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Espectáculos|Martes, 30 de septiembre de 2003

“Salgán me devolvió esa alegría de disfrutar la música, siempre”

Sonia Possetti presenta hoy en el Alvear su disco “Mano de obra”, donde demuestra que una mujer bien puede conducir su orquesta.

Por Karina Micheletto
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“Antes las compositoras mujeres ni podían registrar las obras”.
La pianista Sonia Possetti suena muy bien plantada al frente de su propio quinteto de tango. No sólo eso: también compone y arregla sus propios temas, con un sonido actual y definitivamente propio, un refinado tratamiento orquestal y un notable dominio del lenguaje de la música ciudadana. Lo suyo parece una rareza dentro de un ambiente que históricamente reservó a los hombres este múltiple rol. “Sí, soy mujer, ¿y...?”, minimiza ella. “En los ‘30 también había compositoras mujeres, pero ni las dejaban registrar las obras”, dice con una sonrisa. El quinteto, que completan Damián Bolotin en violín, Federico Pereiro en bandoneón, Adriana González en contrabajo y Fabián Keoroglanian en vibráfono, presentará su primer disco, Mano de obra, íntegramente compuesto por tangos y milongas de Possetti, hoy a las 20.30 en el teatro Alvear (Corrientes 1659) y todos los sábados de octubre a las 23.30 en Un Gallo para Esculapio (Uriarte 1795).
Possetti puede identificar claramente cada uno de los hilos con los que se fue tejiendo su vocación de pianista y compositora de tango. Está segura de que su padre fue el que tendió el primero de esos hilos. Cantante y multiinstrumentista, él aprendió a tocar la guitarra con un vecino de Chascomús, que resultó ser Omar Moreno Palacios. “Con mi viejo aprendí que hay que hacer música para el disfrute propio, más allá de si les gusta o no a los demás, si es nueva o vieja, si encaja o no. A veces uno entra en una cuestión demasiado intelectual y se va aislando, sin darse cuenta. Yo trato de no olvidarme de esa lección básica de mi viejo”, cuenta Possetti. La otra persona importante en su historia musical fue su madre, docente con inquietudes de música y bailarina, una vocación que llegó a concretar después de jubilada, cuando se decidió a estudiar el profesorado de danzas en La Plata, adonde viajó todos los días hasta que se recibió. “A ella le dediqué la milonga ‘Bailarina’. Siempre nos insistió a mí y a mis hermanos para que estudiáramos, que no nos quedáramos”, recuerda ahora la pianista. Finalmente, los tres hermanos Possetti salieron pianistas. Pero en Sonia es probable que los hilos se terminaran de tejer en las tardes que pasaba en Chascomús en la casa de su tía, fanática tanguera, siguiendo los concursos de radio en los que reconocían a la orquesta de Leopoldo Federico al segundo compás, y llamaban para ganarse una orden de compra en una casa de ropas, o en los programas de televisión compartidos con la familia, en los que “no volaba una mosca cuando cantaba Rubén Juárez”.
Possetti es esposa de Damián Bolotin, el violinista del quinteto, y comparte con él un dúo en el que empezó a mostrar su producción como compositora. “Necesitaba encontrar una sonoridad más amplia, más diversa, sentí la necesidad de volcar en una nueva formación mis composiciones”, explica la pianista respecto de la aparición del quinteto. Entre sus maestros se cuentan Orlando Tripodi, Aníbal Arias, Juan Farías Gómez, Lilian Saba, Rodolfo Mederos y Horacio Salgán.
–Salgán no suele tomar muchos alumnos. ¿Cómo llegó a él?
–La verdad, tuve suerte. Yo estaba tocando con el grupo Tangata Rea en El Tortoni, y siempre cruzaba a vernos Víctor Hugo Morales, porque Continental queda enfrente. Un día me dijo que le gustaba mucho lo que hacía, y que si me interesaba tomar clases con Salgán él podía recomendarme. Pasaron un par de meses hasta que me cayó la ficha, y me decidí a ir a pedírselo. Salgán me devolvió esa alegría que tenía mi viejo, esa seguridad de que a la música hay que disfrutarla, más allá de los conocimientos que uno tenga. Yo llegaba a la casa de Salgán y lo encontraba radiante, porque había encontrado una armonía nueva. Me decía: “Mire, mire lo que escribí”, feliz, como un nene. Yo lo veía y decía: claro, esto es lo que quiero, lo encontré.
–Algunos dicen que por su sonido usted es heredera de Salgán.
–A mí no me parece, pero si lo dicen, por algo es. Uno nunca sabe qué cosas va a disparar la música en quien la escucha. No puedo ni quieroevitar la influencia de toda la gente que está en mi historia, de todos los que escuché y me enseñaron. Ahora, el tema es no intentar ser ellos, eso sí es peligroso, es un callejón sin salida.
–Leopoldo Federico dijo de usted: “En mi orquesta se jugó la chapa y así, sin ensayo, a quemarropa, no sólo me solucionó un gran problema sino que me asombró con su ductilidad, su técnica y su musicalidad”. ¿A qué se refiere?
–Cuando leí esas palabras se me caían las lágrimas. Tuve que reemplazar a Nicolás Ledesma en la orquesta de Federico, un verdadero desafío, porque yo era más chica y era la primera mujer que entraba en la orquesta. Y fue el sueño del pibe, porque a Federico yo lo admiraba desde chica. Para mí él fue un referente importante, uno de esos maestros que te enseñan mucho, aunque no lo sepan. El además participó en un disco del dúo con Damián.
–¿En qué se basa a la hora de componer?
–Soy muy intuitiva. Compongo a lo bestia, animalmente, me salen melodías a borbotones, como en ese cuento de Cortázar que habla de alguien a quien le salían pollitos por la boca. A veces me viene una melodía en el subte y me desespero por memorizarla hasta que tenga algo para escribir. Claro que también tomo clases de composición con Daniel Montes, para poder encauzar todas esas melodías que me salen. No es cuestión de soplar y hacer botellas. Lamentablemente.

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