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El país|Miércoles, 14 de febrero de 2007
MARIA RACHID Y CLAUDIA CASTRO, LA PAREJA QUE QUIERE CASARSE

“Que el Estado reconozca nuestro amor”

Por Andrés Osojnik
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Las dirigentes de La Fulana, María Rachid y Claudia Castro.

“Las familias gays y lesbianas ya existen. Lo que estamos buscando es que se reconozcan.” María Rachid tiene 32 años y hace ocho que milita en la organización lésbica La Fulana. Cuando en la entidad celebraban el primer año de vida, apareció Claudia Castro, ahora de 31. Y se enamoraron. Desde entonces son compañeras de militancia y de vida. Ya se unieron en el Registro Civil de la ciudad de Buenos Aires, el 21 de agosto de 2003. Y hoy dan el puntapié inicial a la batalla por lograr el matrimonio. Para ellas y para todos los gays y lesbianas del país.

–¿Qué significó la unión civil para ustedes?

C. C.: –En mi caso fue muy importante para que la gente y sobre todo mi familia creyeran en nuestra relación. Nosotras ya éramos pareja antes de eso, pero para muchos había que ponerle un nombre. Parecía que si no estaba reconocido estaba mal, había algo que no andaba.

M. R.: –En la vida cotidiana nos dio legitimidad. En el aspecto social fue un gran avance.

C. C.: –Yo soy de La Plata. En mi barrio me veían con María desde hacía cuatro años, cuando iba a la casa de mi familia. Pero nunca nadie me dijo nada. Después de la unión civil, como salimos en los medios, la gente se acercaba para felicitarme, darme apoyo, que tuviera éxito en la inseminación.

–¿Inseminación?

M. R.: –En aquel momento estábamos buscando el embarazo de Claudia por inseminación. Lo habíamos contado públicamente. Luego lo tuvimos que suspender por problemas clínicos. Cuando se solucionen, lo retomaremos.

–¿Si ya están unidas “civilmente”, por qué quieren casarse?

M. R.: –Porque buscamos el reconocimiento del Estado de la existencia de nuestra familia. Un reconocimiento que nos otorgue derechos. Cuando ella tenga el bebé, no lo puedo inscribir en mi obra social, hacer que herede. Y si a Claudia le pasa algo, yo no tengo ningún derecho sobre ese bebé.

C. C.: –Somos personas que queremos nuestros derechos. No es justo. Yo estoy enamorada, mi papá y mi mamá se enamoraron y se casaron. ¿Por qué no puedo casarme yo? El matrimonio no va a hacer más importante nuestro amor, ni va a hacer que exista o que no exista. Lo que va a hacer el matrimonio es reconocer derechos. Leí un graffiti una vez que decía “Algunas personas pueden casarse dos o tres veces y otras que no pueden hacerlo ninguna vez”.

–¿Qué significaría el matrimonio para ustedes?

M. R.: –Creemos que el matrimonio es mejor que la unión civil. Pueden decir que con la unión civil nos dan los mismos derechos, solo que con otro nombre. Es como la época en que los afroamericanos eran discriminados en el colectivo. Decían “por qué protestan por tener que viajar atrás, si igual pueden viajar”. Esto es lo mismo. Lo que queremos es ser reconocidas como somos. El Estado no inventa lo que somos, pero le da legitimidad, reconocimiento. El matrimonio es un acto social, por eso es público. Lo que queremos es hacer público nuestro compromiso como lo hace un heterosexual.

C. C.: –Para mí significaría dignidad. Mi familia se sentiría más digna.

–¿Cómo prevén el debate y la aceptación social de la propuesta del matrimonio entre personas del mismo sexo?

M. R.: –Se avanzó muchísimo y hay mucho por hacer todavía. El Estado de ninguna manera puede decirnos de quién nos enamoramos y de quién no. ¿Quién nos puede mirar a los ojos y decirnos “porque elegís una mujer para amar vos no tenés derechos”?

C. C: –Una elige con quién compartir tu vida, con quién formar un proyecto de vida, porque la amás. Acá en la ciudad está más naturalizado, pero en el interior hay situaciones horrorosas. Creo que todo ayuda a combatir los prejuicios.

–¿Cómo será el día después de la presentación?

M. R.: –Seguiremos luchando con el amparo para que se avance hasta la Corte. Hasta que se nos reconozca ese derecho. Si es necesario, llegaremos a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Y además seguiremos impulsando el proyecto del diputado Eduardo Di Pollina, que equipara los derechos de unos y otros en el matrimonio.

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