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Espectáculos|Jueves, 19 de junio de 2003
“TAN DE REPENTE”, UNA PELICULA DE RUTA FUERA DE LO COMUN

Marcia, Mao y Lenin salen de viaje

A partir de un comienzo abrupto, compulsivo, que funciona como un magnífico disparador dramático, el multipremiado debut en el largometraje de Diego Lerman se interna por caminos poco transitados.

Por Luciano Monteagudo
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Tatiana Saphir, Verónica Hassan y Carla Crespo, un notable trío de actrices provenientes del teatro off.
“Acuario. Amor: entusiasmo, sentimientos en plena ebullición, no puede con su genio e imprime un dinamismo que hace que cada día y cada diálogo lo lleve por caminos totalmente desconocidos.” El horóscopo de Marcia lo dice bien claro: está a punto de embarcarse en una aventura. Pero en todo caso no es precisamente en la que ella pensaba. Acostumbrada a una rutina en soledad, a ver por televisión los programas de cocina mientras cena cualquier cosa, a morirse de aburrimiento en la lencería de barrio en la que trabaja, a sentirse un poco incómoda con su cuerpo (es algo gruesa, por decir lo menos), Marcia, de pronto, a la vuelta de la esquina -literalmente– se tropieza con dos desconocidas, Mao y Lenin, dos chicas punk. “¿Querés coger?”, le pregunta Mao a quemarropa, sin esperar una respuesta. “Sos justo lo que estaba esperando.” Así, como su título, Tan de repente, empieza la opera prima de Diego Lerman, que el año pasado ganó premios del jurado y del público en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, y después no paró de transitar los principales festivales de Europa y los Estados Unidos.
A partir de ese comienzo abrupto, compulsivo, que funciona como un magnífico disparador dramático, ya nada será igual para Marcia, al menos por unos días. Esos “caminos totalmente desconocidos” que prometía el oráculo de la revista Para Ti son los que se ve impelida a recorrer cuando Mao y Lenin la embarcan en una road movie impredecible pero no necesariamente vertiginosa, que va a ir encontrando sus tiempos justos a medida que las tres se internen en un viaje sin brújula ni propósito, o que en todo caso encuentra su módico sentido en el viaje mismo. A partir de la novela breve La prueba (1992), de César Aira, que ya el mismo Lerman había adaptado para un corto que funcionó como el germen de este largo, Tan de repente tiene la particularidad de resistir, sobria pero tenazmente, los encasillamientos y los estereotipos. Marcia es muy distinta de Mao y de Lenin, pero eso no implica que dos mundos entren en colisión ni que los personajes carguen consigo, como una mochila pesada, con las ideas preconcebidas del demiurgo que está detrás de la cámara. Se diría que las tres “son en sí” y que cada una tiene una vida propia, que parece aún más rica porque el film no se preocupa por explicar nada de ellas. Simplemente están allí, movidas por la rara fuerza de ese encuentro fortuito.
Es que todo en Tan de repente tiene una materialidad casi palpable, desde la textura de los cuerpos a la inmediatez de los paisajes, pero al mismo tiempo se diría que el film se aleja –discreta pero deliberadamente– del mero realismo, empezando por una fotografía en blanco y negro que “permite ver mejor las formas” (como decía Samuel Fuller en El estado de las cosas, de Wim Wenders) y siguiendo por un mecanismo narrativo que hace de la pulsión un motor dramático. A su manera, Mao y Lenin son personajes tan ficticios como sus nombres. No responden al deber ni a responsabilidad alguna. Y siempre materializan sus deseos, ponen en acto sus pensamientos, arrastrando tras de sí a la película toda. Cuando el trío, después de haber pasado por la experiencia liberadora del mar, llega accidentalmente a Rosario, parece comenzar otra película. Hay una melancolía más que provinciana, casi chejoviana, en esa casa de pensión que lleva adelante la tía abuela de Lenin, pero en todo caso el film lo único que hace es complejizar sus corrientes ocultas. Una cierta sensación de extrañamiento parece apoderarse de ese grupo heterogéneo, que incluye a una pensionista que es pintora y a un estudiante que se siente claramente fuera de lugar en ese súbito gineceo.
Aquí se advierte no sólo un trabajo intenso del director con sus actrices, particularmente notables en los casos de Carla Crespo, Verónica Hassan y Tatiana Saphir, provenientes del teatro off, pero muy conscientes de las diferencias que supone estar frente a una cámara. También se nota el trabajo de puesta en escena y montaje de Lerman, que privilegia sobre todo los cruces de miradas, tan secos, precisos y filosos como sus lacónicos diálogos.

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