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Espectáculos|Viernes, 8 de marzo de 2002

El largo duelo de los fanáticos de la serie “Los expedientes secretos X”

Este año termina una serie que marcó una era. Sus fans paladean el fin, pero critican. “Debería haber terminado antes”, sostienen.

Por Julián Gorodischer
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Fox Mulder y Dana Scully, una pareja protagónica irremplazable.
No pueden evitar sentir cierta contradicción. Por un lado, paladean, desde el miércoles pasado, cada minuto de la última temporada de los “Expedientes secretos X”, pero oponen sus reparos. “La serie debería haber terminado tres años atrás para respetar los protagónicos y no permitir que bajara el rating”, argumenta Luis Roldán, presidente del fans club. En su noveno año, Fox Mulder (David Duchovny) ha desaparecido y Dana Scully se dedica a su hijo, posible cruza extraterrestre. Mientras la cuenta regresiva comienza, los fans miran hacia atrás y se ponen pesimistas. “Cuando termine, la gente va a dejar de venir al club”, dice Roldán.
En los nuevos “Expedientes...”, John Doggett es el agente a cargo de investigar sobre actividad paranormal, y el panorama es difícil. El FBI, más infiltrado que nunca, le quita el apoyo, y una extraña criatura de las aguas está matando gente con un método singular: los toma del tobillo y los hunde a las profundidades. Scully regresa para dar su apoyo. Lejos de este primer episodio del 2002 quedaron los primeros pasos, cuando los seguidores se sentían descubridores de una perla, cuando los X Files eran un secreto para entendidos y no la obsesión de los 1600 inscriptos que hoy componen el club. En una comiquería de la calle Montevideo comenzaba en el ‘95 el intercambio de figuritas. “Somos un desprendimiento de los neogóticos”, explica Verónica Roldán, que estuvo en la fundación.
Todo resultaba sorprendente. Mulder y Scully debían desentrañar, en el primer capítulo, unas extrañas muertes de estudiantes que habían sido abducidos de una fiesta. Aparecían muertos con unas extrañas marcas en la espalda. La transgresión de Chris Carter era fundir géneros para que apareciera un relato policial y fantástico, sin que nunca interviniera una toma de distancia escéptica, un subrayado. Apenas, una frase-guía que Verónica lleva impresa en su remera negra: “Quiero creer”.
Los fans quieren diferenciarse de otros grupos: aclaran que no se trata de “una reunión de borregas gritonas” e intuyen que una enamorada de Duchovny se decantaría sola, sin que mediara una expulsión o un consejo velado. Esto es otra cosa. Los fans se ven parecidos entre sí. “A un fanático le gusta el cine y la literatura de ciencia ficción”, define Osiris Araujo. “Además solemos estudiar carreras humanísticas.” Luis Roldán apoya esa relación entre el gusto por la serie y un psicodiagnóstico. “El que viene es un poco marginal, ve mucha tele, no tiene una vida social activa, no hace deportes, es raro.”
La trayectoria como fan se recuerda con apego a los “momentos importantes” de la vida, no como un pasatiempo. “El día que la serie se termine me voy a hacer mierda”, cuenta Luis. “Son siete años de estar laburando y meter cosas personales.” Vivió su casamiento a la par de la fundación del club, dedicó parte de su luna de miel a promocionarlo, nombró padrino a un compañero de “la militancia” y se recibió como licenciado en Ciencias de la Educación gracias al influjo de Mulder y Scully. “Mi tesis se llama Potencialidades creativas de la ficción: la X marca el lugar. Me pusieron un diez”, cuenta.
Cuando los “Expedientes...” sean un recuerdo o una reposición, los fans prevén una depresión desde septiembre a Navidad y la imposibilidad de pasarse al bando de otra serie por cuestión de principios. Para estos meses reservan un balance que incluye el racconto de señales en su propia vida. Roldán y sus compañeros cuentan que “una vez, cuando había que pagar el stand de una exposición, faltaban 217 pesos”. Aparecieron unos nuevos socios y al contar los ingresos (se paga una cuota bimestral de tres pesos), habían llegado exactamente a los 217. No omiten la mención a sacrificios: vivir diez días seguidos en Fantabaires, cargar escritorios dos cuadras bajo la lluvia y subirlos dos pisos por escalera, “bancarse la cara de culo de mi vieja”. Hacer el aguante significa apegarse a la novena temporada, aun convencidos de que “la octava debió ser la definitiva” –dice Osiris Araujo–, y descubrir algún encanto en Doggett (menos sofisticado que Mulder) aunque se extrañe a la pareja más famosa. Hasta setiembre, u octubre en el mejor de los casos, tienen garantizada su proporción de historias y personajes para nutrir su revista En el extremo de la realidad y su página de Internet www.webcindario.com/thexfilesargentina. El repertorio de mutantes, monstruos, momias, sombras, abductores y alienígenas es ilimitado y hay tela para cortar. Sólo un tiempo más antes de que el telón baje para siempre.

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