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Espectáculos|Jueves, 14 de marzo de 2002
“EL SEXO Y LA ESVASTICA”, UN ESPECIAL DE INFINITO

En el dormitorio del Führer

El documental se nutre de una investigación académica realizada en Estados Unidos sobre las costumbres sexuales de los jerarcas nazis.

Por Verónica Abdala
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Angela “Geli” Raubal, sobrina y también amante de Adolf Hitler.
Era un hombre perverso, masoquista, promiscuo e impotente. Obligaba a sus amantes a orinarle encima o a defecar sobre su espalda, mientras permanecía desnudo e inmóvil en el piso. Lo excitaba especialmente que sus mujeres lo golpearan con un látigo de cuero, mientras se autodenigraba repitiendo en voz alta: “No sirvo para nada, soy un cobarde”. Después solía castigarlas psicológicamente hasta llevarlas al borde de suicidio (con bastante éxito, si se tiene en cuenta que las cuatro mujeres más importantes para él pusieron fin a su vida o intentaron hacerlo). Estos son algunos de los datos sobre Adolf Hitler que arroja una investigación que Walter Langer, psicoanalista de la Universidad de Harvard, concretó en el marco de una operación secreta del gobierno de los Estados Unidos por los años de la Segunda Guerra Mundial. Y que apuntaba a conocer los aspectos oscuros –escándalos sexuales, evidencias de actos de corrupción o de ineficiencia sistemática– de los jerarcas nazis, para después difundir la información en los países aliados y también en territorio alemán, y así debilitar al enemigo. Los documentos, que hasta no hace mucho permanecieron ocultos a la mirada del mundo, son la base del programa “El sexo y la esvástica: secretos sexuales de los nazis”, que el próximo domingo a las 22 estrena la señal Infinito.
Las entrevistas realizadas en el documental revelan con lujo de detalles la forma en que los agentes aliados operaban a escondidas, recabando información y difundiéndola después en lugares estratégicos, como los mismos submarinos alemanes, a través de un programa radial falso (supuestamente alemán), en el que mechaban datos escandalosos –algunos ciertos, otros no tanto– entre temas de jazz que los soldados disfrutaban especialmente, ya que en Alemania este género musical había sido prohibido. “Decíamos que el general tal o cual esperaba la noche para obligar a los soldados a acompañarlo a su habitación, y eso lo escuchaban los mismos soldados que cenaban en su submarino, lo que generaba no sólo el temor de éstos sino una efectiva desestabilización del poder del general”, explica una de las fuentes consultadas en la emisión. La “propaganda negra”, que se difundía básicamente a través de esos falsos programas radiales, era a su vez reforzada con panfletos que los aliados repartían por los medios más insospechados (como globos o paracaídas cargados de papeles) sobre las ciudades alemanas.
Las tareas de inteligencia que ponían en marcha los agentes secretos –y los datos verdaderos que de ser efectivos a sus intereses daban a conocer públicamente– se sustentaban en los informes del doctor Langer, que durante largos meses de 1943 analizó documentos (como los discursos del líder germano), libros y testimonios de nazis detractores, para configurar y predecir las características menos conocidas de la personalidad de Adolf Hitler. De esa investigación, por la que alguna vez lo felicitaron Winston Churchill y el entonces presidente de los Estados Unidos, Franklin Roosevelt, se desprende que Hitler sentía un inusual afecto por los animales, que se creía un mesías, que prefería a las muchachitas muy jóvenes para dar rienda suelta a su libido –una de sus amantes tenía apenas 14 años– y que sus perversiones nacían de una profunda falta de autoestima. Según Langer, “era en realidad el odio que sentía contra sí mismo lo que lo impulsaba a proyectarse contra determinadas razas o naciones”.
El psicoanalista investigó también la historia de sus relaciones amorosas, especialmente la que lo unió a su joven sobrina Angela Raubal, “Geli” –hay suficientes elementos como para que los historiadores sospechen que él mismo la asesinó, en un episodio que nunca fue aclarado–, y a Eva Brown, que murió con él cuando, en el fin de la guerra, concretaron juntos un pacto suicida. Con conclusiones más o menos discutibles, porque en la mayoría de los casos no pueden probarse, el informe psicológico de Langer contiene un acierto innegable: la certeza premonitoria de que el Führer pondría fin a su propia vida por mediosviolentos. “Esa es la posibilidad más probable, a la hora de vaticinar cuál será su final”, advirtió el profesional, dos años antes de la muerte de Hitler.

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