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Espectáculos|Lunes, 24 de noviembre de 2003
ENTREVISTA A SILVIO RODRIGUEZ, QUE ACABA DE EDITAR “CITA CON ANGELES”

“Quiero tener el mismo espíritu amateur”

El cantautor cubano lleva cuatro años sin ofrecer conciertos profesionales, pero sigue grabando discos. En esta entrevista vía mail, habla de sus replanteos artísticos, de la situación en Cuba y de la cambiante realidad argentina.

Por Fernando D´addario
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Silvio Rodríguez es un músico que nunca elude los temas sociales y políticos de su país.
A los 56 años, Silvio Rodríguez acaba de tener una hija, Malva, y un nieto, Diego, a quienes dedicó Cita con ángeles, su flamante CD. Una serena felicidad parece recorrer sus días actuales, alejados de la épica y la urgencia. Hay un tono, sin embargo, que penetra las canciones del disco y trasciende esa placidez coyuntural; delata una prolija y civilizada melancolía, que utiliza el lenguaje poético de siempre para describir sus fantasmas de hoy, a veces coincidentes con los fantasmas del mundo. Silvio concedió a Página/12 una entrevista vía mail. Las lógicas limitaciones que impone esta modalidad –entre ellas, la imposibilidad de la repregunta y la relativa distancia que se establece entre los interlocutores– favorecen, como contrapartida, la exposición de las ideas del músico cubano: resulta evidente que Silvio se siente más cómodo escribiendo que hablando, del mismo modo que privilegia las grabaciones frente a los conciertos en vivo.
Esas condiciones rigen el reportaje, que navega por diversos temas: los problemas de Cuba, el recuerdo de Compay y Celia Cruz, su visión de la Argentina y su dificultad para seguir haciendo shows. “Llevo cuatro años sin hacer conciertos profesionales, sólo he cantado ratitos en actos de solidaridad. Hace unos días me sorprendió descubrir que me sabía todas las canciones de Cita con ángeles. Eso puede parecerte obvio, pero para mí es un gran avance, porque suelo hacer las canciones para grabarlas y voltearme a otras”, escribió, un poco como para autodefinirse. También ilustra sobre su personalidad la respuesta –ligeramente irónica– a una pregunta típicamente argentina (si estuvo en algún momento con Maradona):
“Creo que soy el único cubano que nunca ha visto a Maradona personalmente. Debe ser que salgo poco.” Otros personajes le merecen comentarios más encendidos. Dice de Salvador Allende, a quien soñó rescatar y no pudo, en la bellísima canción “Cita con ángeles”: “Allende era un revolucionario. Era lógico que lo matasen”.
–¿De qué modo y hasta qué punto influyen las limitaciones económicas a la hora de producir, grabar y editar música en Cuba?
–Aunque aquí algunas carencias se hacen sentir más, las limitaciones, como en todas partes, suelen ser de producción. Esto influye en la posibilidad de usar a otros músicos y también en el tiempo que le puedes dedicar al proyecto. A mayor cantidad de participantes, mayor es la nómina; ensayar más días cuesta más dinero; también sale más caro estar más tiempo en el estudio. Sin embargo, en este caso, hice el disco que me interesaba hacer, con los pocos pero buenos músicos que necesitaba.
–¿Cómo ve hoy la situación de su país?
–Estamos en algún punto de una larga carrera de resistencia. Por una parte existe la convicción de que si aguantamos un poco más, venceremos. De tanto que llevamos corriendo, algunos lo hacen por inercia, porque no saben hacer otra cosa. Otros corren para llegar a un sitio que no ubico. También existen los que, por su corta edad, no entienden la carrera. La verdad es que llevamos muchos años así, y eso nos da por una parte rabia y por otra desgaste.
–En estos últimos tiempos, numerosos intelectuales expresaron una posición crítica respecto del gobierno cubano. Entre otros, José Saramago y Eduardo Galeano, reconocidos defensores, durante años, de la Revolución.
–Defiendo el derecho de Saramago, de Eduardo y de otros a opinar lo que consideren pertinente, aunque no comparta todas sus ideas. Tampoco considero que sean unos antagonistas de la Revolución, como alguna prensa malintencionada se apresura a puntualizar. Creo que lo que sucedió es que el mundo estaba mirando espantado la agresión a Irak, cuando algunos sucesos en Cuba ofrecieron un pretexto para desviar la atención universal y enfilarnos los cañones. A mí me parece que algunos intelectuales más bien se enojaron con la Revolución por haber cometido lo que ellos consideran una torpeza inexcusable. Después de aquellos hechos, los argumentos del gobierno cubano fueron aplastados, quiero decir en cantidad, por la avalancha de prensa que se volcó contra Cuba. Lo cierto es que la contrarrevolución mundial aprovechó muy bien esta coyuntura y mantiene un fogueo de descrédito constante a través de la prensa, hasta el punto de crear una especie de estereotipo negativo con sólo mencionar la Revolución Cubana. Yo creo que aunque resulte difícil, todo el que se dé cuenta de lo que realmente sucedió debe poner de su parte para superar esta situación, porque lo que hay en juego trasciende nuestros errores y nuestras vanidades.
–¿Imagina a Cuba dentro de veinte años?
–La imagino como un salto descomunal al futuro o, en el peor de los casos, al pasado.
–¿Cuándo se encontró por última vez con Fidel? ¿Cómo fue ese encuentro?
–La última vez lo vi el mes pasado, en una sesión ordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Fue un día especial, dedicado a la cultura. El ministro Abel Prieto hizo un informe impresionante sobre la cantidad de cosas que hacemos con tan poco. Es reconfortante saber que hay tanta gente trabajando y creando bellezas a pesar de los pesares. Eso ayuda mucho. Uno siente que es a esa gente a quien en realidad se debe.
–No pasó mucho tiempo desde la muerte de Celia Cruz y Compay Segundo. ¿Qué representaron para la música cubana y para Cuba en general?
–Dos grandes de la música cubana. Supongo que ahora están juntos en algún sitio para tocar y cantar sones, libres de los dilemas terrenales.
–¿Cómo era su relación personal con ellos?
–Con Pancho Repilado era muy fraterna. Lo conocía desde hace muchos años. Varias de sus últimas grabaciones las hizo en Ojalá, el estudio que yo dirijo. Hace un año lo vi cantar por última vez en el Hospicio Cabañas de Guadalajara, haciendo un dúo íntimo y memorable con Elíades Ochoa. Compay era una persona llena de afecto y muy bondadosa, siempre a punto para la picardía cubana. Se conserva muy vivo en la memoria. A Celia no la pude conocer personalmente. Hace unos veinte años, en Caracas, le mandé un saludo a través de una amistad común. Días después me dijeron que le habían trasmitido mi mensaje y me dieron las gracias de su parte. Eso es lo más cerca que estuvimos.
–¿Cómo se recibe su música en Estados Unidos?
–No tengo la más mínima idea siquiera de si se recibe, fuera de los círculos de cubanos y latinos. Posiblemente no. Me han dicho que algunos establecimientos venden mis discos clandestinamente. Los sacan de debajo del mostrador a las personas de confianza, un poco como se vendían los bonos del 26 de Julio cuando la tiranía de Batista. La verdad es que no sé si hay tiendas que los vendan abiertamente. Algunos amigos me han contado que en sus casas no ponen mi música con mucho volumen “por si acaso”, como si temieran algún tipo de represalia. En Cuba, a pesar de la leyenda negra de falta de libertades, uno va caminando por la calle y de las casas sale todo tipo de música, sin que nadie sea molestado por eso, aunque es cierto que las radios oficiales no pasan las canciones de Miami que condenan la Revolución.
–Usted debe haber seguido, aun a la distancia, la crisis argentina. ¿Qué opinión tiene respecto de lo que ha sucedido aquí? ¿Tiene noticias de cómo están las cosas ahora?
–A modo de resumen, lo que me queda claro es que el modelo neoliberal ha sido un fracaso. También tengo la impresión de que ahora tienen un gobierno que poco a poco ha ido recobrando la fe en ustedes mismos. Si es así, enhorabuena y cuiden eso.
–Después de la euforia que produjo su visita con Pablo Milanés en 1984, ¿cómo fue encontrando el país en las sucesivas visitas que hizo?
–También hubo euforia y amor, aunque cuando llevaba varios años de ir seguido, tuve una especie de percepción de que las visitas se iban haciendo paulatinamente más normales. Seguían llenándose los teatros, pero aquello me metió dentro el bichito de si valía la pena continuar “normalizándome”.
–¿Anda con ganas de volver a presentarse en vivo?
–A veces me entran un poquito, pero me da angustia pensar en todo lo que hay que hacer antes de poder sentarse un ratito a compartir canciones. Es una largura exagerada para tan obvia brevedad.
–¿Qué es lo que le hace privilegiar el contacto con el público a través del disco y no la cercanía que se establece en los shows?
–Cuando empezaba, recuerdo algunas entrevistas en las que decía que lo ideal eran los recitales. La verdad es que sigo pensando lo mismo, pero con los años fui notando que la profesionalización te pulía como intérprete y a la vez iba opacando cierta zona vital primigenia. Por eso quiero conservar mi espíritu amateur. Puede que yo sea un poco chapado a la antigua, pero considero que lo que llamamos arte, aunque tiene de ciencia, está vivo cuando es un animal salvaje. Mi conclusión es que puedo prescindir del público a cambio de tener, aunque sólo sea por un instante más, el tesoro del asombro, que es el mejor amigo de la creación.

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