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El país|Sábado, 11 de diciembre de 2004
LA CONFERENCIA DE REBECCA
GOMPERTS DESPUES DE LOS INCIDENTES

“Vamos adonde nos invitan las mujeres”

Por Soledad Vallejos
“La pregunta es: ¿por qué, ante tantas muertes de mujeres causadas por abortos clandestinos, los defensores de la vida se oponen tanto a la legalización del aborto? Esos mismos defensores de la vida son los que bautizaron a esta mujer como la ‘Dra. Muerte’ y al barco de Women on Waves como ‘el barco de la muerte’. Pero yo prefiero hablar del barco de la vida y presentarles a Rebecca Gomperts, la Dra. de la vida.” Con esas palabras, y con los murmullos de las diatribas opositoras al encuentro y empujones sofocados apenas por una puerta de vidrio, a algunos metros la legisladora porteña Noemí Olivetto (Autodeterminación y Libertad) dejaba atrás cerca de cuarenta tensos minutos de espera y cedía el micrófono a la holandesa.
“Women on Waves se inició en 1999 –comenzó Gomperts–, cuando montamos la clínica móvil en un barco en el que viajamos a distintos países solamente por invitación de ONGs de mujeres. No infringimos ninguna legislación nacional: una vez que las mujeres que desean abortar están a bordo, navegamos hasta dejar atrás las aguas territoriales (12 millas), de manera que cuando estamos en aguas internacionales el barco es territorio holandés. De acuerdo a la legislación holandesa, una mujer puede tener un aborto medicamentoso, con misoprostol. Una vez en aguas internacionales, hay legalidad para administrar esa píldora.”
En un castellano esforzado pero comprensible, y con el apoyo de fragmentos de noticieros que cubrieron las acciones del barco “Aurora” en Polonia, Irlanda y Portugal, además de fotografías y diapositivas, Gomperts analizó las principales causas de los embarazos no deseados (violación, no acceso a los anticonceptivos por motivos culturales, económicos o por falta de disponibilidad y fallo del anticonceptivo). “En el mundo se registra una muerte por complicaciones derivadas del aborto cada seis minutos. Y en los países con legislación más restrictiva, los porcentajes no son menores. Pero las mujeres que se lo hacen guardan silencio, se creen a sí mismas como excepciones y no pueden evitar el peso de la vergüenza por hacer algo ilegal. Sin embargo, ese mismo silencio y esa misma vergüenza son las que garantizan la clandestinidad.”
Tras fechar el momento a partir del cual la Iglesia y Occidente comenzaron a identificar el inicio de la vida con el momento de la concepción y, por lo tanto, penar el aborto (a partir de 1896, tras un documento de Pío IX), Gomperts recordó que desde la década del ’70, y gracias a la prédica de los derechos humanos, en países como Inglaterra y Estados Unidos empezó a surgir una política legalizadora, aunque un 25 por ciento de la población mundial vive en países donde continúa la prohibición. En ese marco, se sirvió de comparaciones estadísticas para demostrar el bajo riesgo para la vida de las mujeres que implica la legalidad (“un aborto legal es más seguro que jugar al fútbol, que usar tampones, que andar en moto o en auto”), puesto que “la muerte es innecesaria al haber un método seguro: la píldora”. Es decir, el misoprostol.
A la exposición siguieron las preguntas del público, un auditorio mermado por el piquete “provida” en el que, sin embargo, también hubo una leve presencia de personas opositoras a la interrupción legal del embarazo (sus preguntas: “¿por qué no es un crimen?”, “¿se siente muy poderosa al matar inocentes?”). “¿Cómo logran en Holanda tener un índice tan bajo de abortos?”, fue la primera cuestión, a la que Gomperts respondió que “con educación sexual y acceso a anticonceptivos garantizado por el gobierno”; “¿cómo se financia el barco?”, “se alquila uno para cada campaña porque no tenemos uno propio, y cada alquiler se solventa con aportes de particulares de todo el mundo”; “¿los abortos en el barco son gratuitos?”, “sí, porque sabemos que las mujeres que vienen no están en condiciones de pagar por ellos, y además es una situación en la que deben juntar coraje porque la presión, debido a la prensa, es mayor”; “Si el barco finalmente llega, ¿cómo llegamos hasta él?”, “el barco tiene que poder entrar al puerto, eso siempre tiene que pasar, porque cuando estamos en el puerto damos información. Y si hay mujeres que quieren realizarse un aborto, el barco sale hasta aguas internacionales y después regresa”.
De todas maneras, Olivetto remarcó que el barco sólo podrá venir en caso de que el debate esté instalado, y no sólo por un esfuerzo unilateral de WOW. En la platea, militantes feministas de la primera hora como Dora Coledesky alternaban con chicas jóvenes e integrantes de ONGs porteñas y del interior que tratan distintas problemáticas de género, mientras la ex diputada María José Lubertino proponía que se comenzara por reglamentarlo en la ciudad de Buenos Aires.
Afuera de la sala C, la guardia de infantería había procurado un cordón de uniformados para evitar nuevos enfrentamientos cuerpo a cuerpo, aunque eso no podía frenar los cánticos que intercambiaban quienes habían escuchado a Gomperts y quienes habían intentado que la charla no se llevara a cabo. En el lobby del C. C. San Martín, frente a las cámaras de televisión, la directora del Centro, Victoria Alcaraz, anunciaba la suspensión de la segunda conferencia de la holandesa. Luis Zamora se lo reprochaba acaloradamente. Gomperts, con la misma tranquilidad que la acompañó a lo largo de la exposición, se asomaba por las escaleras tapizadas de panfletos “provida” para ver por sí misma la agitación que su presencia había despertado. En el mismo momento, dentro de la sala, Noemí Olivetto afirmaba que la conferencia de hoy se realizaría tal como estaba previsto, a las 19.

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