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Espectáculos|Miércoles, 9 de abril de 2003
PAGINA/12 EN LA FILMACION DE “SOY TU AVENTURA”, EN UN PUEBLO BONAERENSE DE 900 HABITANTES

“Estamos haciendo un grotesco del año 2003”

El rodaje produjo revuelo en Patricios, una pequeña localidad cercana a 9 de Julio. El film, dirigido por Néstor Montalbano (conocido por su trabajo en ciclos televisivos como “De la cabeza” y “Todo x 2 pesos”), cuenta la historia de un insólito secuestro. El cómico Diego Capusotto actúa de secuestrador y el cantante Luis Aguilé, haciendo de sí mismo, es su víctima.

Por Oscar Ranzani
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La filmación de “Soy tu aventura” requirió de actores profesionales y de una mayoría de “espontáneos”.
La escena es tan bizarra como desopilante: al pueblo rural Patricios, situado a 20 kilómetros de la localidad bonaerense de 9 de Julio, llegan Damián –Diego Capusotto– (un tipo amante de la electrónica que está sin trabajo) y su primo Yaco –Luis Luque–, un delincuente común que viene huyendo de la policía. Ambos vienen de Bragado, donde secuestraron al cantante Luis Aguilé –protagonizado por él mismo– después de una idea “brillante” de Yaco. La gente de Patricios descubre que Luis Aguilé está cautivo en el pueblo y todo parece complicarse para este dúo. También se entera Hugo Herrera (Jorge Marrale), un pastor religioso que dice pertenecer a la congregación “Ahora Jesús Ya” (AJY) pero que, en realidad, es un chanta. Herrera armó una fiesta en el pueblo con el objetivo de recaudar fondos (aunque no se sabe qué destino les dará). Y aprovecha la ocasión para extorsionar a los secuestradores. El pacto es así: Aguilé canta gratis para el pueblo y nadie denuncia a la policía el secuestro.
La escena se rodó en el mismísimo pueblo de Patricios. Soy tu aventura está dirigida por Néstor Montalbano quien es más conocido por sus trabajos en televisión que en cine, ya que fue el director de ciclos como “De la cabeza”, “Cha, cha, cha” y “Todo por dos pesos”. Además de Capusotto, Marrale y Aguilé, el realizador convocó a Verónica Llinás, Laura Fidalgo y María Fiorentino, entre otros, y Fabio Alberti tiene una pequeña colaboración. “Participan siete actores profesionales y 25 personas que nunca actuaron. Entran y salen: son personajes que van bordeando la historia”, dice el realizador en entrevista con Página/12. “A mí me gusta trabajar con gente que nunca actuó, porque yo como director me siento muy seguro manejándolos. Es como una arcilla que moldeás”, confiesa.
Todo Patricios está convulsionado con la llegada de los actores y el montaje técnico que trae aparejado una filmación. Para entender el micro fenómeno social –en eso se convirtió el rodaje– hay que tener en cuenta la dimensión del pueblo: tiene una extensión de 4 manzanas por 8, es decir 32 manzanas constituyen el catastro; sólo hay un escuela con tres niveles (jardín de infantes, primaria y secundaria). No tiene hospital, solo una sala de primeros auxilios para sus 900 habitantes. Y para trasladarse a 9 de Julio, situada a 20 kilómetros, hay un colectivo que pasa cuatro veces al día. En el siglo pasado fue un pueblo fabril con 5000 habitantes que, en su mayoría, trabajaban en el ferrocarril clausurado en 1973. Luego vinieron las dificultades que aquejan a toda la Argentina, y muchos emigraron.
Allí fue a parar Montalbano junto a su equipo para filmar aproximadamente diez minutos de película. Al director no lo sorprende el revuelo, ya que es oriundo de 9 de Julio y la gente del pueblo de Patricios lo recuerda. “La filmación nos cambió totalmente porque estábamos en un letargo, donde todos nos conocemos, y llegó todo este grupo”, dice Teodora Menéndez, vecina del lugar. Luego se acerca a “El prado”, el sitio donde transcurre la fiesta en la que canta Aguilé.
Ahí se produce uno de los momentos de efervescencia: junto a Luisito cantan los extras de la película, los técnicos y las personas que se acercan al lugar que, si bien no actúan, siguen paso a paso la filmación y la viven como propia. En el medio del set se cruzan dos ovejas, cinco integrantes de la producción van tras ellas, logran atraparlas y habrá que parar todo y dar de nuevo. “El prado” es una especie de quinta con techos de chapa. Está adornada para la ocasión con banderines y globos de todos los colores, que simulan una kermese con mesas largas en medio de calles de tierra y pastizales. Allí se puede apreciar la estética que atraviesa tanto el argumento de la película como su filmación: un juego en el que un “San Pedro” propone tirar penales a unos diablos, por ejemplo. También en la vida cotidiana de Patricios “El prado” es un lugar de reunión popular. Es que este sitio es la sede de la sociedad de fomento de Patricios que seutiliza para fiestas o eventos que permiten conseguir dinero para llevar a cabo emprendimientos en el pueblo.
Por la tarde, a eso de las 15, los vecinos de Patricios rompen una regla de oro: la siesta. Son muchos los que se acercan a “El Prado” para seguir de cerca a los actores. El lugar se convierte en una especie de guardería a la intemperie, en la que cualquier objeto les permite a los chicos inventar juegos, mientras los grandes aprovechan para sacarse fotos con sus artistas favoritos. El clima va subiendo: la gente se enfervoriza y algunos miembros de la producción se irritan un poco. Una escena, en la que un grupo de niños debe cruzar una vía con patos y gallinas, acapara la atención. Pero no solo los más chicos están de fiesta. Muchos abuelos, del Centro de Jubilados de Patricios, también participan en la película.
Aguilé hace de Aguilé y Luisito parece no darse cuenta de que, a pesar de su fama, forma parte del absurdo general en el que están inmersos todos los personajes de la película. Y explica que hacer de sí mismo es difícil: “Tengo que estar tenso porque me raptan a mí y no a un personaje. Entonces tengo comportamientos personales que solo yo conozco”, dice el cantante. Luque aclara que “esto no tiene nada que ver con cosas que yo hice, y no sé si se ha hecho este tipo de cine antes. Porque si bien es una comedia, tiene una cosa de grotesco del 2003. Pero es una película de humor, con un trasfondo muy duro y con una visión muy bufonesca de la realidad”. Para Marrale estar en un film de esta naturaleza le genera mucho placer. “Me da mucha alegría poder trabajar en un género para el que, en general, a mí no me llaman”, concluye.

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