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Espectáculos|Sábado, 22 de marzo de 2003
EL AUTOR Y DIRECTOR HECTOR LEVY-DANIEL ESTRENA HOY “LOS INSENSATOS”

El deber de traicionar el sistema

El teatrista, que es licenciado en filosofía, se propuso retratar en esta obra la resistencia de aquellos sectores de la clase media y alta que se niegan a participar de un sistema basado en la exclusión.

Por Hilda Cabrera
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El autor centra la acción en un mundo familiar, el de cuatro hermanos.
“En el teatro –dice– no estoy a favor del realismo, sino de la metáfora.”
Apostar al lenguaje metafórico en el teatro, pero sin por ello apartarse de la realidad, es una de las características que define la labor de Héctor Levy-Daniel, autor y director que hoy estrena Los insensatos en el Teatro Estudio El Doble, de Aráoz 727. Esta vez, el reto es describir una resistencia ejercida por individuos de un estrato social que va de medio a alto. Cuatro hermanos (mujeres y varones) “traicionan el sistema al que pertenecen; no son neutrales, y esto es positivo”, opina Levy-Daniel, creador de piezas de títulos atrapantes como Memorias de Praga (de 1996, y ganadora del premio Faiga), Instrucciones para el manejo de las marionetas (1998) y La noche del impostor (1999).
El director y autor es además coordinador del ciclo Nueve, compuesto por obras breves y del que participan otros interesantes colegas. En esta cuarta edición presentará otra pieza: Trama de la mosca y la araña. Colaboró también en el ciclo Teatro por la Identidad, impulsado por Abuelas de Plaza de Mayo, con El archivista (2001). En diálogo con Página/12, este licenciado en filosofía que descubrió el teatro como un camino posible enmarca el rechazo de sus “insensatos” con la toma de una casa en la que se recluyen. La obra fue escrita en 2001 e implica, según Levy-Daniel, una forma de resistir a un afuera en guerra y en el que se propagan enfermedades de todo tipo.
–¿Dónde radica en este caso la resistencia?
–En el hartazgo frente a ese afuera y en la creación de una zona de fantasía. Sólo que a ese espacio también llega el exterior con sus mensajes, y ellos no pueden impedirlo. Lo que planteo es un conflicto permanente entre fantasía y realidad, a la manera de lo que el dramaturgo y poeta Jean Genet mostró en Las criadas y El balcón. Las criadas fue una de las primeras obras que dirigí en el taller de Laura Yusem, y aquello me marcó para siempre.
–¿Influyen en sus obras las experiencias personales?
–Memorias de Praga surgió de una pesadilla. Soñé que estaba en Praga en 1938 y que me venían a buscar los alemanes. La impresión era tan fuerte que anoté todo lo que recordaba. Cinco años después escribí la obra. La posibilidad de imaginar, de mantener viva la memoria y de rechazar todo lo que se relacione con el exterminio están muy presentes en mis trabajos. En Instrucciones para el manejo de las marionetas, por ejemplo, en El archivista, Despedidas y Serena danza del olvido, que fue mención de honor en el concurso del 2000 de la revista Tramoya, de la Universidad Veracruzana de México.
–¿Cómo se cruza hoy en su trabajo una realidad violenta?
–Yo era un adolescente durante la dictadura, y no vivía ajeno a lo que pasaba. En la facultad no había, como ahora, varios seminarios de teatro. Recuerdo los de Ricardo Halac y Ricardo Monti. Yo estudié dramaturgia con Halac, pero después me di cuenta de que eso no era suficiente. Necesitaba estudiar dirección para conocer realmente qué era un escenario. Estudié siete años con Laura Yusem. De allí salió la primera obra que estrené, Rommer, los últimos crímenes. Fue en 1994, o sea mucho antes de Teatro por la Identidad. Sin embargo, ahí yo hablaba de secuestros y de la Argentina. Este señor Rommer era una referencia a Mengele. Hoy, la violencia, como la guerra, es para mucha gente sinónimo de explosión, de algo que transcurre en otro lugar, cuando es un real sufrimiento, un dolor cotidiano llevado al extremo. No estar en contra de ese dolor que causa la violencia es no asumir responsabilidades.
–¿Los personajes de Los insensatos son responsables?
–Sí, porque toman decisiones. Después del llamado derrumbe de las ideologías políticas de izquierda se impuso también en el teatro la ideología de la no-salida. Es la que hoy sostienen muchos argentinos.
–¿Cree que hay una nueva política dentro del teatro?
–En los últimos años se decía que el teatro no tenía por qué conectarse con la política.
–Quizá porque todavía hoy se teme ser tildado de realista, confundiendo una forma de hacer teatro con el compromiso estético...
–Ese miedo nos instaló en una especie de formalismo que, creo, después de diciembre de 2001 se fue abandonando. Existían piezas en la línea realista, como algunas de Teatro por la Identidad, pero estos ciclos constituyen una experiencia aparte. Siempre me pregunto cuál es la realidad argentina. Instrucciones para el manejo de las marionetas (presentada en el IFT) es una metáfora sobre la ESMA. Sin embargo, un grupo de teatro colombiano no la vio así. Yo no pretendo universalidad sino poder sumergirme en la realidad de nuestro país. Cuando lo hago no puedo dejar de tener en cuenta que ha habido represión y tortura y que existen huellas y consecuencias de eso. La “fiesta” de Menem es consecuencia de la “fiesta” de Martínez de Hoz. La diferencia es que la de Menem estaba legitimada por quienes lo votaron. En el teatro, no estoy a favor del realismo, sino de la metáfora, que es siempre de algo, y ese algo es la realidad que vivimos.

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