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Espectáculos|Jueves, 5 de junio de 2003
UN BALANCE COLECTIVO DE LA ENTREGA DE LOS PREMIOS MARTIN FIERRO A LA PRODUCCION 2002

El día que se puso de moda la ficción experimental

¿Por qué, esta vez, el Martín Fierro reconoció la experimentación? ¿Quiénes fueron los olvidados? Opinan Damián Szifrón, Carlos Belloso, Lola Berthet, Mirtha Busnelli, Gabriel Goity, Jorge Maestro, Piñón Fijo, Macaya Márquez y Mónica Gutiérrez, entre otros.

Por Julián Gorodischer
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Las mujeres mayores pasean sus pieles auténticas y las chicas desfilan por la pasarela para fotógrafos. Los famosos respetan unas pocas claves rendidoras: besarse en público apasionadamente como Marcela Klosterboer y Mariano Martínez, que exhiben el amor público como si fuera el Martín Fierro que se les escatima, o recorrer la alfombra roja como si, de pronto, ese paseo demorado al grito de Grande, Roccasalvo fuera la comprobación de que el sur también existe. “Hollywood no queda tan lejos”, diría el movilero de un canal de Lomas de Zamora a juzgar por la convulsión cuando saluda a Nancy Dupláa. El grito corona esa breve epilepsia: “Te amo”. Guillermo Andino enumera presencias: Susana, Moria, Francella y el travesti (sic) Mariana Aria: no falta nadie. Soledad Silveyra suspira, a un costado, como en lo mejor de “Gran Hermano”, convertida en una especialista en dar anuncios con intriga. ¡Aquí también hay nominados!
Milton, de “Popstars”, famoso repentino de la última ola, dice que “todo esto es muy raro”. El suyo es el contraste entre el común y el acostumbrado. Es el mismo asombro de Lola Berthet, Premio revelación 2002 (otra recién llegada a la famiglia), cuando evalúa la premiación: “Tomamos, comemos, y no nos escuchamos. Yo haría todo esto en un teatro, y donaría a Santa Fe todo lo que sobre: no hay que tirar en un momento difícil. Lo bueno que me llevo es saber que ahora se mira más a los actores sin belleza estándar”.
El balance es compartido. “Ahora se pone atención a la experimentación”, dice Carlos Belloso, una de las estrellas de “Tumberos”. “Por fin Aptra, o la tele, empiezan a reconocer otros caminos, y eso empuja ideas nuevas”, agrega. Así responda a estrategias de blanqueo, el cambio en los criterios del Gran Jurado es, al menos, notorio. Un egresado reciente de la Universidad del Cine (Damián Szifrón) y un representante del llamado nuevo cine argentino acapararon estatuillas, y uno de ellos se llevó la Mayor: el Oro, símbolo de poder y de status condensado en el amarillo que, de cerquita, brilla un poco más. No son brillitos, sin embargo, los que persigue Szifrón.
“Este premio –dice Szifrón– obliga a revisar los métodos de producción de un unitario. Cuestiona esas frases típica: esto no se puede hacer... o esto no es negocio.... Pues bien, hay un resultado que está combatiendo el prejuicio. A mí me gusta lo viejo, lo tradicional, lo arcaico, el regreso de cierto rigor para trabajar. Hoy para rebelarte contra el sistema tenés que usar traje y corbata.” Los actores coinciden: el boom de la ficción, nacido en 2002, necesitaba esta ceremonia de consagración, y por eso “se la creen”: no dicen discursos comprometidos en el escenario, no se quejan de la arbitrariedad como otros años. ¡Eso es el pasado! Ahora, repentinamente, dos programas lavan culpa y cargo, reconcilian viejas posiciones, legitiman la amnesia compartida y suman apoyos al fervor. Mirtha Busnelli, con el premio bajo el brazo, entiende que “esta vez, los periodistas de Aptra reconocieron en ‘Tumberos’ una exploración en el lenguaje televisivo. Adrián Caetano se atrevió a aventurarse, aun a riesgo de caerse al precipicio”.
Los hedonistas de siempre disfrutan del dúo de lomo con puré de apio ahumado y alguno se queja de que el vino y el champán nunca quedan en la mesa. Facundo Arana pide que la cámara no lo enfoque porque no para de mirar mujeres lindas (así son los galanes) y el humorista Luis Rubio dice que “la peor vestida es la Roccasalvo: por antigüedad”. Algunos ponen el foco en los ausentes. “Es verdad –afirma Mónica Gutiérrez– que faltaron discursos comprometidos, pero, ¿por qué debería haberlos? Esto no es una tribuna, y los que hacemos periodismo ejercemos nuestro compromiso a diario. Además, hubo años que fueron especialmente vibrantes.” Fanny Mandelbaum prefiere reclamar una presencia corpórea. “Faltó Adrián Suar, que labura para dar trabajo a los actores y acá no está. Creo que en el gran año de la ficción él debería estar.” Faltó también “más gente del interior de la Argentina”, agrega a la lista el payaso Piñón Fijo. “Es polémica la división entre Capital e Interior para los premios Martín Fierro; en la búsqueda de lo justo se incurre en injusticias. ¿Por qué habría que diferenciar? Espero que mi premio abra puertas a otra gente de las provincias.”
En el “año de la ficción”, Jorge Maestro está convencido de que “falta el premio a fotografía y áreas técnicas, pero falta también hacer una diferencia entre los géneros de la autoría: tendría que haber telenovela, comedia y unitario, como se divide a las actuaciones. Pero lo que vende es dar espacio y aire a los famosos”. Enrique Macaya Márquez, aún con premio para “Fútbol de Primera”, plantea objeciones: “Nunca observaron la producción integral de un programa como “Fútbol...”, en el que trabajan más de quinientas personas. Para algunos intelectualoides, el fútbol parece superficial y termina perdiendo con la ficción”. Contento con la estatuilla bajo el brazo, Gabriel Goity saluda la llegada de nuevas categorías. “Es una suerte que se introduzca la Actuación Especial (que ganó por “Infieles” y “Los simuladores”). Estar como invitado es una responsabilidad importante: hay que integrarse a un elenco formado, llegar de pronto, y hacerlo bien.”
“Cuidado”, aúlla la avalancha de cronistas y movileros que derriba la mampara puesta para dar prioridad a América (ver aparte). No fue una buena idea. Pero la alegría, en el final, está en la mesa de “Los Simuladores”, donde acaba de llegar el Oro. Si algo tuvo de interesante la entrega es su condición culposa, como si la sospecha inhibiera desatinos y apuntara al consenso de la crítica, a incuestionados que no son simpáticos de por sí (pocos son más parcos que Adrián Caetano, que ni concurrió) pero concentran otros valores: representar lo nuevo, y no la repetición de Mirtha, Susana, Marcelo... Cuando todo se termina, quedan, apenas, colados capturando algún petit fours sobrante o vaciando copas de vino marcadas con rouge. Uno grita: “Esa es de Susana”, y amaga con guardarla en la mochila. “Chicos –reacciona uno de Aptra, custodio a toda hora–, ¡un poco de respeto!”

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