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Espectáculos|Sábado, 21 de diciembre de 2002

“La verdad es que prefiero que la gente desconozca mi historia”

El rockero Omar Mollo, hermano del lìder de Divividos, grabó su primer disco de tango, cuyos temas presentará esta noche en un solo recital, en el teatro ND/Ateneo.

Por Cristian Vitale
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Omar Mollo sigue liderando
el grupo MAM, que grabó
un disco en 25 años.
Cantar tangos no es una licencia nueva para el rocker Omar Mollo, líder de un grupo maldito, como MAM, que grabó un disco en veinticinco largos años de historia. Ya es un clásico, por ejemplo, verlo cantar Yira Yira en cada recital de Los Piojos. Sin embargo, parece que ahora va en serio, que cantar tangos será para él algo más que despuntar el vicio. Producido por la Nueva Dirección en la Cultura, el hermano de Ricardo editó un disco del género –Omar Mollo Tango– que, en verdad, no tiene desperdicios, sobre todo para aquellos jóvenes que ingresaron en el mundo del tango de la mano de los años finales de Roberto Goyeneche. “Peco de goyenechesco, porque el Polaco es lo que más escucho”, cuenta el guitarrista y cantante, hermano del líder de Divididos, Ricardo Mollo. “Seguro que los que los que no me conocen van a decir de mí ‘pero... se parece a Goyeneche”, pero me sale natural, no de postura. De hecho, también me influencian Julio Sosa, Edmundo Rivero y Angel Díaz.”
El disco consta de 13 clásicos entre los que se destacan, por sentimiento y polenta, Garúa (Cadícamo-Troilo). La última curda (CastilloTroilo) y Nostalgias (Cadícamo-Cobián) y será presentado esta noche en el teatro ND/Ateneo. “Carlos Buono, el director, me dejó todo servido para que pusiera la voz exacta, me dio el pase para que metiese el gol. Me sentí muy cómodo, como si hubiese estado tocando toda la vida con ellos”, dice Mollo, de 52 años, acerca de la banda que lo acompaña e integran Buono, en bandoneón; Juan Zunini en piano, Daniel Cucci en contrabajo y Pichi Sandri en guitarra. “El empresario Pepe Albistur me detectó haciendo zapping en el cable. Me mandó llamar y me dijo ‘tu proyecto es como el de Adriana Varela pero masculino. Te quiero dar una mano’.” Por eso grabé y por eso canto hoy en su teatro.
–Otro rockero que canta tangos, como Melingo...
–Sí. Todos los tangueros que me escucharon se asombraron. Vos podés cantar tangos, me dicen. Es que ellos no creen que los rockeros puedan hacerlo. Lo ven como un contraste poderoso, muy fuerte.
–¿En qué se basa la reelaboración que hace de los tangos clásicos?
–Suenan un poco más modernos porque tienen guitarra y piano eléctrico. Pero no hay diferencias radicales. Respetamos bastante la ortodoxia.
–¿Fantasea proseguir como cantor de tangos o va a seguir siendo el grupo MAM su propósito capital?
–Cantar tangos fue un desafío, porque toda la gente que está a mi alrededor hace mil años me viene diciendo “tenés que hacer un disco de tango antes de morirte. No sos un rockero con un hobby, sos un cantante de tangos”. Sin embargo, mi carrera con MAM y el rock and roll está a full. Y es lo principal.
–¿Podría suponerse que viró momentáneamente hacia el tango porque no le fue bien con el rock?
–Descartado. Este fue el mejor año para MAM. En enero vamos a un gran festival que hay en Córdoba y en febrero al Cosquín Rock –donde el año pasado fueron grupo revelación–. Vamos a tocar el último día con Los Piojos, que es el grupo que más convoca. Es más, diría que mi idea es tener plata para bancar a MAM. Como se sabe, acá son cinco los tipos que hacen plata con el rock. Por eso, hay que buscar recursos por otro lado.
Mollo grande se esfuerza por dejar en claro que sigue siendo un rocker por temple, historia y pertenencia. Recuerda que fue él quien prácticamente forjó a su hermano –al que le lleva 7 años– cuando tocaban juntos en Mente Alma Materia (MAM) allá por 1976. En esa formación también militaban Juan Rodríguez, ex baterista de Sui Generis, y Raúl Lagos en bajo. “Desde que tengo uso de razón luché para que mi hermano fuera la estrella. Yo le enseñé los primeros acordes, a estirar las cuerdas, etc. Al principio yo era el que soleaba, hasta que él agarró la guitarra y medediqué a acompañarlo. Le dije ‘vas a hacer la viola estrella de MAM’.” Su éxito fue mi satisfacción. Y digo con orgullo que también conseguí los primeros shows de Divididos en Halley. Salíamos con un Falcon a pegar fechas y teníamos que decir que eran ex Sumo, porque nadie los conocía todavía.
–¿Qué explicación da a las irregularidades que marcaron la historia de MAM?
–Mi locura, que explotó en 1980 y duró 12 años, un período que considero perdido en mi vida e imposible de recuperar. Fue mi culpa no haber sido constante, hasta el punto de perder toda credibilidad con aquellos que me apoyaban... La maldita bohemia y la papuchi fueron contra mi artista interior. Ahora, hace cinco años que estoy a full, intentando recuperar algo de lo que perdí.
–¿Por qué se refiere a la bohemia en esos términos?
–Porque para estar hecho en esta vida tenés que hacer lo que manda la sociedad, o irte a vivir a la montaña. Hoy estoy para la gente: me debo al aplauso porque vivo de él. Antes, en cambio, era un hippón y no la entendía así. Trato de ser el mismo humano de siempre, pero la otra parte la tengo que moderar y ponerme las pilas, porque quiero tener una vejez tranqui. Morirme a los 80 con un poco de plata.
–¿Cuál es la razón por la que MAM nunca pudo posicionarse medianamente bien en la escena del rock local, más allá de la larga pausa de 12 años?
–Te tiro un par de datos. En el primer MAM, después de hacer un Luna Park, el baterista se volvió loco y no quiso tocar más. Estuvimos probando batero por dos años. Por eso no llegamos a grabar nunca. Estábamos muy locos, ansiábamos la perfección o nada. Nos venían a ver Grinbank (Daniel) y Jorge Alvarez al sótano donde ensayábamos, porque se habían enterado que había un grupo que no salía de ahí. Tremendo. La última vez que salimos en Pelo me acuerdo que pusieron: “MAM, banda de rock pesado que desapareció inexplicablemente”. Todo mal. Ojo, igual doy gracias a Dios no haber grabado en esa época. La verdad es que prefiero que la gente desconozca mi historia.

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