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El país|Miércoles, 8 de marzo de 2006

El Gobierno eligió la cautela y el silencio

La Rosada se movió en apoyo a Ibarra. Luego del veredicto, se mantuvo en silencio. Sólo D’Elía habló de “golpe de Estado”.

Por Diego Schurman
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El presidente Néstor Kirchner, ayer, en el Salón Blanco.

La destitución de Aníbal Ibarra provocó la reacción pública de un solo funcionario de las entrañas del Gobierno. Fue la del subsecretario de Tierra para el Hábitat Social, Luis D’Elía, y habitual vocero oficioso de Néstor Kirchner, quien alertó sobre un “golpe de Estado a la ciudad”. Después de esa frase, únicamente se escuchó el silencio cauteloso de una Casa Rosada que ayer empezaba a hacer cálculos sobre el futuro del kirchnerismo en la ciudad.

Kirchner podrá refugiarse en la postura de “prescindencia” que, según proclamó el ministro del Interior, Aníbal Fernández, adoptó el Gobierno. Pero en las últimas semanas el Presidente realizó señales y gestos inequívocos de apoyo al ahora destituido jefe de Gobierno porteño.

Uno de ellos fue el promocionado “amigo Aníbal” que le dedicó a Ibarra en un acto en la Casa Rosada. El otro, la solicitada del Frente para la Victoria (FPV) firmada por legisladores nacionales. Resulta difícil imaginar que el texto de apoyo al ibarrismo se redactó sin el consentimiento del máximo referente del Frente. Menos si quien se encargó de recolectar las firmas para esa solicitada fue el senador santacruceño Nicolás Fernández.

De todos modos, sectores del kirchnerismo tomaban ayer distancia de esa mirada y difundían argumentos políticos no sólo para salir del paso sino incluso para transformar el veredicto en un triunfo. Señalaron, por ejemplo, la conveniencia de una ciudad sin Ibarra. “Si no había destitución, la próxima marcha de los familiares (de Cromañón) iba a ser a la Rosada”, alertaron sobre lo que imaginaron como un escenario futuro posible.

“Kirchner, evidentemente, jugó en una dirección. Y en ese sentido puede leerse como una derrota. Pero no una derrota tan mala, porque quien queda a cargo de la ciudad es un peronista (por Jorge Telerman); la ciudad no quedó en manos de la oposición”, evaluó un pragmático e influyente kirchnerista.

Está claro que uno de los que alentó con mayor énfasis una sociedad con Ibarra fue Alberto Fernández. El jefe de Gabinete nunca ocultó su deseo de colaborar con el ahora destituido jefe de Gobierno, amén de sus inocultables diferencias con Telerman, con quien de todos modos tomó contacto anoche, al igual que el ministro de Planificación, Julio De Vido (ver página 7).

En su carácter de titular del PJ porteño, sobre Fernández recayeron ayer la mayoría de las miradas. En privado lo responsabilizaron por no haber podido encolumnar al trío de legisladores K que integraron la Sala Juzgadora. De hecho, ninguno de los tres votó lo mismo que el otro: Sebastián Gramajo apoyó la absolución; Helio Rebot, la destitución; y Elvio Vitali se abstuvo.

Ni siquiera algunas gestiones oficiales, a través del diputado Jorge Argüello, lograron homogeneizar la postura kirchnerista. Argüello, a quien supuestamente remite Rebot, era parte del dispositivo para torcer el voto de ese legislador díscolo. No logró su objetivo. “En la ciudad no somos gobierno ni oposición. Con Telerman podemos recuperar la gestión. Y en dos años ganar”, dijo Rebot en una reciente comida con otros hombres K.

En ese marco, resultó inevitable que se atizara la interna oficial. Si la caída de Ibarra es un costo político para Fernández, al mismo tiempo puede resultar una ganancia para otros kirchneristas, como aquellos que se cobijan bajo el ala de Carlos Zannini y De Vido.

El secretario de Legal y Técnica y el ministro de Planificación vienen dando muestras de su intención de expandir sus alcances políticos y han escenificado un desembarco en la Capital con el nombre Compromiso K. Semanas atrás, esta agrupación no ocultó sus deseos de tender puentes con Telerman e, incluso, de pensarlo como candidato del kirchnerismo a jefe de Gobierno en 2007. En su acto debut en suelo porteño, referentes deCompromiso K tampoco ahorraron críticas a Fernández, reclamándole la apertura del PJ.

Esa interna que comenzó a quedar reflejada a través de los medios aceleró una orden de más alto nivel para que las acciones de Zannini y compañía dejaran de promocionarse como una afrenta a Alberto Fernández. Pero anoche, una vez conocido el veredicto, reverdecieron los cruces y los pases de factura, obviamente, por ahora, en estricto off the record.

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