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El país|Miércoles, 8 de agosto de 2007

Un acuerdo con el INTI que apunta a la industria

Chávez firmó con el INTI un acuerdo para la puesta en marcha de 56 empresas en Venezuela. Explicó que busca cambiar el modelo de “sultanato petrolero”. Mientras, los empresarios argentinos se quejan por “los cambios de reglas”.

Por Cledis Candelaresi
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Hugo Chávez recorrió una planta piloto de un establecimiento de carne en la sede del INTI.

Venezuela tiene el subsuelo sudamericano más rico en hidrocarburos, pero sólo cinco mil empresas industriales contra las 80 mil que existen en la Argentina. Este desbalance es quizás el principal sustento del acuerdo que ayer firmaron los dos países en Buenos Aires para que el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) ayude a Caracas en la puesta en marcha nada menos que de unas “cincuenta y seis empresas” en distintos rubros. “Será muy importante para crear una industria que cambie el modelo de sultanato petrolero”, se entusiasmó Hugo Chávez, durante la recorrida al predio estatal de Villa Martelli. Menos exultantes están los empresarios argentinos, que en los últimos meses empezaron a paladear la chance de hacer negocios vendiéndole a la nación caribeña, pero bajo condiciones que amenazan cambiar en forma drástica y, básicamente, sin la certidumbre de poder repatriar libremente las divisas invertidas.

El mencionado acuerdo fue suscripto entre el INTI y Corpidensa, la Corporación de la Industria Intermedia, entidad que depende del Ministerio de Industria venezolano y con capacidad tanto para fomentar una actividad como para desarrollarla por sí misma. Se prefirió mantener en reserva cuántos dólares cobrará el organismo argentino por este contrato. Pero su titular, Enrique Martínez, precisó que implicará desde el diseño global de cada proyecto al detalle, con la identificación de los equipos más convenientes para montar la fábrica en cuestión: aquí otra ventana por la que se podrían colar eventuales proveedores argentinos.

Al decir de aquel funcionario local, “Venezuela tiene que armar su tejido industrial casi de cero”, ya que le faltan hasta industrias tan simples como las de indumentaria. Sobre ese vasto escenario vacío, la propuesta local es transferir know how. Prioritariamente en elaboración de madera o procesamiento de legumbres pero también para el desarrollo de la industria metalmecánica. Una especie de plan maestro que debe estar listo a fin año.

Pero existe un punto neurálgico de este capítulo de cooperación binacional que aún está pendiente de definición y que depende de la voluntad política de la administración Chávez: el formato legal que tendrán aquellas nuevas empresas. Hasta ayer cualquier alternativa era válida. Podrían ser firmas íntegramente estatales. O mixtas, pero con mayoría venezolana. O binacionales íntegramente privadas, pero estructuradas sobre pautas que establezca la administración de aquel país. “Allá (en Venezuela) hay de todo: empresas estatales, mixtas, privadas y ahora de propiedad social, socialistas, que están naciendo en un modelo integrado creativo”, precisó ayer el mandatario. Es esta misma riqueza de opciones, y la incertidumbre implícita en ella, la que no permite todavía cantar hurras a los empresarios locales que miran esas chances con codicia, bien sea como partenaires extranjeros en un proceso de fabricación, bien como simples vendedores de insumos o equipos.

El paso de la comitiva chavista por Buenos Aires generó cierto ruido en la tribuna patronal doméstica. Tatsa, la empresa que el lunes recibió al presidente venezolano exhibiendo en las puertas de la Rosada dos prototipos del millar de colectivos que le planea vender, estuvo a punto de ver abortado el proyecto cuando los compradores hicieron saber que preferían hacer una licitación pública para la compra de esos coches. Finalmente, los buenos oficios de funcionarios kirchneristas habrían resucitado la alternativa original.

Algo similar les ocurrió a los proveedores de equipos de GNC, que esperan ansiosos la semana que viene para que la administración caraqueña aclare las condiciones para venderles o fabricar equipos en su territorio, que se habrían modificado desde la anterior visita, a principios de marzo. Los tiempos extensos para las definiciones y los virajes de criterio son las críticas más frecuentes que suelen hacer los hombres de empresa argentinos a aquella gestión. En caso de eventual asociación, a esto se suma la falta de garantía de disponer libremente de las utilidades que generen en territorio venezolano. Aun así, les sigue atrayendo la apuesta a aquel mercado, que se hizo más accesible gracias a la empatía política de los gobiernos.

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