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El país|Lunes, 11 de agosto de 2003

1500 millones de dólares extra para los exportadores argentinos

El primer semestre fue record para el sector externo, cuyos precios de venta subieron un 11 por ciento. Sólo con éste perído se compensan con creces las tan odiadas retenciones impositivas.

Por Claudio Scaletta
Durante el primer semestre del año, los precios de los bienes que exporta la Argentina subieron el 11 por ciento en promedio. Con este último ajuste, los valores se encuentran por encima de su anterior record histórico registrado 10 años atrás. La mejora en los términos del intercambio significó para los exportadores un ingreso extra de 1500 millones de dólares. En otras palabras, sólo considerando las variaciones del primer semestre del año, el efecto precios compensó una gran parte de lo que el conjunto del sector ingresó por retenciones, el tributo ideado para que el Estado participe de la mejora cambiaria tras la salida de la convertibilidad.
En los mercados internacionales soplan buenos vientos para la Argentina, mejor dicho, para algunos de los que viven en ella. Más allá de los problemas provocados por el default y la devaluación, para los exportadores los datos no podrían ser mejores. Mientras los precios de los productos que el país importa cayeron el 1 por ciento en la primera mitad del año, los de las exportaciones no dejan de subir y acumulan un 11 por ciento en la comparación contra igual período del 2002.
Esta relación entre compras y ventas desde y hacia el exterior es lo que se conoce como “términos del intercambio”, los que se encuentran en las condiciones más favorables para el país desde 1993. Los datos corresponden a un pormenorizado estudio sectorial presentado en el último informe semanal de la consultora Ecolatina, la empresa fundada por el actual ministro de Economía, Roberto Lavagna, y que hoy dirige el economista Alberto Paz. Los buenos datos son también para los acreedores de la Argentina, ya que a través de los pagos del endeudamiento externo participan de los excedentes comerciales del país. En otras palabras, salvo aquellos para quienes el valor de los productos que se exportan termina siendo un costo, por ejemplo para los asalariados que destinan una parte significativa de sus ingresos a tales bienes, las buenas noticias son para todos.
La razón de tanta bonanza se debe, según Ecolatina, a la mayor demanda existente en las economías centrales. Una dinámica que se produce a pesar de la lenta expansión del producto mundial, el que este año sólo avanzará el 3 por ciento. No obstante, la experiencia muestra que los flujos comerciales crecen más rápido que el producto global. De acuerdo con cálculos del FMI (lo que obliga a tomar los resultados “con pinzas”), el comercio global aumentará el 4,3 por ciento en el 2003 y el 6,1 el año próximo. Esto significa que, en el peor de los casos, puede esperarse que las mejoras de precios se mantendrán. Salvo Brasil, país que enfrenta el desafío de resolver su problema de deuda sin que se desestabilice su economía, las expectativas de crecimiento de los principales socios comerciales de la Argentina se encuentran, para este año y el próximo, por encima de la media mundial. La única excepción sería la eurozona, cuyo producto está en relativo estancamiento.
Pero como bien destaca la consultora fundada por Lavagna, tan importante como el seguimiento del crecimiento de los mercados es el monitoreo de la evolución de los precios de los transables. En esta última tarea se encuentra que los “términos del intercambio” se ubicaron en el primer semestre del año un 3,8 por ciento arriba de su record de 1993. Traducido a divisas contantes y sonantes recibidas por los exportadores, esto significó ingresos extra por 1500 millones de dólares (en la comparación contra igual período del 2002).
Semejantes variaciones obligan a replantearse el crecimiento del 16 por ciento registrado en las exportaciones, ya que en términos de volúmenes físicos sólo crecieron el 5 por ciento. La diferencia del 11 por ciento es explicada por los precios. Si los datos se consideran en perspectiva, se trata de una mala noticia sobre la capacidad productiva local, pues apesar de la fuerte señal de precios y de la mejora de competitividad (ficticia en términos ortodoxos, pero muy concreta en términos de costos) el crecimiento en volúmenes físicos fue relativamente modesto. El tema es aun más preocupante cuando se observa el aumento del 38 por ciento en las importaciones, donde el incremento de cantidades del 39 por ciento fue apenas atenuado por una disminución del 1 por ciento en los precios.
En el panorama sectoriales, dejando de lado los combustibles cuyo valor creció el 25 por ciento (el crudo lo hizo el 32 por ciento), el mejor desempeño fue para los productos primarios, pues sus precios se incrementaron en el semestre el 19 por ciento. Dadas las tediosas y persistentes quejas de los autodenominados “hombres de campo”, no está de más insistir en que solamente con el extra recibido por esta suba de precios compensaron casi totalmente lo pagado por retenciones. Los productos primarios representan el 27 por ciento de las exportaciones totales, alrededor de 4 mil millones de dólares.
Las manufacturas de origen industrial y agropecuario registraron aumentos más modestos del 2 y el 9 por ciento. Las MOI, a pesar de la débil mejora de precios, redujeron sus volúmenes de venta en el 3 por ciento.
Las MOA, que representan el 31 por ciento del volumen exportado en el semestre, tienen como componentes principales a los aceites, que registraron ventas por 1400 millones de dólares, y a los residuos de la industria alimentaria, que representan otros 1500 millones. Ambos ítem suman el 64 por ciento de las exportaciones del rubro. Cabe destacar que, en el caso de las MOA, el efecto precios prácticamente duplicó al 5 por ciento pagado en concepto de retenciones.
Si el objetivo de la política tributaria es no hacer recaer la carga impositiva sobre los sectores más vulnerables de la población (por la vía de los impuestos al consumo), cualquier opción que ponga el foco sobre una mínima redistribución del ingreso debería considerar entre sus principales alternativas el aumento de las retenciones, no su disminución.

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