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Espectáculos|Jueves, 3 de abril de 2003
ENTREVISTA AL ESCRITOR, Y AHORA MONOLOGUISTA, JAIME BAYLY

“Bush no quiere dominar el mundo”

El escritor y periodista peruano radicado en Miami llegó a Buenos Aires para presentar un espectáculo humorístico unipersonal. En ese marco, habla de las elecciones argentinas (“Menem no tiene ninguna posibilidad”) y de la guerra de Estados Unidos contra Irak.

Por Verónica Abdala
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Bayly cree que las simplificaciones transmiten una idea errónea de la interna estadounidense.
Dos razones pesaron para que el peruano Jaime Bayly pisara nuevamente suelo argentino, tras seis meses de ausencia –había venido en septiembre a presentar su última novela, La mujer de mi hermano–: la curiosidad por presenciar de cerca las próximas elecciones presidenciales, y el espectáculo que lo tiene como protagonista. El escritor y conductor televisivo, de 37 años, irrumpe sobre las tablas con el unipersonal No se lo digas a nadie (título que lleva también su primera novela), bajo la certeza de que los avatares a los que lo condujo su bisexualidad declarada arrancará carcajadas a quienes se dispongan a escucharlos de su propia boca este fin de semana y el próximo en la sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza (Corrientes 1660), los viernes y sábados a la medianoche, y los domingos a las 19.
El monólogo –basado en un guión original que él mismo escribió, y con el que ya se presentó con éxito en el Miracle Theatre de Florida, en Puerto Rico, Panamá, Caracas y Viña del Mar, en Chile– repasa momentos clave de su vida y va desgranando algunas certezas. “Aprendí que lo más conflictivo de la bisexualidad no es que te gusten los hombres sino que tengas el mismo gusto de tu esposa...”, dice el autor, con mirada maliciosa, semioculta bajo su voluminoso flequillo. Bayly vive actualmente en Miami, está casado y tiene dos hijas que viven con su madre, en Lima.
–¿Qué le resulta atractivo con relación a las elecciones presidenciales argentinas, al punto de querer presenciarlas?
–Me intrigan las alternativas, creo que nadie tiene la menor idea de lo que puede pasar.
–Usted, personalmente, ¿qué posibilidades les ve a los respectivos candidatos?
–No creo que Menem tenga alguna posibilidad, que en el mejor de los casos podría sacar un 20 o un 30 por ciento en la segunda vuelta, pero que dos tercios de la población están resueltamente contra él. Kirchner es, en cambio, el que según las encuestas parece tener más posibilidades para concentrar ese voto antimenemista. El hecho de que esté aún en competencia, con más de setenta años, y desafiando las leyes del sentido común y sobreestimando su capacidad física que por naturaleza se deteriora con el tiempo: ésta me parece la prueba más clara de su personalidad omnipotente, su visión caudillista de la política, su adicción al poder. Sería bueno que los votantes recordasen esta vez que los políticos se deben a los ciudadanos, y no nosotros a ellos. En el otro extremo, Lilita Carrió me simpatiza, me parece una persona honorable. Aunque temo que la gente, a la hora de votar, desconfía de los discursos inflamados y prefiere las fórmulas intermedias. Personalmente me crispa su fanatismo religioso, desconfío de la creencia sin matices: cuando a mí alguien me dice que hace esto o aquello porque Dios así lo determina, tiemblo.
–Sin ir más lejos, y pensando en la guerra a la que asiste azorado el mundo, los dos líderes políticos de uno y otro bando subrayan su vínculo con Dios.
–La Historia está repleta de ejemplos sobre la cantidad de injusticias que se han cometido y se siguen cometiendo en su nombre.
–¿Cuál es su posición respecto de esta guerra?
–Todas las guerras son atroces, y encuentro injustificable el hecho de que muera gente inocente, en la circunstancia que fuere. Sin embargo, no debemos olvidar que Saddam Hussein es un monstruo, que ha asesinado, violado y torturado a miles de personas, que ha mandado a la muerte a 250 mil soldados en la guerra contra Irán, y que ha gobernado con infinita crueldad durante los últimos treinta años a su país.
–¿Eso justifica para usted la embestida estadounidense?
–No, me parece que Estados Unidos no puede andar por el mundo derrocando regímenes, por más crueles que sean, que ése no debería ser su papel. Lo que pienso es que Estados Unidos debería haber cumplido con las reglas internacionales, con las recomendaciones de la ONU. Estados Unidosy Gran Bretaña fueron sumamente imprudentes al no agotar las posibilidades diplomáticas, y eso los dejó mal parados ante el mundo. Pero tampoco creo que sean unos irresponsables: en mi visión, están haciendo honestamente lo que creen que es correcto. Bush no quiere dominar el mundo, como el malvado de una mala película de ciencia ficción: cree verdaderamente que Bagdad es una amenaza real para los Estados Unidos.
–¿Usted piensa lo mismo?
–No lo sé. Me gustaría ver si encuentran esas peligrosísimas armas de las que nos hablaron, que supuestamente están en poder de Saddam. Es mejor para ellos que las encuentren, si no, la operación militar aparecerá como una intervención abusiva. En el caso de que Saddam las tenga, creo que se torna necesaria la intervención, pero reitero: se debería haber hecho respetando las instancias legales.
–De alguna manera, piensa que para alcanzar la paz, a veces, es necesaria la guerra.
–No, si pienso en la muerte de alguna de mis hijas, no podría nunca encontrar justificación. Ninguno de nosotros podría encontrar justificación. De todos modos creo que, habiendo expresado mis reservas sobre la legitimidad de esta guerra, no creo que Bush pueda ser comparado con Hussein...
–¿Eso qué quiere decir, concretamente?
–Que no se trata de dos criminales: ésa es una simplificación peligrosa. Saddam es un fanático, un tirano, un asesino y exterminador de pueblos. Bush es un fanático religioso que también se siente depositario de la voluntad divina, pero es a su vez un presidente democrático, cuyas políticas podemos cuestionar, pero desde el punto de su representatividad del pueblo estadounidense son legítimas. Si a Saddam un compatriota lo critica, termina muerto. A Bush los ciudadanos le pueden decir cualquier cosa, porque están en democracia. Definitivamente, no puede ponérselos a un mismo nivel. Eso sería agraviar al pueblo estadounidense, acusarlos indirectamente de criminales también. ¡Bush podrá estar equivocado, pero no es un estúpido redomado, como piensan muchos! ¡No todos los yanquis son malos, como no todos los argentinos son arrogantes, por favor!
–¿Cómo explica que la gran mayoría de los norteamericanos apoye a su presidente mientras que esa proyección se invierte en el resto del mundo occidental?
–El pueblo estadounidense está convencido, quizás erróneamente, de que esta guerra se está librando en nombre del bien, pese a que el resto de los países latinoamericanos y europeos no lo comprenden. Bush le dijo al pueblo estadounidense: “Se trata de morir o de matar”. Y el pueblo le creyó. Ellos están convencidos, y están asustados también. Después del 11 de septiembre, el pánico y la paranoia de muerte que puede provocar por el terrorismo internacional casi puede palparse en el aire.
–A menudo el miedo impide pensar.
–Coincido absolutamente: además del odio, el miedo es el peor consejero, y a ellos los guía la ley del temor.

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