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El país|Sábado, 5 de noviembre de 2005
EL PRESIDENTE VENEZOLANO HABLO MAS DE DOS HORAS ANTE UN ESTADIO LLENO

“Está muerto el ALCA, acá está la tumba”

Hugo Chávez realizó su discurso contra el ALCA y por el ALBA ante una multitud heterogénea en el estadio mundialista. “Me voy a la otra cumbre, voy a llevar las palabras de ustedes”, dijo. Cantaron Silvio Rodríguez, Daniel Viglietti, Amaurí Pérez, Vicente Feliú y Víctor Heredia.

Por Eduardo Tagliaferro
Desde Mar del Plata
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Chávez hizo un conjuro indígena contra el mal tiempo y sopló tres veces al micrófono. “Te amo Argentina”, exclamó.
“Me voy a la otra cumbre, voy a llevar las palabras de ustedes”, dijo a modo de despedida después de citar una definición de José Martí con la que había insistido a lo largo de las casi dos horas y media que duró su discurso: “Llegó la hora de la segunda independencia de los pueblos”. Momentos antes del comienzo oficial de la IV Cumbre de las Américas y cuando las delegaciones de los 34 países de América latina empleaban su tiempo en reuniones bilaterales, el presidente venezolano Hugo Chávez se plantó como la alternativa a la propuesta norteamericana de crear un Area de Libre Comercio (ALCA). Lo hizo insistiendo con su iniciativa de crear una Alternativa Bolivariana para los pueblos de América (ALBA) y también con la fortaleza que le da ser el país poseedor de la mayor reserva petrolera y el octavo en las reservas de gas como el mismo subrayó. A esa altura el sol llegó para reparar un frío intenso y una llovizna persistente que no pudo con el ánimo festivo y militante de la multitud que llenó el estadio mundialista de Mar del Plata.
La despedida igualmente no fue sencilla. Uno a uno, Chávez fue saludando a los organizadores del acto con el que se repudió la presencia de George W. Bush, bajo la sigla Argentinos por la Patria Grande. El titular de Asamblea Nacional de Cuba, Ricardo Alarcón; el diputado Miguel Bonasso, Diego Armando Maradona, la titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, ocupaban la primera fila del encuentro. Más atrás se podía ver a Teresa Parodi, Mirta Busnelli y Leonor Manso. En un costado estaban los invitados de la Cumbre de los Pueblos, el Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, Nora Cortiñas y Mirta Valle, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.
Los más de 30 mil personas que colmaron el estadio llegaron luego de marchar durante cerca de 26 cuadras. La lluvia dio un breve descanso a la multitud que la había enfrentado en el trayecto que va desde las avenidas Luro e Independencia hasta el mundialista (ver aparte). Las banderas celestes y blancas de distintas localidades de Barrios de Pie y de la Federación de Tierra y Vivienda se entremezclaban con las cubanas, con las venezolanas, con las rojas con letras blancas de la central sindical brasileña de trabajadores (CUT), con la del sindicato de los telefónicos, Foetra Capital, con las pecheras azules de la CTA, con las banderas de Movimiento Evita, que se empeñó en hacer escuchar la marcha peronista.
Los integrantes de la Cumbre de los Pueblos se fundieron en el estadio con la multitud que llenó el césped y las tribunas. “Quien quiere morir vende a un solo pueblo, quien quiere salvarse vende a más de uno”, dijo el locutor Quique Pesoa, leyendo una cita que José Martí formuló en 1889. La música se alternó con la presentación de los personajes que estaban en el palco. Todos ubicados debajo de una inmenso estandarte con el retrato del guerrillero Ernesto Che Guevara, uno de los más vivados durante el acto. Comenzó tocando el chileno Francisco Pancho Villa. Luego lo hizo el cubano Amaurí Pérez. Aquí Pesoa recordó que Silvio Rodríguez supo definir a Amaurí como el primer juglar de la nueva trova. Siguió el cubano Vicente Feliú, y luego llegó Silvio Rodríguez, lejos el más esperado por la multitud. “¿Qué día toca Silvio?”, solían preguntar los vecinos al estadio, desde que comenzaron las actividades en el mundialista.
Los números musicales se alternaron con la presentación de las personalidades que se encontraban en el palco. Se destacaron las participaciones del ministro de Cultura de Cuba, Abel Prieto, y del cantante Daniel Viglietti. Silvio ya había ocupado su silla cuando un tumulto no dejó dudas de que Chávez estaba ingresando.
La lluvia castigaba con fuerza cuando Pesoa presentó a la indígena ecuatoriana Blanca Chancoso. Saludó primero en quechua y luego encastellano. Fue la encargada de leer las conclusiones de la III Cumbre de los Pueblos. Chávez pidió copias del documento para entregarle a sus pares latinoamericanos en la otra Cumbre. “Debés amar la arcilla que está en tus manos”, comenzó Silvio. La lluvia seguía golpeando fuerte. Rodríguez le cedió la guitarra a Viglietti, quien dijo “si usted no se ha puesto a pensar que la tierra es de nosotros o es del que tenga más”. Volvió Silvio para invitar a Víctor Heredia. Junto a Amaurí Pérez, se despidieron con Cita con Angeles. Las tribunas reclamaban la presencia de Chávez.
El venezolano no se hizo rogar. Se paró frente al atril y emprendió un exorcismo contra el mal tiempo. “Blanca Chancoso me dijo que la lluvia se la espanta soplando tres veces al aire”, comentó mientras soplaba el micrófono. Con aires de maestro de ceremonia presentó a quienes lo acompañaban. Lo invitó a Maradona a saludar al público. Lo llamó El Pibe de Oro. “Los quiero mucho. Argentina es digna, echemos a Bush”, fue el breve saludo de El 10. El venezolano saludó a Bonasso, a Edgardo Depetris, a Luis D’Elia, muy silbado desde los cuatro costados. Igual que otras veces en que habló ante los argentinos, comentó que cuando estaba llegando al estadio, le acercaron un teléfono y del otro lado de la línea estaba Fidel Castro. Contó que el presidente cubano estaba siguiendo las transmisiones del acto y que para despedirse dijo: “Viva el Che, carajo”.
Por su largo discurso desfilaron los próceres de la independencia americana. Destacó la necesidad de una segunda independencia. “El ALCA está muerto, hay que enterrarlo”, exclamó. “En Mar del Plata está la tumba del ALCA”, insistió. Luego vaticinó que el próximo entierro sería el del capitalismo. Advirtió que ni las ideologías habían muerto, como alguna vez afirmó el japonés Fukuyama, ni tampoco el socialismo. “El socialismo y las ideologías estaban de parranda”, dijo ante una risa masiva. A Carlos Menem le dedicó unas palabras por haberlo llamado populista. “El que se mete conmigo puede salir espinado, decimos en Venezuela. Yo le digo a Menem, entreguista, bastardo, cipayo.” Se despidió dando fe de argentinidad. “Que viva la patria de San Martín, del Che, la patria de Perón, de Evita. Te amo Argentina”, dijo y salió para la cumbre, donde lo esperaban los presidentes latinoamericanos, salvo Fidel Castro, su principal amigo.

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