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Espectáculos|Martes, 8 de abril de 2003

“La alternativa que tenemos es protestar y seguir produciendo”

El actor y director Ricardo Bartís explica las implicancias sociales y políticas de “Donde más duele”, una obra que argentiniza los contenidos del mito del Don Juan, un tema caro a la dramaturgia.

Por Hilda Cabrera
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Ricardo Bartís trabajó esta vez sobre el mito del varón que seduce, promete y no cumple.
¿Qué nos dice un mito? En principio nos comunica con las culturas en las que sobrevive y con una zona intermedia entre la ficción y la realidad, entre la vida y la muerte. El actor y director Ricardo Bartís, fundador del Sportivo Teatral (grupo, taller y teatro), estrena el viernes una obra que tiene como punto de partida la sustancia mítica del Don Juan teatral. Se titula Donde más duele, y ya tiene acordadas varias giras por el exterior. En una primera etapa se presentará en el Sportivo, de Thames 1426, los viernes y sábados a las 22, y domingos a las 20. Se trata de una coproducción con festivales y teatros europeos, cuyos programadores vieron parte del trabajo de Bartís, a quien pertenecen la dramaturgia y la dirección. Fue invitada al Festival de Avignon, Hebbel Theater, Holland Festival, Théâtre National de Chaillot y la Banlieieue Scéne. Como en El pecado..., se ha limitado el número de espectadores: no más de 60 por función. “En Europa se resistían. Les parecía demasiado poco. Finalmente allá será de 80”, cuenta Bartís en la entrevista con Página/12.
La obra comenzó a gestarse en el trabajo conjunto con las actrices, “extraordinarias”, como puntualiza el director refiriéndose a María Onetto, Gabriela Ditisheim y Analía Couceyro. A ellas se sumó luego Fernando Llosa. “Este es un trabajo de dirección: de organizar materiales, improvisar y elaborar situaciones de modo que se sostengan por sí mismas y convivan de manera poco solemne –precisa–. Utilizamos dos frases textuales tomadas del Don Juan, de Molière, y otra de Rey Lear, de Shakespeare.” Del equipo participan Jorge Pastorino, en el diseño de luces, y Carmen Baliero, aportando una partitura original. “Le debo gratitud al escritor Ricardo Piglia, quien nos estimuló en nuestro trabajo. Fue muy generoso y entusiasta”, refiere Bartís. En cuanto al título elegido, señala que éste implica una interrogación. “¿Qué es lo que más duele? ¿La sexualidad, el desencuentro, el pasado vivido o este presente de atrocidades y vaciado de mitos?”, se pregunta.
–¿Es que no existen mitos contemporáneos verosímiles?
–Lo que existen son fetiches, sustitutos degradados de mitos.
–¿Como se manifiesta Don Juan en un mundo sin mitos?
–Parecería ingenuo plantear en esta época el tema de la sanción sobre la conducta de Don Juan, pero no la sanción en sí. La sexualidad es uno de los pocos misterios no totalmente develados del ser humano. Un territorio que por un lado nos acerca a lo animal, y, por otro, la conciencia que tenemos de esta zona nuestra nos separa y proyecta a otros ámbitos. En Donde más duele, trabajamos sobre el mito del varón que seduce, promete y no cumple.
–¿En qué sentido esta obra es una reflexión sobre el teatro? ¿El teatro es también un mito?
–Nosotros vamos a la búsqueda de un lenguaje que pueda enfrentar a esta época. El teatro que acumula ciegamente tradiciones castra lo que podría convertirse en elemento de movilización. Ese que tiende a representar y es pedagógico y académico no es más que un mito vencido y moribundo. Expresa una visión conservadora, como la que insiste en presentar a un Don Juan casi operístico. Nosotros decidimos partir de un Don Juan viejo y enfermo. Tampoco es el centro en la obra. Ese lugar lo ocupan tres hermanas que tienen una relación con él. Son las visiones de estas mujeres sobre ese vínculo las que determinan cada situación. El tema es Don Juan, pero no nos quedamos en eso. Es cierto que hay obligaciones que soportar, como algunas reglas escénicas, pero intentamos escapar creando instantes que fracturen el orden del relato, que sean volátiles, poéticos y revolucionarios.
–¿Por qué dice soportar?
–Para los que creen que el teatro es mera representación o ilustración de lo dado, no hay nada que soportar. Pero la visión del teatro que a mí me interesa es la que no parte de algo previo, a no ser ciertas reglas de escena, como las espaciales, por ejemplo.
–Pero se supone que existe alguna idea previa...
–Sí, pero como excusa para desarrollar temperaturas, velocidades y elementos externos a ella. En los ensayos, hubo momentos en que teníamos miles de textos de toda índole, improvisaciones y cosas relacionadas con aspectos de la mitología de los argentinos. Tampoco podía ser de otra manera. Donde más duele sucede en el patio de una casa de Buenos Aires. Los espectadores van a ser ubicados en el patio del Sportivo.
–¿Cómo sería un Don Juan argentino?
–Un hombre arruinado que sufre el desencuentro de sus sueños con la realidad y lo único que le queda es la repetición de una conducta. En la obra está presente la mentalidad del castigo, que requiere de un ritual de muerte. Lo que se debe sacrificar es el cuerpo, en este caso los actores. A través de ellos y de la ficción poética, el teatro enuncia otra realidad. Por eso el teatro es político, y la política, como la religión, utiliza elementos teatrales poniéndolos a su servicio. Las lecturas ingenuas del funcionamiento de lo social no capturan esa cualidad singular y erótica de la ficción ni la naturaleza mentirosa de la política. De lo contrario no nos asombraríamos de que personajes como Menem tengan posibilidades de llegar al ballotage.
–¿Es necesaria la muerte como castigo?
–Los poderosos necesitan sancionar para sostener sus andamiajes. En Donde más duele, lo que cada una de las mujeres piensa de ese hombre es utilizado para ritualizar el castigo y desarrollar un enamoramiento de lo propio, de lo femenino puesto en el otro.
–¿No hay nada romántico en este Don Juan que aquí se llama Reynaldo?
–Ni puede haberlo si lo trasladamos a una sociedad como la nuestra, que repite situaciones a sabiendas de que no existe posibilidad real de cambio. Salvo la percepción de un posible estallido, porque esta experiencia democrática nuestra no es sino el orden que imponen los poderosos. Las brutales represiones del 19 y 20 de diciembre de 2001 demuestran que podemos protestar, pero que eso tiene un límite. A diferencia de los siniestros personajes que componen nuestra dirigencia, muchos otros argentinos guardan nociones de progreso social que chocan con la codicia de poder de esa dirigencia. Vemos que esos modelos de vida fundacionales que a algunos nos inculcaron desde que éramos chicos han estallado. La alternativa es protestar, y seguir produciendo, porque la Argentina se sostiene por la gente que trata de hacer lo que cree que debe, y no por esa otra nefasta a la que no hay que perdonar. En esto, uno tiene un gran desencuentro entre las vivencias internas y la realidad.
–¿Cree que hay conciencia de ese desencuentro?
–Quienes sostienen un pensamiento tradicional progresista no leen correctamente la realidad cuando se angustian ante la posibilidad de acceso al poder de personajes detestables. Pero se acabaron las dudas. Sabemos que no es privativo de Menem la exhibición de su propia corrupción. Los capos del mundo lo hacen sin problema, y no les va mal. Causa horror el sufrimiento y la muerte de las víctimas de la guerra en Irak y las del atentado a las Torres Gemelas, pero también la imagen de Bush abrazado a los bomberos sobre un terreno sembrado de escombros y muertos debajo, prometiendo revancha, alardeando seguridad y sonriendo.

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