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El país|Domingo, 23 de octubre de 2011

Pobreza, indigencia e inflación

Por Horacio Verbitsky

Un informe aún inédito del Centro de Estudios de la CTA (CIFRA) señala que entre los segundos trimestres de 2008 y de este año, se produjo una reducción muy marcada de la pobreza y de la indigencia. CIFRA fue creado cuando los equipos técnicos de la organización se pusieron al servicio de la banca en el Congreso y de la campaña proselitista de Claudio Lozano. Dirigido por Eduardo Basualdo, sus estudios en lo relativo a ingresos, costo de vida, pobreza e indigencia no utilizan el Indice de Precios al Consumidor del vandalizado INDEC, sino una combinación entre la Encuesta Permanente de Hogares del organismo nacional y los índices que difunden siete aglomerados provinciales que rehusaron seguir los lineamientos fijados desde la Secretaría de Comercio Interior (Jujuy, Neuquén, Paraná, Rawson-Trelew, Salta, Santa Rosa y Viedma, según las respectivas Direcciones Provinciales de Estadística). Si bien los índices utilizados se calculan a partir de metodologías diferentes de la que utilizaba el INDEC para el IPCGBA, y se basan en canastas de productos en muchos casos desactualizadas, su evolución hasta diciembre de 2006 fue similar a la de los datos oficiales. El indicador resultante es más elevado que el oficial, al que por razones metodológicas no puede ni debe reemplazar, pero sirve como ersatz mientras el INDEC continúe intervenido. Pero aún con este índice ad hoc, entre los segundos trimestres de 2008 y 2011 la pobreza y la indigencia entre las personas disminuyeron una cuarta parte (el 23% y el 27%). Esto obedece a la sostenida reducción del desempleo y a la Asignación Universal por Hijo. Según CIFRA, la pobreza a mediados de este año llegaba al 21,5 por ciento de las personas y la indigencia al 5,9 por ciento. Datos similares brinda la consultora Equis, del sociólogo Artemio López, para quien entre diciembre de 2003 y 2010, la pobreza se redujo del 44,3 al 20,6 por ciento de las personas y la indigencia del 20,5 al 5,4 por ciento. López refuta títulos de prensa recientes según los cuales “La inflación se siente más en la canasta de los pobres” y “La inflación es una fábrica de pobres” y explica que los ingresos populares crecieron más que la inflación, por lo cual el ciclo kirchnerista produjo lo que llama el “desempobrecimiento masivo”, que sacó de la pobreza al equivalente a la población total de la provincia de Buenos Aires y de la indigencia a tantas personas como las que viven en la Capital, Córdoba y Mendoza sumadas. Este reacomodamiento de ingresos se debió a “múltiples vías, mediante generación de empleo formal e informal, transferencias previsionales con la incorporación de 2,5 millones de nuevos jubilados a la cobertura, paritarias a la suba para todos los trabajadores convencionados y planes sociales para un total de 12 millones de personas, en distintas modalidades y montos”, agrega. López concluye que a diferencia de los procesos inflacionarios de los años setenta (cuando la dictadura congeló salarios y persiguió cualquier reacción gremial), y de los brotes hiperinflacionarios de los ochenta y noventa y la crisis de la convertibilidad, que con sus altos índices de desocupación limitaron la capacidad de respuesta, “la inflación actual es un problema macro pero no impacta de manera sustancial sobre las condiciones de vida de los sectores populares y el conjunto de la ciudadanía , en tanto se mejoran los ingresos en proporciones similares o aún superiores a los aumentos de precios”. Que Hermes Binner plantee la lucha contra la inflación como su principal objetivo económico y proponga como herramienta para lograrlo que los sindicatos no pidan aumentos de salarios explica por qué su mensaje no penetra en los sectores populares y sólo tiene fuerza en los sectores acomodados de la clase media urbana y rural.




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