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Espectáculos|Viernes, 11 de julio de 2003

Las trampas, juegos y mentiras del realizador inglés Guy Ritchie

El actual marido de Madonna cuenta cómo fue que a fuerza de embustes consiguió plata para filmar “Juegos, trampas y dos armas humeantes”, la película que terminó dándole renombre mundial.

Por Emanuel Respighi
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Ritchie es el marido de Madonna. El film en que la dirigió, “Insólito destino”, fue su peor fracaso.
El cineasta inglés Guy Ritchie supo más temprano que tarde que sería capaz de hacer cualquier cosa con tal de rodar su primer film. Luego de un exitoso paso inicial por el mundo de la publicidad y los videoclips, el futuro esposo de Madonna decidió dar el gran paso ideando un largo en que el género policial se combinaría con ácidas cuotas de humor. Claro que le faltaba un detalle: el financiamiento. Así fue que puso en marcha una poco ortodoxa estrategia para conseguir el millón y medio de dólares que costó Juegos, trampas y dos armas humeantes, que en 1998 se estrenó en Inglaterra. “Para conseguir el dinero tuvimos que decir muchas mentiras sobre la película y los actores que ya estaban confirmados. Pero cuando la gente que aportó dinero descubrió la verdad ya era demasiado tarde”, confiesa en una entrevista que mañana a las 21.30 estrenará Films&Arts dentro del ciclo “Enfoque independiente”. La jugada no le salió mal: el film –en la que Sting, además de hacer un pequeño papel, puso algo de dinero– batió todos los records de taquilla en Inglaterra. La crítica convirtió en un lugar común denominarlo el Quentin Tarantino inglés.
El primer trabajo en el cine de Ritchie fue, en realidad, a través del cortometraje The hard case. “Venía de una escuela de terribles videos musicales de bajo presupuesto. Un video mío llegó a los pop charts alemanes, que es en el último lugar en el que desearía que me incluyeran. Pero tuvo una buena recepción y por eso gané 500 mil dólares que costearon el corto”, cuenta. Pese al alto presupuesto, el corto no corrió demasiada suerte. “En los festivales –admite– nadie quería verlo: todos lo odiaban. Pero yo estaba feliz porque mi mamá se lo había pasado a mi abuela y mi abuela a otro pariente y así hizo el circuito familiar, de donde nunca pudo salir. No tuvo ninguna atención por parte de la industria.”
La que sí fue bienvenida por la industria fue Juegos, trampas y dos armas humeantes. Sin estrellas rutilantes pero innovador en lo narrativo, cosechó tan buenas críticas como recaudaciones. Según cuenta Ritchie en la entrevista, buena parte del éxito se debió al largo título que llevó la película centrada en una banda de delincuentes en aprietos. “Lo que sucede con los films independientes es que por más dinero que tengas –en este caso un millón y medio de dólares– la cifra es insuficiente para competir con las producciones de Hollywood. Mi teoría fue poner el título más largo que se me ocurriera así la gente la recordaría, al menos, como la película de título extraño.”
Luego del reconocimiento recibido por Juegos..., Ritchie no necesitó atraer público con el título de su segunda película. En Snatch (2000), el armó un film que continuó el estilo del primero, aunque con la presencia de estrellas como Brad Pitt y Benicio Del Toro. “Disfruté mucho haciendo Juegos... y sé que Snatch es un film parecido, que está en la misma veta. Pero no pude resistirme. Tuve ofertas muy tentadoras, pero hubiese sido un error comprometerme con otro tipo de proyectos. Lo mejor es hacer lo que uno sabe hacer”, remarca. “En la segunda película todo director entiende más cómo funciona el negocio. Uno recibe muchas ofertas de grandes estudios por las que antes de hacer la primera película se hubiera matado por rodarlas. Pero una vez que hiciste un film independiente reconocido, que uno mismo escribió y dirigió, no debe ponerse bajo las órdenes de nadie. Me sentí más liberado y simplemente creí importante que Snatch siguiera la misma línea que mi primer film”, agrega el director, que luego tropezó con Insólito destino, la película en que dirigió a Madonna. Ni las críticas ni las recaudaciones le serían favorables.

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