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Escrito & Leído|Lunes, 21 de septiembre de 2009

La tierra es nuestra, tuya y de aquel...

Por Javier Lorca
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La tierra es nuestra, tuya y de aquel... Norma Giarracca y Miguel Teubal Editorial Antropofagia y Gemsal 245 páginas

“Mi tierra aparentemente no vale nada, pero vale mucho, vale oro”, dice un campesino de Chiapas. “No es sólo la tierra donde estoy sembrando o donde están criándose los animales, sino es la amplitud donde están los saberes, el tema del cuidado del monte, las yerbas medicinales, el agua, la territorialidad”, dice un miembro del Movimiento Campesino de Santiago del Estero. “Todo el pueblo, todo el mundo debe tener tierra para trabajar, se tiene que acabar que cuatro o cinco personas sean dueños”, dice un campesino venezolano de Barinas. “Nuestro objetivo ulterior es el cambio del modelo –afirma un dirigente del Movimiento de los Trabajadores rurales sin tierra de Brasil–. Se trata de un modelo que choca con el modelo de la reforma agraria. Es un modelo centrado básicamente en dos grandes pilares. El monocultivo y el mercado externo, un modelo orientado a la exportación. Estos dos pilares son elementos de concentración de la propiedad y la riqueza. En esas dos vertientes no cabe el pequeño, el campesino está afuera de eso. Al contrario, esas dos vertientes requieren cada vez más tierra para satisfacer una demanda creciente.”

Dispersas y obturadas a lo largo del continente, esas voces otras, de campesinos, indígenas y dirigentes sociales, son reunidas por Norma Giarracca y Miguel Teubal en La tierra es nuestra, tuya y de aquel... Las disputas por el territorio en América Latina. A través de una serie de entrevistas y fotografías realizadas por los compiladores y otros investigadores, el libro construye una reflexión crítica y sentida sobre la heterogénea trama de luchas y significaciones con que hombres y mujeres sostienen cotidianamente sus derechos sobre la tierra, con modos de acción que, si bien remiten a resistencias históricas, apelan también a nuevas formas de intervención política, asociadas, por ejemplo, a los movimientos ambientalistas y antiglobalización.

Desde México, Guatemala, Venezuela, Brasil y Argentina, los actores de esas luchas narran sus conflictos, sus formas de organización y de acceso a la tierra, las relaciones con el Estado, los problemas jurídicos, el rol de las mujeres y muchos otros aspectos de sus prácticas e identidades. La diversidad de experiencias que toman la palabra se enfrenta a un proceso común y extendido, una creciente mercantilización de la actividad agropecuaria y su reorientación hacia la economía mundial. Si para muchos el comienzo del siglo XXI supuso la abolición del campesinado y, consecuentemente, de los reclamos de una reforma agraria, La tierra es nuestra... muestra que la disputa no ha cedido, sino que se ha transformado y ampliado. “A diferencia de lo que ocurría en el siglo XX, estos movimientos no son únicamente movimientos en contra de una oligarquía terrateniente tradicional, dado que, en el actual contexto sociopolítico mundial, el carácter de las clases dominantes ha cambiado sustancialmente”, advierte Miguel Teubal. “La lucha por la tierra adquiere entonces otro cariz, otra perspectiva”: confronta con el modelo de la agroindustria y los agronegocios comandado por grandes corporaciones transnacionales.

La tierra es nuestra... es el cuarto libro de la colección “Universalismo pequeño. Experiencias de investigación” que publican en conjunto Antropofagia y el Grupo de Estudios de los Movimientos Sociales de América Latina. Los anteriores fueron Cuando el territorio es la vida: la experiencia de los Sin Tierra en Brasil, Tiempos de rebelión. “Que se vayan todos”. Calles y plazas en la Argentina: 2001-2002 y Cuando hasta las piedras se levantan. Oaxaca, México 2006. En todos ellos –que el capricho lector recomienda por igual– se deja leer un mismo espíritu de compromiso intelectual. Para los autores, “se trata de distinguir entre ‘objetividad y neutralidad’ de la manera en que nos enseña Boaventura de Sousa Santos. Objetividad porque tenemos metodologías propias de las ciencias sociales para tener un conocimiento que sea riguroso y nos defienda de dogmatismos, y al mismo tiempo vivimos en sociedades muy injustas en relación con las cuales no podemos, ni queremos, ser neutrales.”

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