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Espectáculos|Miércoles, 9 de julio de 2003
VICTOR HEREDIA CUENTA POR QUE CANTA HOY EN PLAZA DE MAYO, EN EL FESTEJO DE LA INDEPENDENCIA

“Mi compromiso es con la vida, no con la tragedia”

El cantautor cree que, más allá del recital que dará con León Gieco e invitados, a beneficio de los damnificados por las inundaciones en Santa Fe, hoy vivirá un 9 de Julio especial. “Estamos viviendo un momento interesante, y ya no alcanza con aplaudir desde afuera: es hora de embarrarse los pies”, dice.

Por Fernando D´addario
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Víctor Heredia se reivindica “de izquierda e independiente” y dice que desde ahí apoya a este gobierno.
Víctor Heredia es de los que apuestan fuerte, tal vez arrastrado por una historia personal que muchas veces lo puso ante situaciones límite. En los últimos tiempos, tanto él como León Gieco se vieron empujados a una tarea que no es sustancial a los cantores populares, pero que se volvió imperativa con la crisis: la ayuda social. “Uno no sufre la miseria, pero le ve la cara”, dice Heredia en la entrevista con Página/12. Está en su casa de Palermo, donde recibe llamados, mails y pedidos de todo tipo. Casi como un bombero. Hoy, en cambio, serán otras las motivaciones que lo impulsarán a subirse a un escenario. Junto con Gieco e invitados especiales (ver aparte) festejarán a partir de las 15.30, en la Plaza de Mayo, un nuevo aniversario de la Declaración de la Independencia argentina. Será, arriesga, un 9 de Julio especial. “Estamos viviendo un momento interesante. Hay cosas que tienden a que empecemos a recuperar de a poco la esperanza perdida: algunos correctivos que se aplican a sectores de poder, la búsqueda de independencia judicial, el descabezamiento de las cúpulas militares y policiales, el intento de recuperar el PAMI, los hombres que fueron convocados, como Eduardo Luis Duhalde o Daniel Filmus, la propuesta a Zaffaroni para que integre la Corte Suprema... Son signos que denotan otra mirada del país, una mirada más humanizada. Cuando se ve que hay propuestas de esta naturaleza, creo que debe haber un compromiso de nuestra parte. No nos podemos borrar esperando que todo lo hagan los demás.”
–¿No tiene miedo de quedar “pegado” si finalmente al gobierno de Kirchner no le va muy bien?
–No. Siempre fui de correr riesgos. A mí, el aplauso desde afuera no me alcanza. Es hora de embarrarse los pies.
–¿Aunque lo tilden de oficialista?
–A mí ya me pasó eso en el ‘83, cuando muchos decían que me había vuelto radical. Yo no soy radical, y en ese momento reiteré mi condición de hombre de izquierda. Esta vez también. Nadie me pidió que renegara de mis principios. Soy de izquierda y soy independiente. Pero hoy Kirchner es mi presidente. Agradezco tener un presidente como éste. ¿Por qué negarle una mano? Si me tildan de oficialista, no me importa, porque voy a ser el primero en denunciar las cosas que se hagan mal. No tengo ningún cargo oficial. Además, hay un porcentaje muy importante de argentinos que está apoyando esta gestión. La diferencia es que yo soy conocido.
–En los últimos años, su música y sus letras denotaban cierto escepticismo. ¿A los músicos populares les va a pasar como a los humoristas, a quienes les cuesta “adaptarse” a estos aires de optimismo?
–Lo que ocurre es que uno no busca necesariamente crear desde la tragedia y el horror. Siempre, aun cuando me sentí más pesimista, quise transmitir la posibilidad de una salida. No estoy comprometido con la tragedia, sino con la vida. Ojalá podamos cantarle a otro país. Pero hoy, no puedo dejar de hacer “Informe de la situación”. Yo no tengo la culpa. La culpa es de la realidad. Porque lo que uno ve cotidianamente es muy duro. Con León estamos haciendo 3 o 4 shows a beneficio por semana. Lo único que podemos hacer es paliar mínimamente algunos casos puntuales. Me llegan cartas de gente que lo perdió todo. No son mendigos. Hay gente que en algún momento perteneció a la clase media y que ha sido paulatinamente marginada. Nunca vi una devastación como ésta que estamos viviendo.
–En algunos sectores se está hablando de una suerte de “retorno a los años ‘70”, que alude tal vez más a lo cultural que a lo político...
–Yo no estoy de acuerdo con eso. Estamos viviendo otra etapa muy distinta. Las herramientas son distintas. Aquella generación estaba ideológicamente muy preparada, y es precisamente la que liquidó la dictadura militar. En todo este tiempo, esa carga ideológica se fue perdiendo, en parte por la tragedia de los desaparecidos pero, después, también por una cuestión de educación. Y no hablo sólo de la educación formal, sino de esa otra formación que dan los medios. Aquí y hoy educan más los medios que la escuela. Se escamoteó la memoria, la conciencia de clase. Ahora al obrero primero se lo esclaviza, después se le quita el trabajo y luego se le da una dádiva para que se quede tranquilo y permanezca atado a un puntero. Es increíble cómo nos embrutecieron a los argentinos, cómo relajaron nuestra cultura.
–En ese sentido, ¿cambió el lugar donde se para la música para expresar su compromiso?
–Mirá, la expresión que más se da a conocer en estos momentos es la del chico que está en la villa y que cuenta, de manera cruda y directa, lo que ve y vive cotidianamente. Lo hace desde sus posibilidades. Hace treinta años, lo que escuchaban los jóvenes eran las canciones de Silvio, Chico, Pablo. La diferencia de valor literario y estético es notable. Con esto no estoy invalidando a la cumbia villera, porque la respeto como una expresión genuina. Pero es, también, la cultura emergente del desastre en que se ha convertido la Argentina.
–Eso es cierto, pero tampoco la juventud de los ‘70 era homogénea y mayoritariamente esclarecida. El cantante más vendedor no era Silvio Rodríguez sino Palito Ortega...
–Yo no estoy diciendo que aquella generación fuera homogénea. Pero sí era más plural. Había una multiplicidad de propuestas artísticas y estaban dadas las condiciones para que esas propuestas llegaran a la gente y la gente pudiera disfrutarlas.
–¿En qué medida, más allá de la decadencia económica, en las décadas del 80 y del 90 se contribuyó a ese “embrutecimiento”?
–Culturalmente, los pseudo ídolos conductores de la televisión menemista instalaron mundos inalcanzables. Mundos ficticios a los que sólo se podía “llegar” robando o consumiendo drogas pesadas. Yo no digo que en mi generación no se consumieran drogas ni se tomara. Pero en estos últimos años, las drogas duras y el alcohol, contrariamente a lo que se cree, tienen un efecto paralizante.
–También cambió la manera en que el arte se relacionó con la realidad.
–En eso, creo que el posmodernismo fue muy perjudicial. Jodió mucho con el tema de la nostalgia por los años ‘70. Minimizó ese pensamiento luminoso ninguneándonos a nosotros, porque los sobrevivientes de esa época estamos aquí. ¿De qué quieren que hablemos? Yo hablo de mis muertos. ¿De qué nostalgia setentista me están hablando? ¿O acaso se solucionó el tema de los desaparecidos?
–En otro sentido, hay quienes dicen que la generación de “sobrevivientes” de la dictadura, que lo incluye junto a Gieco, Mercedes, etc., fue emblemática de otro tiempo, y hoy las nuevas formas de lucha requieren de otro tipo de artistas.
–No es así, porque para nosotros la lucha continúa. Yo canto para piqueteros, para fábricas recuperadas, no me quedo. Pero el posmodernismo cultural, antes y ahora, siempre se lavó las manos. Hablan, pero ven pasar la historia. Dicen: “Córtenla con la memoria, con los desaparecidos, ya está...”. Con su actitud de superación, fueron cómplices de la devastación. Les vino bien el menemismo, el delarruismo... Critican, pero los esponsorea Brahma. A mí me “esponsorean” las Madres de Plaza de Mayo. Lamentablemente, yo no me pude aggiornar. Canto la misma canción desde hace 35 años.

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