar en escena. Tal como se informó meses atrás, el Tribunal frizó el avanzado trámite de causas en las que se demanda la inconstitucionalidad del Código Civil vigente al vedar el matrimonio gay. Con tino, el tribunal prefirió frenar a la espera de que decidiera el Congreso, un mejor ámbito para dirimir la cuestión, pero si la ley queda en veremos deberá expedirse, y es casi cantado que consagrará la inconstitucionalidad.

Entreverada con otros hechos resonantes (Kirchner a Unasur, la detención de Martínez de Hoz, el martes negro en las Bolsas europeas), la sesión que reseñamos fue un hecho histórico. Queda muy bien en estos extraños momentos desmerecer al Gobierno y, en la volteada, a la democracia realmente existente. Hasta proliferaron comparaciones con la dictadura. La construcción de la legitimidad del movimiento gay, el progresivo reconocimiento de sus derechos, la inclaudicable marcha de su militancia jamás hubieran podido ocurrir en otro contexto. Buen motivo para valorar lo que se tiene y –ya que estamos– celebrarlo, aunque quede tanto por hacer.

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