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El país|Miércoles, 7 de agosto de 2013
Los testimonios de la tragedia

“No sabíamos qué pasaba”

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En el hueco del centro estaba el edificio. Abajo, los escombros.

Hubo un ruido atronador, una explosión y tembló todo. En eso coinciden los testimonios de quienes estuvieron en el edificio de Boulevard Oroño y Salta, o en sus cercanías, ayer a las 9.38 de la mañana. Poco después del estallido, los relatos empezaron a sonar en las radios y los canales locales. Pedro, el encargado de la torre, había alcanzado a bajar las escaleras y pisar la calle casi de casualidad y con esfuerzo, dos minutos antes de que todo volara. Así lo contó su yerno, Matías Gómez. El encargado había bajado las escaleras con el tiempo justo para ver “un chorro de gas tirando hacia el palier, hacia adentro del edificio” y afuera, en la calle, “al gasista llamando a Litoral Gas porque había una pérdida”. Pedro se puso a alertar a la gente del peligro inminente. Minutos después, no quedaba nada en pie.

El encargado “pudo bajar gracias a Dios la escalera, donde se estaba derrumbando casi todo”, contó el yerno cuando promediaba el mediodía. “Salió a la puerta y entraron a caer ventanas, balcones, sábanas, colchones por todos lados, y pudo salir hacia el lado de (Boulevard) Oroño. Es lo único que pudo ver. Me cuenta mi suegro que bajó la escalera casi adormecido, ya casi se desmaya (por el escape de gas). Ahí afuera estaba el empleado del gas llamando (para pedir) que cortaran todo rápido.” Alcanzó la vereda instantes antes de la explosión. “Los vidrios cayeron por todos lados pero no lo tocaron a él.” Caminó hasta Oroño y vagó en estado de shock hasta que lo encontró su familia.

Segundos antes, el porteño Gabriel Kohn salía de un cajero automático y se dirigía a su auto, estacionado a unos metros. De repente, “vi que alguien venía corriendo y gritando que desalojemos la zona porque había una fuga de gas. Me subí al auto, di la vuelta y sentí una explosión, como si alguien me hubiera chocado”. Enseguida sobrevino una lluvia atípica. “Me cayeron escombros y vidrios sobre el auto. Todo el mundo se quedó paralizado. La gente salió a la calle y empezamos a tratar de ver de qué se trataba.”

En un edificio de enfrente, Giuliana Sager recién se levantaba. Oriunda de Romang, una localidad del interior de Santa Fe, había ido a visitar a una amiga que vive en Rosario y se había quedado a dormir. Su amiga se estaba bañando. “Sentimos una explosión. Se movió todo, no sabíamos qué pasaba, si había sido un choque o una bomba. Abrimos la puerta del departamento y teníamos todo cubierto de vidrios, miramos los ascensores y estaban todos caídos, salió una vecina toda llena de sangre que se le había roto un vidrio del balcón. Como nosotros estábamos más cerca de la otra esquina, en el departamento de mi amiga no explotó ningún vidrio, aunque sí todos los de los pasillos y los departamentos vecinos. Nos asomamos y el edificio de enfrente estaba cubierto de llamas. Agarramos todo lo que pudimos y bajamos por las escaleras, estaban llenas de sangre. Cuando llegamos a la calle, estaba todo lleno de vidrio, gente que gritaba por todos lados, algunas (personas) que pedían ayuda arriba del edificio en los balcones de los últimos pisos. Empezamos a correr porque hubo como otra explosión y había muchas llamas.”

En otro edificio, el periodista de la web Rosario se disponía a dormir, porque “a esa hora tengo un bache en mis tareas laborales”, contó en una entrevista radial. “No alcancé a dormir que me tembló todo el edificio, no entendía nada. Tomé dimensión cuando me asomé al living, vi que la puerta estaba totalmente acostada sobre la mesa, volaron las cerraduras, las bisagras, obviamente un vidrio no quedó en todo el edificio donde yo vivo. Sin lugar a dudas, el saldo es mucho más trágico al frente de mi casa.” Enfrente están los restos del edificio donde se produjo la explosión.

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