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El país|Domingo, 28 de noviembre de 2004
UNA DURA SEMANA DE TENSION ENTRE KIRCHNER Y LAVAGNA

Sacarle el lustre al Pálido

Lunes y martes el Presidente estuvo más que ofuscado con su ministro. Hasta disfrutó de su derrape con el Bank of New York. La relación
se recompuso con una reunión de tres horas el miércoles. Pero no es inimaginable un escenario sin Lavagna para fin del verano.

Por Sergio Moreno
“Le sacamos el lustre al pálido. Se llevó el paredón por delante.” La frase fue dicha con cierto gozo, casi con alegría. La dijo el presidente Néstor Kirchner, a mediados de la semana que pasó. “El pálido” al cual hacía referencia era su ministro de Economía, Roberto Lavagna; “el paredón” que se habría llevado por delante sería la defección del Bank of New York a ser agente del clearing de los bonos en default por nuevos título en el canje de la deuda argentina. A pesar de que la génesis de la noticia era una pésima novedad para la Argentina, en el cenáculo del poder disfrutaron esa consecuencia secundaria, la patinada de Lavagna. El humor presidencial cambió desde el momento en que escupió la frase que abre esta nota; luego, la turbulencia amenguó después de la reunión de tres horas que ambos mantuvieron el miércoles pasado, tras la cual se informó oficialmente que el cronograma del canje sería aplazado hasta mediados de enero para realizarlo, además de en Buenos Aires, en todas las plazas internacionales posibles. Sin embargo, a comienzos de esta semana, se escuchó sugerir a Kirchner por primera vez la chance de que en un futuro el ministro de marras podría dejar el Gabinete. “Ahora lo necesito”, dijo, infiriendo que a todo ahora le corresponde un después.
Kirchner sufrió con las malas noticias llegadas desde Italia (la Consob –la bolsa de valores italiana– pedía más tiempo para aceptar la oferta argentina de canje) y desde Nueva York (la renuncia del banco citado) estando en San José de Costa Rica el viernes de la semana pasada. Desde allí, dictó un comunicado que fue ejecutado por Lavagna a pie juntillas. En él se decía que el cronograma seguía adelante en Buenos Aires y que se aplazaba en las otras plazas. Fue una mala maniobra. Kirchner preveía la posibilidad de que los italianos jugasen una mala pasada, estaba en los planes de todos, pero no esperaba la retirada del BNY. Desde la Casa Rosada salieron a culpar a Lavagna por el derrape, que atrasaría toda la delicada ingeniería del canje y obligaría a aplazar el reinicio de las conversaciones con el Fondo Monetario Internacional –a efectos de no superponer ambas negociaciones y que la segunda no influya negativamente sobre al primera–, tal como terminó ocurriendo. No hubo en Balcarce 50, entre lunes y martes, quien dijese algo a favor del vecino de la calle Hipólito Yrigoyen. Sí, en cambio, quien le achacara impericia y hasta levedad.
Sidra y pan dulce
En esos días fue presentada la canasta navideña K (el incremento en las asignaciones familiares y las retribuciones extraordinarias para jubilados, pensionados y beneficiarios de planes sociales), presente social en cuya confección –se encargaron de aclarar desde la Casa Rosada– no participó Lavagna. En Economía negaron que haya sido tal como bocinaron frente a la Plaza de Mayo. Armando Torres, vocero del ministro, dijo a Página/12 que “Lavagna intervino en todo, en todo lo que tuvo que intervenir. Que no haya estado en el anuncio oficial no significa nada. Nadie puede decir responsablemente que él no tuvo participación”.
Sin embargo, en los despachos principales del primer piso de la Rosada contradijeron al vocero ministerial. “El paquete navideño lo hicimos contra la voluntad de Lavagna, él se oponía a que lo hagamos”, sentenciaron, despiadados.
El anuncio fue presentado en su momento por el jefe de Gabinete, Alberto Fernández (centro de las acusaciones de Lavagna sobre filtraciones de información económica), y el ministro de Trabajo, Carlos Tomada. “Lavagna se enteró mirando la televisión”, estimó un cotidiano confidente de Kirchner ante este diario. En Economía sostienen que hay mala fe en la transmisión de estos pareceres.
La canasta navideña K es un ejercicio de transferencia de 1000 millones de pesos en un mes a los sectores más necesitados de la sociedad. El cuadro que se adjunta muestra el desglose de dicha distribución por deciles de perceptores de ese ingreso –siendo el 1 el más postergado y el 10 el de mayores ingresos– y los montos percibibles antes y después del anuncio de las medidas. El impacto de los aumentos sobre la actual, injusta y hasta ahora intocada estructura distributiva de la Argentina ha sido considerable para un mes.
En esta transferencia de ingresos, “nada tuvo que ver Lavagna”, aclaraban con saña en el Gobierno, a inicios de la semana.
Humores
El lunes y el martes fueron días aciagos para Lavagna. Su relación con el Presidente presagiaba un final incierto. Las frases que dan comienzo a esta nota son elocuentes. Sin embargo, desde algún lateral del Gobierno se intentó morigerar la andanada contra quien es uno de los pilares de la administración. “En la estrategia sobre el tratamiento de la renegociación de la deuda no hubo asintonía entre ambos”, sugirieron desde las filas presidenciales. La frase no contradice a lo que ocurrió: en un comienzo, ambos consideraron mantener el cronograma a pesar de lo ocurrido en Italia y Nueva York; posteriormente ambos coincidieron en que sería menos doloso postergar hasta mediados de enero el inicio del canje y unificar la oferta en la mayor cantidad de plazas financieras posibles.
En el Palacio de Hacienda supieron resistir la andanada. Uno de sus habitantes, consultado por este diario, calificó lo ocurrido entre el Presidente y su ministro como “tensiones”. “Preferiría hablar de tensiones propias de la naturaleza del trabajo, el término pelea no es correcto”, sostuvo el confidente de Página/12, para quien los últimos sucesos en la arquitectura del canje eran previsibles en el marco de la compleja negociación. “Es la más grande de todos los tiempos; nunca hubo una negociación ni un negocio de 100 mil millones de dólares”, ilustró. “Hay que tratar con muchos actores, alguno te puede fallar. De ahí a hablar de impericia... quienes pretendieron que esto era por impericia lo hicieron de mala fe”, se defendió la fuente.
El contertulio de este diario quiso dejar claro que las hostilidades –que él prefiere seguir llamando tensiones– no fueron fogoneadas desde Economía. “Mire, ahora la relación está bien. El Presidente es el Presidente, él manda, él decide, él define. Ahora bien, nosotros no le agregaremos tensión al tema”, descargó.
Actitudes
La actitud del ala política del Gobierno cambió desde el miércoles, tras la reunión de tres horas citada anteriormente. Los hombres de la Rosada, fieles al cambio de humor presidencial, salieron a pintar un nuevo escenario. Es una dinámica corriente, que muchas veces, quizá demasiadas, juega en contra de los resultados de la gestión y de la política del Gobierno.
Es habitual que desde el pináculo oficial se creen situaciones de derrota en escenarios donde, con alguna mayor prudencia y paciencia, sería impensable obtener otra cosa que victorias. Los ejemplos abundan. Sin ir más lejos, los anuncios sobre potenciales inversiones chinas y la canasta navideña K quedaron minimizados por los ruidos generados desde la propia Casa Rosada. De no haber mediado un goteo informativo excesivamente triunfalista, ambos episodios quedarían fuera de toda crítica. Lo mismo ocurrió con el canje de la deuda: era absolutamente previsible que, cuando se acercase el momento del lanzamiento, las zancadillas se multiplicaran. Ocurrió, pero una vez más, desde el propio Gobierno se había transmitido una sensación de caso felizmente cerrado falsa y contraproducente ante cualquier traspié, como el que previsiblemente ocurrió.
Con Lavagna pasó lo mismo. Desde el mismo miércoles, en el Gobierno hablan de un regreso de la concordia entre el Presidente y el ministro de Economía. Cuentan que la relación está bien, y que ambos trabajan hombro a hombro, con la fina sintonía con que lo venían haciendo hasta la semana pasada, antes de la huida del BNY. El propio Kirchner lo destacó el viernes, en Trelew y, ese mismo día, Alberto Fernández dijo públicamente que no hay ripios en la relación con el ministro. Sin embargo, a principios de semana la crítica hacia Lavagna fue feroz. Poco puede aportar esa saña a la resolución de la negociación en curso sobre la deuda, complicada e incierta.
La resaca de este episodio deja la certeza de que Lavagna no es inamovible del gabinete. Eduardo Duhalde se dio cuenta y el jueves pasado salió a defenderlo públicamente, nominándolo como sostén fundamental de este gobierno. No es un hecho, no está decidido y hoy el pensamiento de Kirchner más bien apunta en sentido contrario pero, a partir de ahora, es posible imaginar el escenario de una Argentina que en febrero tenga un desocupado más.

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