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El país|Domingo, 14 de agosto de 2011

Nuevo modelo de fórmula

Por Mario Wainfeld

Cuando Raúl Alfonsín fue por la presidencia, su compañero de fórmula fue Víctor Martínez, que revistaba en la línea Córdoba, representante de un bastión electoral del radicalismo. Tanto era así que los correligionarios se quedaron con la gobernación de la provincia en ese 1983 y hasta 1998. El aspirante a vice “garantizaba” mayor representatividad interna y un caudal de votos.

El bonaerense Eduardo Duhalde llegó a acompañar a Carlos Menem en 1989 con parecidos objetivos y dotado de similares recursos. Tanto agregaba Buenos Aires que los compañeros mandan en ella desde 1987 hasta hoy.

Carlos “Chacho” Alvarez, acompañando a José Octavio Bordón y Fernando de la Rúa en sus respectivas boletas, representaba un aliado en la coalición, apto para convocar a un target de votantes distinto al del presidenciable. Néstor Kirchner aceptó con rezongos a Daniel Scioli de coequiper cuando se lo persuadió de que el hombre tenía un nivel de conocimiento público superior al suyo. Y que podía añadir algunos votos de un electorado tradicionalmente peronista que, llanamente, no sabía quién era el santacruceño.

Julio Cobos, un radical mendocino, ponía en la vidriera la coalición entre kirchnerismo y radicales K. Y amarraba votos de correligionarios para la compañera Cristina Fernández de Kirchner.

El lugar del vicepresidente en el gobierno siempre fue un incordio, aun antes del record de Cobos. Su función en la fórmula, como sugieren los ejemplos previos que no agotan la nómina, fue clara y funcional: ampliar los márgenes de la representatividad y el potencial electoral.

En 2011, casi todos los partidos han optado (en paralelo) por un diseño diferente. Las personas elegidas para vicepresidente no tienen caudal propio de votos, son en promedio de perfil bajo, o limitado conocimiento público, es ilusorio imaginar que le sumen en las urnas al cabeza de fórmula.

Según la mirada del cronista, eso vale para el abanico de ofertas de hoy, acaso con la módica excepción del Frente de Izquierda y de los Trabajadores. En él, con pretensiones acotadas, se sumaron dos partidos competidores, expresados en la fórmula, tratando de evitar la tendencia cariocinética que es recurrente en el sector. En la propuesta, que (ver nota central) pide ayuda para seguir en carrera hay un mensaje de unidad y búsqueda de crecimiento.

En los demás, la carne en el asador la pone el (o la) presidenciable, otra variación extendida que se fue plasmando sin acuerdos entre los interesados.

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