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El país|Viernes, 13 de junio de 2003

Nazareno volvió a irse de boca esta vez en un brindis

Por Irina Hauser
Julio Nazareno entró al salón señorial, donde suele celebrar eventos, con un rosario en la mano derecha. Caminó despacio, apesadumbrado, saludando a cada uno de sus colaboradores de ceremonial y prensa que le iban dando a su turno palmaditas en la espalda con aires de consuelo. Enseguida el presidente de la Corte Suprema intentó neutralizar el clima de despedida para mostrar que sólo estaba protagonizando un brindis por el Día del Periodista. “¿Qué gritan estos afuera? ¿Que se vayan todos?”, preguntó aludiendo a la protesta contra el tribunal que había en la puerta del Palacio de Justicia y que prácticamente tapaba su voz. “¿Sabés qué escuché yo? Escuché que se queden todos”, ironizó, respondiéndose a sí mismo. Mientras tanto, en la Cámara de Diputados agregaban acusaciones en su juicio político.
–¿Vos no serás la chica de “La Peluquería de Don Mateo”? –le preguntó Nazareno, con desparpajo, a una de las periodistas presentes. Su comentario, como otros que siguieron, dejaba en claro no sólo los programas de televisión que mira sino que lo tiene sin cuidado el hecho de que algunos de sus pares, con Antonio Boggiano a la cabeza, le hayan pedido que no hable más con los medios.
Así, mientras intentaba, además, atenuar el halo lúgubre con el que había ingresado al llamado salón de té de la Corte, el ex socio de Carlos Menem fue sembrando frases célebres a lo largo de la velada. “No renuncio ahora porque hay que preservar las instituciones, no me voy por no irme linchado”, incluyó entre sus comentarios. “(Gustavo) Beliz no entiende nada”, dijo también, respondiendo al Ministro de Justicia, quien días atrás lo emparentó “con el delito”. “Si cree que hay un delito, que lo identifique y haga la denuncia”, desafió. Más allá de las riñas con el Gobierno y el juicio político “seguimos llevando vida normal”, aseguró. “Mientras estemos acá seguiremos controlando al país desde el Poder Judicial”, señaló envalentonado.
Dos veces en su discurso Nazareno aludió como al pasar al escaso número de ministros que lo acompañaban en ese momento. Sólo el incondicional Eduardo Moliné O’Connor estaba con él, cuando tiempo atrás era común ver en estas celebraciones a la mayoría automática en pleno y algún que otro supremo más. Cuando algunos periodistas le preguntaron por qué enfatizaba ese punto, el de una soledad que era redundante mencionar, contestó: “No me compliquen la vida, que me va a retar (Juan Carlos) Maqueda”. Se refería al ministro que esta semana le pidió la renuncia cuestionando su lenguaje “vulgar, chabacano y pendenciero”.
Como siempre, Nazareno encendió un habano. Parado en la cabecera de una mesa llena de canapés y sanguchitos coquetos mostró un dejo de placidez para hablar de cualquier cosa. Si por él hubiera sido, dijo, firmaba un fallo redolarizador el miércoles último, una iniciativa por la que el Gobierno lo acusa de extorsión. “Moliné y yo queríamos sacarlo –admitió—, pero no hubo mayoría. Si algún otro se sintió tocado... yo no sé.” Por supuesto, negó a toda costa que esa resolución estuviera destinada a presionar, incluso buscó dar vuelta el argumento: “Cada vez que se habla de un fallo de redolarización se abre juicio político”. “El juicio responde a una decisión política”, insistió. “Y me parece poco serio iniciarlo en base a fallos”, añadió.
Si renuncia o no, por qué. Eran las preguntas a las que Nazareno se había expuesto ayer por sí mismo, como a propósito. “Yo decido cuándo me voy”, dijo Nazareno. “Acá la gente se olvida que nosotros (los jueces) tenemos el 33 por ciento del poder republicano”, agregó. De todos modos, pasó factura para sus colegas del Poder Judicial, quejándose porque “no se alzó una voz” para defenderlo, a pesar de que con su gestión –detalló– aumentaron sueldos de camaristas, multiplicaron los edificios einformatizaron el sistema. A esa altura, sus asesores ya no sabían de qué parte del saco tirarle para callarlo. El optó por cerrar su pequeño acto contando chistes verdes. “Resulta que había una pareja, y la chica le dice al varón ‘soy virgen, soy virgen’. Y ¿sabés lo que hizo el tipo? Se puso a rezar.”

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