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El país|Domingo, 26 de enero de 2014

Tratativas en pausa

Por Mario Wainfeld

Para muchos argentinos, incluyendo los que rondan los 20 años, la actual es la primera devaluación que perciben, padecen y pueden analizar con criterios propios. Para el historial del kirchnerismo puede significar una alteración de su paradigma y de muchas de sus rutinas institucionales. Las convenciones colectivas son un ejemplo clavado.

Hoy día –habrá que ver hasta cuándo y dónde– es indeterminado el valor de la moneda. La machaza apreciación del dólar venció las resistencias del Gobierno y hasta predicciones de sus antagonistas. Si no se tiene medida del valor del peso, todo tipo de contrato o negociación queda suspendido. Mucho más los que se conciertan para el mediano plazo.

En el comienzo del verano, desde el año 2004, se comienzan a tramar las paritarias. Surgen los primeros amagues, los regateos, reclamos de máxima, alardes. Esa situación regía hasta un par de semanas atrás. Hoy día está atrancada. Nadie puede hablar seriamente de negociar. El cronista recorrió el surtido espinel de sindicalistas y funcionarios concernidos. Todos asumen que se tocó la tecla de “pausa” y que los próximos días sólo serán de especulaciones. Mentales, se entiende.

La dinámica de las negociaciones fluctuó en esta etapa. En 2004 y 2005, con salarios aplastados y sindicatos todavía debilitados, el presidente Néstor Kirchner intervino, catalizando aumentos. Estos se sostuvieron luego, ya con gremios fortalecidos. En 2011, año electoral, se concretaron aumentos importantes. Desde 2012, el afán del Gobierno fue encauzar la puja distributiva, tratando de persuadir para “bajar la nominalidad”. No tuvo mayor éxito, la tendencia al alza se mantuvo. Vale aclarar, dato que suele minimizarse, que el Estado a veces es la patronal pero que en la mayoría de los casos la negociación es entre sindicatos y empresas privadas.

Esos vaivenes signaron, entre otros muchos factores, la relación del oficialismo con el secretario general de la CGT, Hugo Moyano.

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Hasta principios de enero había una referencia general para las primeras tratativas. Era un mix entre la inflación de 2013 y la presumida para 2014. La falta de credibilidad del Indice de Precios al Consumidor del Indec propicia la existencia de distintas varas: van desde las dudosas mediciones privadas hasta el improbable “índice del Congreso”, pasando por el changuito de Moyano. Los ojímetros, con todo, no arrojaban diferencias taaan grandes. Podría situárselas, redondeando mucho, entre el 20 y el 30 por ciento, según el color del cristal con que se mirara.

El frenesí de las cotizaciones oficiales y blue-negra desactualizó las mediciones sin reemplazarlas en absoluto.

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La demora que sobrevendrá es especialmente complicante para la paritaria nacional docente y sus sucedáneas en las provincias. Las negociaciones fracasaron en los dos últimos años, un bajón que sería infausto y cuasi terminal repetir.

Los cierres a último momento, casi encima del comienzo del año lectivo, son una rémora clásica. Claro que con las coordenadas actuales ningún acuerdo urdido con antelación conservaría vigencia.

Condicionada por los acuerdos logrados tras los motines-huelgas de las policías provinciales, la paritaria docente se entreveía complicada. Ahora sería descolgado “armar la mesa”. La demora prolongada complicaría a las provincias: la inversión educativa es una gran tajada de sus presupuestos e impacta en la de otros empleados del estado.

Si no se concluyen acuerdos antes del inicio de las clases se renueva la perspectiva, ya habitual, de paros en muchas provincias, lo que destartala la vida cotidiana de millones de familias de a pie.

Ese es otro motivo entre tantos para movilizar al gobierno nacional. El oficialismo –habituado a dominar el centro de la escena, acumular poder y dominar las variables– está compelido a recobrar iniciativa y protagonismo en contadas semanas, corriendo contrarreloj.

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