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Espectáculos|Jueves, 10 de abril de 2003
MAÑANA REGRESA A LA TELEVISION EL DIVERTIDO “MDQ”

Hermanos y descontrolados

Eugenio y Sebastián Weinbaum pasaron de hacer un modesto programa de cable en Mar del Plata a convertirse en figuras de Canal 13.

Por Emanuel Respighi
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Los hermanos registran todos sus viajes con una cámara de mano.
Eugenio y Sebastián Weinbaum no encajan en el prototipo lógico de los conductores tradicionales de programas de televisión. Son hermanos. Les cuesta hablar en serio, no posan rígidamente en cámara ni usan ropa elegante. Los únicos trajes que se calzan son los de neoprene para surfear alguna ola en la costa de Mar del Plata, su ciudad natal. Probablemente sea ese desacartonamiento lo que los convirtió en un secreto que corría de boca, hasta que desembarcaron del cable en los canales de aire, con “MDQ para todo el mundo” durante la temporada 2001. Luego de un año alejados de la pantalla (“como Susana y Mirtha”, apuntan entre risas), los hermanos Weinbaum regresan con el mismo programa que vienen haciendo desde hace 14 años. “MDQ” –siglas aeronáuticas de Mar del Plata– comenzará mañana su segunda temporada en el 13, desde las 23.
En todo el tiempo en que no estuvieron al aire, Eugenio y Sebastián no pararon de viajar ni un instante. Brasil, Tailandia, España, Costa Rica y Cuba fueron algunos de los países en los que recolectaron en su handy cam un sinfín de curiosidades y rarezas. Pero no todo fue alegría: cuando estalló la guerra entre EE.UU. e Irak, los hermanos se encontraban en Marruecos, realizando su último viaje. “Al principio todo estaba bien, pero cuando se desató la guerra el trato cambió. Como la mayoría de los marroquíes son musulmanes, ellos tomaron la invasión a Irak como una guerra de Occidente contra el Islam. Nos empezaron a decir de todo y tuvimos que adelantar el regreso. Encima, llegamos al país en el avión que tuvo una amenaza de bomba en el tren de aterrizaje. Todo mal”, cuenta Eugenio en la entrevista con Página/12.
–En su anterior paso por el 13 “MDQ” fue producido por Nicolás Repetto, mientras que ahora es una producción independiente. ¿Les cambió algo?
Eugenio: –No. Nico nos permitió hacer “MDQ” tal cual lo sentimos y como únicamente lo sabemos hacer: con garra, creatividad y humor. Nunca quiso prostituir nuestro espíritu. Seríamos incapaz de hacerlo. Pese a que hace unos años entramos a la Fórmula 1, nosotros siempre vamos a competir con nuestro Isetta 300, aun cuando lleguemos con el motor fundido y la lengua afuera. Para la gente del interior es muy difícil salir del potrero.
Sebastián: –El formato y el espíritu no cambian. Lo que cambia es el contenido, que difiere en cada envío. Pero seguiremos haciendo el mismo programa que realizábamos para 400 abonados en el cable de Mardel.
–Demostraron que no es necesario tener altos presupuesto de dinero para hacer un programa entretenido y de calidad...
E.: –Lo mismo que hacemos nosotros lo puede hacer cualquier persona con una computadora y una cámara familiar. No hay grandes misterios.
S.: –El tema es que lo descubrimos nosotros... Las herramientas las tiene todo el mundo, sólo hay que animarse a querer hacer un programa distinto. En la TV el único límite es el ingenio de cada uno. “MDQ” es una muestra de que se puede hacer un buen producto sin gastar una fortuna. Claro que nosotros comenzamos, por necesidad, casi sin presupuesto: me acuerdo que lo que más gastamos en producción fueron 23 pesos para comprar una horca inflable. Y no sabés lo que discutimos... Pero ahora, que estamos mejor, seguimos igual de gasoleros.
E.: –Hay una anécdota que viene justa. Una vez le dije a un compaginador que “MDQ” era un programa pobre. Y él se enojó y me dijo: “Un programa no es pobre por su presupuesto o porque se ve borroso: pobre son los programas vacíos, sin contenidos”. Y tiene razón. En la TV abierta conviven muchos programas pobres, que sólo muestran las miserias humanas o juegan con la necesidad de la gente. Pobres son los ciclos que no dejan nada.
–¿Improvisan todo el tiempo o sólo es la apariencia que reflejan?
E.: –Es el humor que vivíamos en nuestra casa: éramos siete hermanos viviendo en un departamento de dos ambientes. Estábamos todo el día jodiendo. En el piso hay un orden, pero en los viajes es pura improvisación que surge en el momento, reacciones instantáneas. El programa es un extensión de nuestra forma de vida.
S.: –De algo estoy seguro: buenos actores no somos... (risas).

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