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Espectáculos|Miércoles, 16 de octubre de 2002
LOS RED HOT CHILI PEPPERS ACTUAN ESTA NOCHE EN RIVER

Los clásicos-alternativos

Unas sesenta mil personas disfrutarán, si el tiempo lo permite, de la cuarta visita de una banda californiana, que ya parece local aquí.

Por Fernando D´addario
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Los Red Hot Chili Peppers aceptaron bajar su cachet para venir.
En un país de fidelidades populares que casi siempre han sintonizado mejor con el rock (en sus variantes stone, sinfo, punk, heavy, etc.) que con el pop (en sus infinitas variantes), los Red Hot Chili Peppers ingresaron al panteón de intocables desde su nunca declarada tercera posición: la de alternativos-clásicos. No habrá seguramente esta noche, en la cancha de River, banderas que delaten pertenencias suburbanas del tipo “Rafael Castillo con los Peppers”, ni se multiplicarán los cánticos futboleros para celebrar la epopeya; es evidente, de todos modos, la empatía (mutua) que existe entre la banda californiana y su cada vez más masivo público argentino que, a su manera, manifiesta su aguante.
Una semana atrás, ya no quedaban entradas disponibles para el show de hoy. Sesenta mil personas llenarán el estadio, después de haber pagado entradas a precios razonables (baratas si se establece como parámetro el dólar), favorecidos por la actitud de los Peppers, que rebajaron su cachet para incluir a Buenos Aires en su gira latinoamericana de presentación de By the way. Toda la situación describe los contornos de una simbología extraña, que ayuda a desentrañar (o al menos teje algunos caminos para lograrlo) la idiosincrasia cultural de este país. En una Argentina quebrada, en default, sin crédito, humillada por el FMI y por sus propias miserias, el público de rock no se resigna a perder su salvavidas de conexión con el primer mundo musical, la única globalización en la que cree.
El azar, la fatalidad y el efecto dominó de la crisis determinaron que aquel panteón generoso, construido pacientemente por la conciencia rocker nacional, se devaluara en forma irreversible: los idolatrados Rolling Stones volvieron a la ruta, pero la adorada Argentina de antaño perdió niveles de rentabilidad y quedó afuera de su itinerario. Los Ramones, que nunca terminaron de creer lo que les sucedía aquí, están separados, y su líder, Joey, muerto. La troupe de heavies que asoló estas tierras (Megadeth, Kiss, Sepultura, y siguen las firmas), esperará tiempos mejores para corroborar la devoción que aquí se les profesa. Lo de Roger Waters en febrero de este año fue un milagro retroactivo: había sido contratado antes de la devaluación.
El crecimiento cuantitativo de los Peppers en la Argentina acompañó, rara paradoja, la caída de la economía nacional. De sus primeros shows en Buenos Aires (diez mil personas en dos actuaciones en el Estadio Obras, 1993) queda el recuerdo de un calor sofocante y los chirridos sonoros de un guitarrista (Arik Marshall) que no pasará a la historia. Por entonces, los Peppers representaban lo contemporáneo: venían de editar el hiperexitoso Bloodsugarsexmagik y el mundo rockero celebraba hits como
“Under the bridge” y “Give it away”. Una tribu incipiente y heterogénea de heavies ideológicamente tolerantes, chicos alternativos dispuestos a sudar, neo punks y curiosos, comenzó a modelar el fenómeno, que fue afirmándose sin señales visibles que lo certificaran. No había (no hay) en la naturaleza de los Peppers ni en la de sus seguidores esquivos a las etiquetas, rasgos distinguibles que permitieran entrever el status actual de “banda de estadio”. El romance vivió una etapa intermedia en 1999, en el Luna Park (ya con el increíble John Frusciante de vuelta en el grupo) y una ratificación plena el año pasado, en Vélez, una memorable noche que deparó, para los amantes de la épica, el agregado de una tormenta de lluvia y viento.
Las condiciones del tiempo no prometen nada mejor para hoy. Si son lo suficientemente benévolas, los Peppers celebrarán su madurez (el bajista y alma del grupo, Flea, cumple 40 años, y su último disco parece orientarlos hacia cierta placidez) en la cancha de River. El costado más extremo del rock business bendice hoy otras músicas –el llamado ñü metal, por ejemplo– que ellos prefiguraron, y la pata alternativa también parecemirar para otro lado, pero su condición de clásicos argentinos los exime de tener que lidiar con las internas y las modas.

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