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Espectáculos|Martes, 24 de junio de 2003
ENTREVISTA A LEONARDO SBARAGLIA,
ACTOR ARGENTINO RADICADO EN ESPAÑA

“Estar afuera me ayudó con mi identidad”

Desde su partida hace tres años, rodó cinco films, pero “En la ciudad sin límites, de Antonio Hernández, es el primero que se estrena aquí. En él, comparte elenco con Fernando Fernán Gómez, Geraldine Chapin y Alfredo Alcón.

Por Mariano Blejman
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Sbaraglia se fue en 2000, y consiguió adaptarse rápido: “Siento que ya pertenezco a los dos lados”.
Leonardo Sbaraglia es un adelantado: se fue a vivir a Madrid durante el año 2000, antes de que la crisis explotara. Detrás de él, muchos otros actores y ciudadanos argentinos partieron a España en exilio económico. Al poco tiempo, Sbaraglia se convirtió en referente para hablar “de la Argentina”. Después de tres años fuera –y con cinco películas realizadas en España–, regresó acompañando el lanzamiento de En la ciudad sin límites, una audaz película de Antonio Hernández (realizador de Lisboa) sobre los últimos días de Max, un hombre enfermo que lucha en su aparente locura por recuperar su pasado. Max es interpretado por el célebre actor español Fernando Fernán Gómez. Sbaraglia comparte cartel con Geraldine Chaplin, Alfredo Alcón y Leticia Brédice, entre otros. El actor que comenzó su carrera en la serie televisiva “Clave de Sol” comparte una suerte de privilegio con sus pares argentinos también exiliados: “Siento que ya pertenezco a los dos lados”, confía a Página/12. La película que se estrena el jueves recibió premios en los festivales de Miami, Santo Domingo y Toulouse. En los últimos meses, Sbaraglia recuperó una parte de su campo laboral local, y volvió al país a filmar La puta y la ballena de Luis Puenzo, y Cleopatra de Eduardo Mignogna.
–¿Qué impresiones tuvo, volviendo de España?
–Siento que las cosas han cambiado. En este tiempo me dediqué a crear un territorio, una identidad y una carrera en otro país. Pero siempre estuve ligado a lo que pasa aquí, están mis amigos, mi familia. Con esta película se cerró un ciclo, el ciclo del exilio. Eso me ayudó hacer un balance y a partir de ahora comienza otra etapa que tiene que ver con poder repartir más entre Argentina y España.
–¿Siente el desarraigo?
–Mi primer impacto fue una de las primeras veces que volví, cuando busqué mi heladería preferida y no existía más. Estar afuera me ayudó a ver claramente cuál es mi identidad y cuál la identidad argentina. Hasta se puede identificar mejor a la distancia. Uno encuentra cosas por comparación que antes no pescaba. Hay maneras de pensar, de construir el pensamiento. Es diferente culturalmente. La gente cree que Madrid con Buenos Aires son parecidos, pero no tienen nada que ver.
–¿Cuáles son las diferencias?
–Si algo le disgusta a un español lo dice, acá se lo callaría. Eso me gusta mucho de allá. Acá andamos con un triple pensamiento todo el tiempo. En cada país la gente piensa de diferente manera. También se observa contundentemente lo maravilloso de la cultura en Buenos Aires. Estando en Madrid uno se da cuenta de que lo que existe acá no existe en muchos lugares del mundo. Cómo están dadas las condiciones en este país para la experimentación...
–Incluso en política...
–Sí, sí. Esos hacen arte pero del peor.
–¿Cómo fue que se convirtió en una especie de “vocero” argentino en Madrid?
–En el momento de la crisis más fuerte me preguntaban mucho por Argentina y por lo que estaba pasando. Con mis recursos, trataba de explicar lo inexplicable. Los españoles no entendían cómo Menem volvió a ser candidato y tuvo ese 25%. Casi todos los actores argentinos allá tienen ese compromiso: Federico Luppi, Miguel Angel Solá, Ricardo Darín, Darío Grandinetti, Cecilia Roth, Héctor Alterio. La gente se ha solidarizado muchísimo. Más allá de los gobiernos y las empresas.
–Son una especie de selección nacional de actores.
–Mi situación es privilegiada. Mucha gente que emigró a España, como mis hermanos, no puede volver fácilmente. A mí me pagan los pasajes, puedo ir y venir todo el tiempo: siento que vivo en los dos lados. Volver a trabajar acá, por cursi que parezca, me llenó las pilas. Uno vuelve a cargarse de su identidad histórica.
–¿Está diciendo que para saber qué es ser argentino hay que irse de Argentina?
–Pensarse internacional es interesante. Todo el asunto de la patria, el nacionalismo, me parece espantoso: ¡Somos argentinos, carajo! ¡Viva España! ¿Qué es eso? Si los países son cada vez más de las empresas... No tenemos que hacerles el aguante a las empresas. El capitalismo nacional es tan dañino como el internacional. Lo que pasó en Argentina tiene que ver con el capitalismo nacional y con los capitalistas de este país. La explotación es mala en cualquier forma.
–¿Los argentinos en España son un fenómeno?
–Sí, no es que se vea desde acá: es un fenómeno. Un lugar en el mundo, Plata quemada, Nueve reinas, El hijo de la novia, Un oso rojo fueron muy exitosas en público y reconocimiento. Y los actores argentinos son un fenómeno. Como pasó aquí con Imanol Arias, Poncela, Sabina, Serrat, salvando inmensas distancias es gente muy insertada en el medio español.
–¿Es su primera película española que llega a la Argentina?
–Sí, y lo tomo como un triunfo personal. Es muy importante que se estrene lo que hago allá. Es volverse a encontrar con la identidad. Me da mucho nervio y alegría estar acá. A esta película le tengo mucho respeto. No me pasa por el costado: me parece importante estar acá.
–¿La película tiene un dejo de nostalgia por tiempos pasados?
–Antonio Hernández, el director, es una de las pocas personas que reconoce el daño del franquismo. No se es tan consciente del daño de 40 años de Franco en España. En algún lugar la película habla de eso. De gente que quiere recuperar la memoria de la lucha. En España no se habla mucho del millón de muertos. Que no sólo se mataron millones durante la guerra civil, sino que se siguió fusilando sistemáticamente durante años. La película metafóricamente habla de eso. De una persona a tiempo de reconstruir algo, hecho de una manera simple, de un hijo que pueda creerle a su padre. Lo dan por loco, pero la locura tiene sus pliegues... ¿Quién está loco, después de todo?
–“Menos mal que las paredes son altas”, suelen decir en el Borda.
–Siempre se está a tiempo de reconstruir algo en el futuro.
–¿Cómo fue trabajar con Fernán Gómez?
–Fernando Fernán Gómez es una eminencia en España, aun como director. Es un actor muy raro, que un año antes estuvo a punto de la muerte, en una situación parecida a su personaje Max. Estaba muy delicado. Tuvimos que hacer toda la película con él primero, la segunda parte fue con Geraldine Chaplin y después hice toda la película con el resto de los personajes. A Fernando lo conocí un día antes del rodaje. Sentí mucho respeto. Sé que se sintió cómodo trabajando conmigo, hizo sus elogios y es bastante, porque tiene fama de cascarrabias.
–¿Cómo fue trabajar hablando con acento español?
–Para los que conocen mi trabajo aquí, los primeros minutos descolocan: es un plus un poco distractivo, aunque el que no me conoce no repara en ese detalle. Pero cuando uno se mete en la película y se identifica con el personaje, uno se olvida de que estoy hablando con acento raro. La mejor estrategia fue tratar de imitar a alguien. Y lo logré.
–También Alfredo Alcón habla con usted con acento español.
–Nunca había trabajado con Alfredo Alcón como actor. El me había dirigido en teatro y en esta película terminamos los dos hablando con acento español, en una escena muy fuerte, muy emotiva. Entonces me puse a pensar ¿cómo llegamos a esto? Me sentía como un actor mexicano actuando en inglés con otros mexicanos que hablan inglés.

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