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Espectáculos|Martes, 3 de diciembre de 2002

El “cine negro”, o como analizar la sociedad desde una mirada crítica

Un ciclo del Malba dedicado propone desde el jueves un repaso de los mejores momentos de un género, hecho de luces y sombras.

Por Horacio Bernades
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Humphrey Bogart y Mary Astor en “El halcón maltés” (1941).
La película de John Huston es la piedra basal del “cine negro”.
Deriva de la literatura policial más dura, se lo conoce con nombre francés y alcanzó su apogeo en el cine estadounidense de los años ‘40 y ‘50. Pero el cine negro, o film noir, no sabe de épocas ni fronteras. El más perdurable y universal de los géneros cinematográficos permite poner en escena –en cualquier rincón del planeta– el poder del dinero sobre el individuo, la corrupción y decadencia social, el triunfo de la ambición, la traición y el crimen. Esa vigencia y universalidad podrán ser comprobadas a partir del jueves, gracias al ciclo de cine negro que se desarrollará en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. A lo largo de tres fines de semana sucesivos, el auditorio del Malba albergará un desfile de matones a sueldo, héroes desencantados, mujeres fatales y poderosos de pocos escrúpulos, entre luces y sombras tan contrastadas como las de la sociedad misma.
Como suele ocurrir en los ciclos programados en esa sala, esta nueva revisión del film noir permitirá asistir a su surgimiento, maduración y expansión, con una treintena de películas realizadas a lo largo de tres décadas en el mundo entero. Siguiendo un orden cronológico, la más antigua del ciclo es la misma que suele considerarse piedra fundacional del género: El halcón maltés. De 1941 y basada en la novela homónima de Dashiell Hammett, en la opera prima de John Huston aparece uno de los detectives esenciales del rubro. Se trata de Sam Spade, casi tan despiadado como los hampones a los que persigue, encarnado aquí por ese icono noir que es Humphrey Bogart. A lo largo del ciclo, Bogart reaparecerá en Huracán de pasiones (Key Largo, 1948, otra vez dirigido por Huston) y también en la notable y menos conocida Sin conciencia (The Enforcer, 1950, dirigida oficialmente por Bretaigne Windust y extraoficialmente por el notorio Raoul Walsh) y, en una veta próxima a la denuncia social, en La hora de la venganza (Deadline USA, 1952).
Si está Sam Spade también tenía que estar Philip Marlowe, el detective de Raymond Chandler, que curiosamente permanece casi invisible a lo largo de toda La dama del lago (Lady in the Lake, 1946). Es que a Robert Montgomery, director de la película, se le ocurrió hacer literal la narración en primera persona de la novela, de tal modo que lo que ve el espectador es lo que Marlowe ve. Por lo cual sólo es posible atisbar al héroe (personificado por el propio Montgomery) como sombra proyectada sobre una pared, o reflejado en algún espejo. Otro rostro que aparecerá reiteradamente es el muy macizo de Dana Andrews, que hace de detective en Laura (Otto Preminger, 1944), de fiscal en Crimen sin castigo (Boomerang!, 1947, uno de los films menos conocidos de Elia Kazan) y de periodista en Mientras duerme Nueva York (While the City Sleeps, 1956, Fritz Lang). En el seleccionado estadounidense que presentará el Malba conviene prestarle atención a películas poco vistas, como La ciudad cautiva (Robert Wise, 1952), Ciudad en tinieblas (Crime Wave, del recientemente fallecido André de Toth) y sobre todo a La ley del hampa (Underworld USA), visión anárquica y criminal, típica del venerado Sam Fuller.
En cuanto al seleccionado del resto del mundo, se impone destacar el compacto lote argentino, integrado por cinco títulos. Dos de ellos fueron dirigidos por el uruguayo Román Viñoly Barreto, a quien las enciclopedias no suelen dar el lugar que merece y que se lucirá aquí con su versión del clásico La bestia debe morir (1952), donde descuella el nunca bien ponderado Narciso Ibáñez Menta. También lleva la firma de Viñoly Orden de matar (1965), donde Jorge Salcedo hace de policía durísimo. La representación argentina se completa con tres grandes películas dirigidas por Carlos Hugo Christensen. La muerte camina en la lluvia (1948) es un divertimento policial que incluye investigación, crímenes y personajes exóticos, mientras que en No abras nunca esa puerta y Si muero antes de despertar (1952) se adaptan tres relatos de William Irish, con especialacierto de clima, narración e iluminación expresionista, a cargo del extraordinario Pablo Tabernero.

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