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Espectáculos|Lunes, 25 de febrero de 2002
LA ODISEA DE LOS QUE BUSCAN PAPELES DE PUBLICIDAD EN LA TV

Ahora, sólo se trata de sobrevivir

Un recorrido por los castings permite medir la dimensión de la crisis. Cada vez se filma menos, y un “bolo” en cualquier grabación equivale casi a un protagónico en cine. Mientras tanto, cientos de actores esperan un cambio de suerte.

Por Julián Gorodischer
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Un postulante para un casting intentará llevarse el papel que le reportará unos 1500 pesos.
Unos actores esperan con la cabeza apoyada en la pared blanca, otros duermen una siesta mientras repiten la frase de estos días: “No hay un mango”. Una mañana de casting en medio de la crisis es un oasis en el páramo, como es natural a un estado de las cosas que todos definen como “la malaria”. Cada tanto aparece una publicidad, pero no sobran. “No se vende nada –dice resignado Hugo Castro, actor y vendedor de tarjetas de crédito–. ¿Para qué van a seguir largando propagandas?” Recuerda, en cambio, el esplendor de sus bolos y papeles con texto en “Dar el alma”, “Tu mundo y el mío” o “Cosecharás tu siembra”. Eran los ‘80, los ‘90, y la tele pagaba. “Ahora –compara– está todo parado.”
Como en un juego de espejos, Hugo mira a la cámara y dice el texto que le guionaron: “¿Vos también sacaste el pasaporte?”, en rol de kiosquero para un aviso de cigarrillos, costumbrista y barrial a lo Polka pero en formato de spot. El aviso comenta la crisis, como si no hubiera otra cosa (¿habrá?) de qué hablar, ya sea para una tira en horario central o para vender las bondades de un cigarrillo. A Hugo, o “el Flaco”, cara reconocible de varias novelas y programas cómicos, le parece un recurso acertado. “Es potable comercialmente, y a la gente le gusta lo nacional, lo que habla de nosotros”, explica.
Hace tiempo, los actores miraban el mercado como la selva que los alejaría de la camaradería de la escuela o conservatorio; hoy rige la metáfora del agujero negro. “Mercado, ¿qué mercado?”, dice en voz alta Cristiano Santacecilia, en una pausa del sueño incómodo y con ronquidos sobre la butaca. La espera, se sabe, es larga. El casting transcurre, esta mañana, y –con suerte– Cristiano obtendrá el papel del motoquero. Se vino con tatuajes, tal vez para la ocasión, y descuidado como recién bajado del rodado. Hasta el pelo un poco batido remite al viento rutero. Los 1500 pesos que paga el aviso ayudarían a paliar el desastre, que incluye: una “depresión total”, el sueldo de su trabajo como barman adeudado desde diciembre, los amigos en Los Angeles, y una conclusión que desespera: “Ni mis profesores (Agustín Alezzo, Cristina Banegas) consiguen trabajo”, dice.
El bolo o la aparición se desean como un protagónico en cine o en teatro. Cristiano imagina los 1500 y quiere que le digan: “¡Quedaste!” Por ahora está seguro de que ocurrirá, “hasta que se demuestre lo contrario”, aunque la estadística no ayude. “Cada tres o cuatro meses, uno sale bien.” Carlos Issa, que actuó en “Montaña rusa”, un comercial de Multicanal, necesitaría un “book” o “material” o fotos, a secas, que estén actualizadas, como se lo ve ahora, entre texmex y vaquero, y no recién llegado de Mar del Plata, con ese aire ingenuo de los 20. Pero cuesta 300 pesos, y entonces se conforma. En este casting, la espera es confortable y se siente a gusto, pero otras veces el viaje es largo. Visita los estudios Sonotex, en Martínez, elude al guardia de tren (no hay para el boleto), espera cinco horas, deja la carpeta. Conoce de antemano el destino de las imágenes en pose o “al natural”: le dijeron que, en algunas productoras, están tirando cajas llenas. “¿Una entrevista? –dice–. Conseguirla te puede tomar un año.”
El “rebusque” genera ideas novedosas pero un poco decepcionantes: se le ocurrieron las promociones actuadas, una changa que garantiza curiosos merodeando las vidrieras de los negocios. “Improvisamos en el shopping -cuenta– y la gente para.” Esta mañana, postulado para una publicidad y “en lo suyo”, su estado de ánimo es aceptable, y la competencia es poca. Los piquetes asustaron a algunos candidatos de la provincia. “Es un bajón –cuenta el productor que elegirá un actor entre 60–. Llegan con una energía por el piso.” Un musculoso, poco después, dirá que es una lástima, una verdadera lástima que él no sea versátil y de “gama amplia” para tener más trabajo y que sólo lo vean como posible rugbier, patotero o matón. La ultima vez, para Marcelo Córdoba, fue un bolo en la tira “Maridos a domicilio”, como secuaz “del malo de (Daniel) Fanego”, pero oportunidades no abundan para un patovica, viable para unos pocos papeles. “Mi asignatura pendiente es tener algo fijo”, dirá después, a punto de entrar a la prueba, minutos antes de saber si esta vez sí queda en la tanda. Entiende, como su compañero de espera (Germán Welchli), que para actuar en un programa la oferta es más que limitada. “Ya no hay videoclubes, hay Blockbuster”, explica, y compara con el panorama de productoras.
Tiempo detenido y espacio común ayudan a una catarsis, y más si alguien la estimula con la pregunta: ¿Cómo está todo? Entonces, Alejandro Goldstein, de “Cadena”, comercial de los teléfonos Personal, es dramático: “La crisis me golpea en el pecho”, dice. Le robaron el auto, lo agarró el corralito. Ahora se prepara para el gran papel de unos segundos, casting breve, de mal humor pero con esperanza. Los sentimientos, en la sala de espera, son siempre grandes e intensos. Ese momento anhelado (la convocatoria al casting) llegó después de muchos llamados y recorridas. Ahora vale la pena encarar una composición. “Si hay que estar arriba –dice– nadie se va a enterar de que estoy mal. Después de todo, eso es teatro.”

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