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El país|Martes, 16 de julio de 2002

¿Hay que pedir visa?

Por Daniel Goldman *

Recuerdo como si fuera hoy que el 18 de julio de 1994, después que la AMIA voló por los aires, el entonces presidente de la Nación envió sus condolencias al primer ministro de Israel.
Y también recuerdo que ese mismo año en uno de esos programas de televisión en donde se leen los mensajes telefónicos una tal Alejandra decía que le gustaría ver a los judíos en las calles defendiendo las causas de “nuestro país”.
Ambos recuerdos responden a la misma línea de pensamiento: los judíos no son como todos. Son extranjeros. Y ahora queda tan cristalizada esta idea que el Gobierno intentó añadir a ella la concreción de un reconocimiento legal, como un supuesto regalo para este 18 de julio: un embajador para “asuntos judíos”, lo que podría ser una elegante variante de la “cuestión judía” o, exagerando un poco, “la solución final”. El próximo paso debería ser la prohibición a los judíos de concurrir a las escuelas públicas, a usar los hospitales, o a negarles otros servicios básicos. Y esta película ya la vimos. No es la historia de un funcionario argentino que firmó un decreto. Es la de Hitler y Eichmann.
Ahora, volviendo a esta declaración de extranjería: ¿Cómo podría pasar el judío a naturalizarse como argentino? Como la tal Alejandra decía: los judíos deberían demostrar con actos concretos su amor a estas tierras. Podría exigírsele al judío, extranjero por cierto, un acto “plus” de argentinidad para ser nacional. Por ejemplo: convertirse a ser otra cosa, podría habilitarlo a ser argentino.
Este peligroso decreto es la reacción de la típica mentalidad autoritaria y xenófoba, que ya se manifestó en la Semana Trágica, en el ejército pseudo-prusiano del general Uriburu durante el golpe del ‘30, en las filas de Tacuara y en los años de la dictadura en los que al secuestrado judío se le aplicaba una tortura “plus” por su propio y riesgoso asunto y condición.
La imposición de un embajador para “asuntos judíos”, en principio suspendida recién ayer, permite comprender mejor que la ideología remanente del gobierno militar del ‘76 es parte del mismo caldo de cultivo que permitió que en el ‘94 muriesen 86 seres humanos y que todavía continúa caminando sin vacilar en este doloroso 2002.
El decreto que el canciller ahora promete cambiar muestra algo: es la esencia de la propia libertad y democracia la que se pone en peligro. Reaccionemos antes que haya que pedir visas para quedarnos en nuestro propio país.

* Rabino de la comunidad Bet El.

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