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El país|Martes, 7 de agosto de 2007
COMPRA DE BONOS, INVERSIONES Y BALANZA COMERCIAL CON VENEZUELA

Una relación con un saldo favorable

Por Cledis Candelaresi

Antes de ingresar a la Casa de Gobierno, apenas bajó del helicóptero que lo trajo desde el aeropuerto, Hugo Chávez conoció los dos colectivos impulsados a GNC que la fabricante Tatsa estacionó frente a la Rosada con la anuencia del secretario de Transporte, Ricardo Jaime. Prototipos de una venta al país caribeño que podría sumar unas mil unidades. Sólo uno de los prósperos negocios que empresarios argentinos están montando al amparo de una cincuentena de tratados firmados con ese país y en el marco de una relación comercial bilateral que, al menos en los grandes números, pareciera favorecer a la Argentina.

Las exportaciones a Venezuela podrían trepar este año a unos 1000 millones de dólares, desde los 794 que alcanzaron el año pasado, básicamente por la exportación de leche, carnes y automotores. Si la referencia es el año 2002, el salto resulta más notorio, ya que por entonces los venezolanos compraban por 122 millones, monto casi ínfimo en relación con las cifras actuales. De un rápido vistazo a estos datos resulta un nítido desbalance: durante todo el 2006 Argentina compró por sólo 24,8 millones de dólares, fundamentalmente productos petroquímicos.

Pero esta primera mirada excluye un rubro crucial como es el del combustible importado por Buenos Aires para paliar sus deficiencias energéticas. Como el gasoil es el resultado de una refinación que no se hace en Venezuela, en las estadísticas oficiales aparece como de “origen indeterminado” y por eso el Indec no lo suma a lo comprado a la nación caribeña. Y las millonarias compras de fueloil, las de mayor envergadura, se registran en una cuenta independiente: la del fideicomiso integrado en abril de 2004.

Desde entonces, todo lo que Argentina paga por ese combustible –imprescindible para la generación de energía eléctrica en reemplazo del escaso gas– debe ser destinado por aquel país a la compra de productos locales. Con este paraguas se firmaron varios convenios de provisión, entre ellos los de venta de maquinarias agrícolas: uno de 113 millones de dólares y otro de 155, aún en vías de ejecución.

Según los registros de Cancillería, en tres años de existencia del fideicomiso administrado por el estatal Bandes, la petrolera caribeña facturó 564 millones de dólares, de los cuales Argentina pagó efectivamente 444. Eso sí, para los proveedores argentinos la única chance de aprovechar esa caja interesante es venderle algo al Estado venezolano a través de PDVSA que, a su vez, puede encomendar a cualquier otra repartición pública la compra. Así se despacharon a Caracas desde incubadoras o ascensores hasta carne.

Por esta vía o por la convencional, los negocios no dejan de multiplicarse. Tecnología Avanzada en Transporte Sociedad Anónima (Tatsa) está por poner en marcha la producción de un millar de colectivos a gas natural comprimido, mientras que los fabricantes locales de equipos de GNC van a instalar allá mismo talleres mixtos para abastecer un parque de coches privados y públicos que podría alcanzar 312 mil unidades en el 2009. Un proyecto compatible con la intención venezolana de modificar su matriz energética usando más gas que petróleo. Y algo tan concreto como la venta de know how para la producción agrícola que realiza el estatal INTA (Instituto de Tecnología Agropecuaria) o Los Grobo, la empresa agrícola de la familia Grobocopatel.

En su platillo de la balanza Chávez puede anotar tanto la actual provisión de fueloil a riguroso valor de mercado como la compra de bonos argentinos a tasa no solidaria. Desde 2005, Argentina vendió títulos de deuda por más de 4000 millones de dólares, colocación que se reforzará ahora con otros 1000 millones en tres tandas: una de 500 y dos de 250 millones. Aunque no resulta barata, esta asistencia financiera en el medio de una alteración de los mercados es para la economía local un bálsamo tan eficaz como el despacho de fueloil en plena crisis energética o la promesa de hacer llegar algo del abundante gas venezolano en el futuro, bien sea en su forma licuada, bien a través del ambicioso proyecto del Gasoducto del Sur. A qué precio es una cuestión por resolver.

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