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Espectáculos|Jueves, 20 de marzo de 2003

Una apuesta a representar “el desarraigo interno”

El actor Salo Pasik y la coreógrafa Silvia Vladimivsky cuentan como concibieron la obra de teatro-danza “El hombre”, que estrenan hoy en el C.C. San Martín.

Por Hilda Cabrera
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“Se habla mucho de la crisis del cambio. Nosotros traducimos esa crisis como precipicio”, cuentan los autores-directores.
¿Cómo ponerle palabras y coreografía al “desarraigo interno”? El actor Salo Pasik y la coreógrafa Silvia Vladimivsky hallaron en El nombre, pieza de teatro-danza de la que son autores y directores, una forma de expresar “la licuación de la identidad y la falta de esperanzas en el habitante urbano”. En el origen de la obra está Otros tangos, espectáculo que presentaron la temporada pasada en homenaje a Astor Piazzolla, integrando el grupo Teatro Fantástico de Buenos Aires. En un comienzo, experimentaron tomando como base la música del tango y recién ahora aspectos de su coreografía. El texto pertenece a Pasik, un apasionado de la poesía. El nombre abre el ciclo de teatro-danza que se desarrollará desde hoy hasta el 21 de junio, en la sala Ernesto Bianco del Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551), en el horario de las 20 y con localidades a 3 pesos. Se podrá ver allí hasta el 29 de marzo, cuando dejará el espacio a las demás piezas del ciclo (ver recuadro). Su reposición está prevista para el 10 de abril, pero en otra sala: El Ombligo de la Luna.
“Se habla mucho de la crisis del cambio. Nosotros traducimos esa crisis como precipicio. Esto no significa caída y muerte sino acción y conciencia de la necesidad de un cambio personal profundo”, apunta Vladimivsky, en diálogo con Página/12, junto a Pasik, anticipando lo que el público apreciará en las seis historias urbanas de este espectáculo, que cuenta con una sobria escenografía compuesta por sillas, una mesa y una jaula de grandes dimensiones. Participan del elenco Gerardo Baamonde, Carlos Argento, Andrea Hammerschmidt, Marisa Villar, Daniela Pérsico y Luciana Pontoriero. La música es de Astor Piazzolla.
–¿Existe un nexo entre la idea de precipicio y de parálisis?
S.V.: Un relato de Kafka, El buitre, fue en algún punto un disparador.
S.P.: Lo utilizamos también en Hombre en la puerta giratoria (del 2000). Puede parecer anacrónico, pero en la realidad argentina de entonces tenía un peso tremendo. El buitre le come los pies al personaje, y éste no hace nada para impedirlo.
S.V.: La pregunta es por qué ese hombre no se mueve.
–¿Cómo es la búsqueda de identidad en El nombre?
S.V.: A través de una coreografía dramática y, en cuanto a nosotros, de una ética del trabajo, de un hacer en libertad y asumiendo riesgos. Aun cuando estamos llenos de problemas, al igual que otros argentinos, la interacción artística entre nosotros, y con los creadores de otros países, nos mantiene muy despiertos.
S.P.: La alegría y la libertad dentro del trabajo artístico es una característica de los argentinos. No se encuentra fácilmente en quienes viven en países muy desarrollados, donde se consigue más apoyo institucional, pero también donde los mismos artistas se ponen un techo o utilizan una tecnología tan sofisticada que los hace olvidar de las personas. En la Argentina, el artista no deja tan fácilmente de lado las emociones, quizás porque todavía influyen en él las vivencias de las inmigraciones y el psicoanálisis.
S.V.: Decimos esto después de una experiencia de quince años de trabajo en distintas ciudades europeas. En mi caso, también como docente de actores y bailarines profesionales.
–¿Preferentemente en Italia?
S.V.: Italia es nuestro centro. Mi relación con ese país partió de una beca para bailarines. Lindsay Kemp realizó muchas giras y seminarios por Italia. El me vio bailar y me seleccionó para que participara de sus clases. Haber estudiado con él me cambió la vida. Aquella fue una época fascinante. Era la época en que sobresalía Pina Bausch, a la que conocí. El nombre de Fantástico para nuestro grupo viene del comentario que hizo uno de los bailarines de su compañía. Mi relación con Europa es amplia.Dicté seminarios en la carrera de arte de la Universidad de Niza, por ejemplo, y últimamente trabajé junto al director Augusto Fernandes en la Opera de Berlín. Fue en una puesta de Rigoletto. Con el grupo de Teatro Fantástico logramos ir hasta El Cairo, en 1995. Nos invitaron a un festival de obras experimentales. Presentamos Nudos y Angeles. La compañía se creó en 1981 (pero sin Pasik, quien se incorporó en el ‘85) y está bien conceptuada. Si no viajamos más es porque no podemos reunir el dinero para los pasajes. A veces hacemos las puestas con elencos locales. En el Festival de L’Unita, en Nápoles, nos encargamos del montaje de un texto breve de Patricia Zangaro, que interpretó una actriz-bailarina italiana. S.P.: Mi experiencia en Italia fue posterior. Recién me uní al grupo en el ‘85. Yo hacía otro tipo de trabajo. Ese año había hecho Sueños de náufrago, de Eduardo Rovner, en el desaparecido Fundart (de Corrientes 780).
S.V.: Y no le fue mal. Lo premiaron por su papel en la farsa El magnífico cornudo, de Crommelynck. El protagonista era Nino Castelnuovo. Ahora nos invitaron nuevamente con nuestro Teatro Fantástico a un festival en Siena y otro en Nápoles, adonde irá también Pino Solanas porque se va a hacer una retrospectiva de su filmografía.
S.P.: Es un festival sobre la cultura argentina. A pesar de las carencias, todavía podemos presentar espectáculos que reflejan otras concepciones de la vida.

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