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Espectáculos|Viernes, 18 de abril de 2003

“El problema es que resulta natural que aquí existan pobres y ricos”

El actor Arturo Bonín explica el sentido de “Salvavidas de plomo”, de Ariel Barchilón, que estrena hoy en una función exclusiva para los lectores de Página/12. El título está inspirado en el Fondo Monetario.

Por Silvina Friera
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Bonín dice que no entiende cómo es que Carlos Menem puede llegar a ser presidente otra vez.
El verdugo, cada vez más entrenado en el arte de dominar sin que las víctimas lo perciban –aunque tal vez lo intuyan–, se disfraza de salvador para vender ilusiones efímeras de bienestar y promesas de que sólo si cumplen con determinados requisitos se podrá esquivar el fondo del abismo. Salvavidas de plomo, pieza del dramaturgo Ariel Barchilón, que se estrena hoy a las 21.30 con una función especial para los lectores de Página/12, en el teatro Del Abasto (Humahuaca 3549), urde su trama cómica en torno de un matrimonio que es sometido a distintas pruebas de competición con la esperanza de mejorar sus condiciones de vida. Interpretada por Arturo Bonín y Susana Cart, con dirección de Marcelo Mangone, la obra, que abreva en la estética del comic, desmenuza la paradoja de quienes participan en un juego de suma cero: las reglas impuestas establecen de antemano la imposibilidad de ganar, y las pequeñas derrotas acumuladas –desde la pérdida de la casa hipotecada hasta nada menos que la crianza de los hijos– ponen en peligro la propia vida de cada miembro de la pareja. El despojo de estos individuos está circunscripto dentro del funcionamiento de un aparato más complejo y perverso, que se asimila al mecanismo de la deuda externa argentina: cuanto más pagás, más debés.
Hace tiempo que Bonín buscaba una pieza que indagara sobre la incapacidad de asociar lo micro –por ejemplo, la suba de los alimentos de la canasta básica– con lo macro –las disposiciones de los organismos financieros internacionales–, ya sea por saturación de información u omisión deliberada. “La globalización trata de segmentar estas esferas para que las personas sean autómatas, para que no puedan encontrar vínculos entre lo que pasa en la estructura del sistema y cómo eso impacta en su cotidianidad”, sostiene. “El salvavidas de plomo que nos arroja el Fondo Monetario Internacional sólo sirve para hundirnos más, para disciplinarnos y domesticarnos.” Si eso que se llama realidad argentina se parece a una ficción improvisada y nauseabunda, Bonín dice que hacer una lectura naturalista o dramática de la pieza de Barchilón habría sido intolerable para los espectadores. “El living de esa casa, en donde vive el matrimonio, es un gran laboratorio. La pareja se acostumbra al sufrimiento de todo tipo de vejámenes, bajo el eufemismo de pruebas. Somos bichitos en observación, ultrajados por los grandes poderes, que en la puesta aparecen a través del recurso de la voz en off.”
“Con vocablos estrafalarios y una jerga técnica incomprensible para la mayoría de la gente, nos demuestran cómo nos descartan porque no estamos capacitados para vivir”, precisa Bonín, que compara este procedimiento con la película Recursos humanos, especialmente la escena en la que el hijo, mimetizado con el discurso de la empresa, le informa a su propio padre que está despedido, a causa de una reestructuración. La música original de Salvavidas..., metáfora humorística del mecanismo perverso de la deuda externa, fue compuesta especialmente por Rodolfo Mederos, mientras que las ilustraciones son de Roberto Fontanarrosa. “Mederos nos comentó que la estética del comic es frívola, pero que la música, como contrapartida, tenía que ser el fueye, para darle a esa estética un contenido nuestro. Esto es lo que nosotros entendemos como resignificar. En Bahía, los martes en el Pelourinho, hay una fiesta popular. La gente se junta para cantar, bailar y beber. Un día, averiguando por qué se realizaba los martes, nos enteramos de que ese día, en la época de la colonia, ataban a un esclavo a un poste y lo azotaban. Lo elegían al azar y lo azotaban hasta que lo exterminaban. Pero la obligación de todo el pueblo era estar presente como una manera de advertir lo que les podía llegar a pasar si no eran obedientes. Ahora, los martes, hacen fiesta, ya no lloran porque lograron resignificar este episodio histórico.”
–¿La elección del comic está relacionada con una cultura de la frivolidad que atraviesa a la sociedad argentina?
–No sé si somos frívolos, pero estoy convencido de que somos un país exitista. No sólo se habla del Fondo Monetario sino de las presiones a las que estamos sometidos y cómo cedemos cuando podríamos rebelarnos con un simple no lo hago. La trascendencia de ese no se da por la suma de pequeños “no” individuales que logran conformar un no colectivo.
–¿Cómo relaciona esos no que estallaron en diciembre del 2001 con la situación actual, si se tiene en cuenta que Menem podría ser presidente otra vez?
–La historia nos ha tratado a los cachetazos. Hay una cultura del facilismo que está instalada en la sociedad argentina. Este facilismo hace que se admiren la picardía y la travesura. Sin embargo, si esta picardía está manifestada a través de un gobernante implica robar y contrabandear armas, entre otras cosas. ¡Qué piola compró a la Justicia y no lo mandan en cana! Esta es una de las asignaturas pendientes que tenemos como sociedad: luchar contra esa cultura. El 19 y 20 de diciembre fue una gran explosión que habilitó la democratización de la discusión y la expansión de la participación, pero es un proceso que llevará muchísimo tiempo. Cuando me dicen que las asambleas fueron un fracaso pido que observen cómo todavía se siguen reuniendo e impulsando proyectos. Espero que sigamos profundizando en esta dirección, aunque el estado deliberativo de las asambleas a veces impida tomar decisiones.
–Sin embargo, el entusiasmo inicial fue licuándose...
–El riesgo de que Menem vuelva a ser presidente plantea un interrogante que es ¿para qué? Queda por vender territorio y agua potable y creo que a esta altura los ciudadanos ya no podemos ser tan ingenuos. En el hipotético caso de que regrese, ahora no le va a resultar tan sencillo porque hay muchos sectores, los piqueteros y las asambleas barriales, más esclarecidos. Ante este escenario la pelea será terminal: o liquidamos, cerramos la persiana y nos vamos o aceptaremos que tenemos un país en descomposición.
–¿Por qué al argentino le cuesta relacionar lo que padece en su vida cotidiana con la deuda externa, por ejemplo?
–Nos han intentado enseñar que todos somos igualmente responsables, cuando en realidad no es así. Una chica en Tucumán, que llora porque tiene hambre, no tiene la misma responsabilidad respecto de lo que le está ocurriendo que la del gobernador de Tucumán, que tiene un velero de 500 mil dólares y no hace nada por resolver el hambre que sufre la gran mayoría de los tucumanos. El problema argentino es que se ha naturalizado que está bien que haya pobres y ricos. Entonces, se acepta que ese señor ha llegado a ese lugar porque es vivo, porque se supone que dispone de mayor capacidad o porque ha sido tocado por una varita mágica. Más allá de la evolución de la humanidad, aún estamos instalados en el medioevo. El señor feudal ahora está legitimado por los votos.

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