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Espectáculos|Lunes, 21 de abril de 2003

“Yo percibía esa energía vital y jovial que emanaba de Borges”

En una entrevista que emitirá mañana la señal Plus Satelital, María Kodama revela detalles de su vida en común con el notable escritor.

Por Verónica Abdala
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María Kodama fue entrevistada en el programa “La partida”.
María Kodama casi no habla, y sin embargo su presencia está envuelta en un halo misterioso: recuerda, inevitablemente, esas otras palabras que alguna vez le dedicó Jorge Luis Borges: “Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. (...) El nombre de una mujer me delata. Me duele una mujer en todo el cuerpo” fueron algunas de las líneas en las que el escritor, ya en 1972, se reconocía enamorado. La profundidad de esa unión, de la que muchos se permitieron dudar, también originó que Borges se despachara con párrafos como éste: “Los crepúsculos, los ciervos de nara, la noche que está sola y las populosas mañanas, las islas compartidas, los mares, los desiertos y los jardines, lo que pierde el olvido y lo que la memoria transforma, la alta voz del muecín, la muerte de Hawkwood, los libros y las láminas. Sólo podemos dar lo que ya hemos dado. Sólo podemos dar lo que ya es del otro. En este libro están las cosas que siempre fueron suyas”, con el que abría unos años más tarde Los conjurados, y que también estaban amorosamente pensadas para Kodama.
En la entrevista que ésta concedió al programa “La Partida”, que conduce Mariana Arias y que se verá mañana por la señal Plus Satelital, se muestra, como otras veces, como una mujer distante, aunque no por eso inexpresiva. Las palabras con que rememora los tiempos junto a Borges están cargadas de afecto y de admiración, sentimientos que evidentemente no ha horadado el tiempo. Aunque el espectador comprende, frente a estas imágenes, hasta qué punto ciertas personas pueden sentirse inhibidas o incómodas ante la presencia de una cámara.
Arias se esfuerza por sacarle el jugo a las memorias de la última mujer que enamoró al célebre escritor –y por disimular con sonrisa pintada su evidente desconocimiento de varias de las referencias literarias e históricas a las que recurre su entrevistada–, aunque apenas consigue arrancarle monosílabos, en un principio, y luego, algún que otro relato interesante o relativamente novedoso de su vida junto a Borges. Espiar esta conversación vale la pena, sin embargo, y más allá de los probables desaciertos: el espíritu de Borges, casi de un modo misterioso, parece aflorar a medida que avanza la charla.
Después de relatar de qué modo influyeron en su formación “la sabiduría oriental” de su padre, y la “ternura occidental” de su madre, Kodama –hija de un químico de origen japonés y una uruguaya– recuerda el impacto que le produjo el primer acercamiento a un poema del escritor, cuando apenas contaba cinco años. Las palabras de Borges llegaron a sus oídos de boca de una institutriz, explica, y marcaron a fuego (“Comprendí que yo estaba más cerca de esas palabras que de casi todas las demás cosas”, dice) una huella por la que se dejaría guiar a través de los años.
La casualidad en la que Borges no creía –un encuentro entre ambos en la calle Florida, cuando Kodama ya había cumplido los 16–, y la incuestionable atracción que se interpuso en el medio, hicieron el resto. En esa ocasión, Borges invitó a aquella chica desconocida que se había acercado a saludarlo a participar de sus clases de literatura inglesa, y ella aceptó gustosa el ofrecimiento. Desde entonces, y hasta la muerte del escritor, en 1986, fueron inseparables.
“Creo que él valoraba mi compañía porque yo nunca lo subestimé: nunca lo vi como un hombre viejo, ni siquiera tenía plena conciencia de su ceguera. Yo simplemente lo admiraba, y percibía esa energía vital y jovial que de él emanaba”, explica Kodama en el programa. Entre las cualidades de Borges rescata “el increíble sentido del humor con el que se manejaba en su cotidianidad”. “El me decía que mis amigos tenían una enfermedad común a los jóvenes: el dramatismo exagerado, la filosofía del ser o no ser, una sensación permanente de desdicha”, recuerda, y concede una sonrisa. “Pero, no se preocupe, María: todos hemos pasado por eso y hemos sobrevivido. Sepasará con los años, y finalmente aprenderán a disfrutar”, cuenta ella que Borges le decía.

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