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Espectáculos|Lunes, 30 de junio de 2003
“LOS SIMULADORES” NO DUERMEN EN SUS LAURELES

Los muchachos van por más

La segunda temporada del ciclo más visto de la TV arriesga nuevas tensiones dramáticas y les da otras posibilidades a sus personajes.

Por Eduardo Fabregat
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“Los simuladores” promete para hoy otro caso jugoso.
El programa empieza a las 23, por Telefé.
Pasado el fervor de su primera temporada, acumulados varios premios en la estantería, “Los simuladores” debían enfrentar su caso más riesgoso: enfrentarse a un nuevo año, complejizar la trama, desarrollar un poco más sus personajes y conjugar todo eso para no perder el hilo. El director Damián Szifrón ya había confesado la intención de evitar el descanso en los laureles, pero había que ver cómo se traducía eso en la ficción televisiva mejor lograda de los últimos tiempos. Transcurridos los primeros cinco capítulos de esta temporada, el grupo tiene nuevos motivos de orgullo. “Los simuladores” no sólo ganó en espesor, riqueza de situaciones y encanto, sino que es el programa más visto de la TV: los 35,6 puntos que promedió el lunes pasado superaron a la transmisión de Boca-América de Cali (Canal 13), que el jueves 19 llegó a 34,9. El primer puesto del año es de todos modos futbolero (Boca-Santos cotizó a 39,9 puntos), pero no hay que olvidar que se trató de una emisión especial: con respecto a la programación habitual, el cuarteto reina a sus anchas.
Este año, el equipo introdujo otra clase de tensiones dramáticas. En primer lugar, un enemigo que amenaza ser de peso: Milazo, aquel productor inescrupuloso al que enviaron un año al Impenetrable chaqueño en un supuesto reality de supervivencia, está de regreso y busca venganza, y parece tener las armas necesarias como para acercarse peligrosamente a Santos, Lamponne, Medina y Ravenna. Pero incluso en el círculo íntimo de los simuladores se advierte otro clima, sobre todo cerca del líder Santos. En tren de revelaciones sobre la vida “real” de los protagonistas, el personaje de Federico D’Elía fue virando a un grado de cinismo aún mayor que en 2002, y una impaciencia y rigor que se expresan brutalmente ante los pequeños fallos de la “Brigada B” y las debilidades morales de los potenciales clientes.
Los demás fueron encontrando también su nicho. Lamponne (Alejandro Fiore) juega una suerte de Tom Cruise en Misión: imposible 2, casi siempre contactado en situaciones de deportes extremos y con el aporte simpático del perro Betún. Medina (Martín Seefeld) inunda la pantalla de excesivo romanticismo, y llega al punto de poner en peligro un operativo (en “El vengador infantil”) debido a sus principios. Ravenna es un seductor, una especie de “Charlie” rodeado de ángeles pulposos, que puede estar en plena meditación trascendental o saltando en picada a una pileta olímpica. Es que el equipo está decidido a darse ciertos gustos, y por ello este año lucen tanto los casos que se presentan como la circunstancia de los muchachos. Quizá la serie pierde algo de misterio –una de las claves del comienzo: ¿quiénes son estos tipos? ¿de dónde salen?–, pero gana cierta frescura.
Frescura, también, se advierte en esas gracias que “Los simuladores” suelta como al pasar, momentos gratuitos (porque no hacen a la trama) pero disfrutables. Así, el final de “El collar de las cuatro estaciones” mostró al obseso sexual viviendo feliz con su esposa en el sur, lejos de las tentaciones adúlteras, sólo para que en sus ojos apareciera un brillo lascivo mirando a... una ovejita. “El clan Motul” fue puro delirio, con vampiros y todo. En “El vengador infantil” resultó hilarante la escena en la que Lamponne, con el ánimo erizado por el caso del chico que es centro de bromas en la escuela, le puso una pistola en la cabeza al ex compañero que en la infancia lo torturaba con la frase “¡Lamponne! ¡Te agachás y te la ponen!”. Hoy a las 23, el “caso” promete más de una escena jugosa, cuando el cuarteto tenga que resolver las diferencias entre las familias de una pareja, una católica y la otra judía.
Por lo demás, la serie de Telefé sigue pagando sobradamente en el terreno formal. Cada enfoque de cámara, cada puesta en escena, delatan un cuidado artístico que le haría bien a más de un producto local. Y a veces el rating canta justicia: esta vez, la planilla no revienta por el animador que se emociona con los aspirantes a estrellas pop o las boberasde adolescentes de escuela high class. ¿O será que Santos anduvo moviendo sus hilos por Ibope?

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